Un creador multifacético
Probablemente aquel italianito de seis años, apoyado en la cubierta de un barco con la mirada adelante, nunca hubiera llegado a imaginar que su destino en el nuevo país estaba registrado en las páginas del éxito. Luis César Amadori había nacido el 28 de mayo de 1902 en Pescara, Italia. Su familia orientó la proa de sus ilusiones hacia Buenos Aires, tierra que prometía un abanico de oportunidades para las inquietudes de los inmigrantes.
Hasta esta ciudad llegó Luis César y, aunque atraído por la música, cumplió con las aspiraciones de sus padres de estudiar en el colegio La Salle e iniciar luego la carrera de medicina, intención que no tardó en abandonar al descubrir que su vocación no se encontraba en los rigores de la ciencia, sino en la magia de las palabras.
En 1920 ingresó en el diario Ultima Hora para hacer reseñas operísticas. Posteriormente su pluma quedó registrada en La Unión, Plus Ultra, La República y Caras y Caretas, siempre vinculado con la actividad artística.
Fue un hombre polifacético: autor, letrista, poeta, empresario, productor y director. Sus orígenes teatrales se pueden establecer en 1927, con la adaptación de la pieza "Un buen muchacho", con la colaboración de Ivo Pelay, a la cual sumó una extensa cantidad de títulos, escritos con el mismo Pelay, Marcos Bronemberg, Antonio Botta, Alberto Ballestero, Antonio De Bassi y González Castillo, entre otros.
Estos antecedentes le valieron que, durante el período 1926-1927, fuera nombrado director del Teatro Cervantes. Pero decidió abandonar el cargo para dedicarse a la programación de las revistas porteñas en el teatro Maipo, sala que adquirió en 1943. Escribir para el teatro lo llevó a crear también las letras de numerosas canciones, principalmente tangos. Dijo en un reportaje: "Como teníamos siempre en nuestra compañía una estrella que cantaba tangos -Azucena Maizani, Mercedes Simone y la más querida y recordada para mí, Sofía Bozán-, empecé a escribir letras para tangos".
Los primeros los compuso junto a gente de teatro: Antonio Botta, José González Castillo -padre de Cátulo-, Ivo Pelay y Enrique Santos Discépolo, a quien conoció cuando se presentó en su teatro para ofrecerle "Esta noche me emborracho", que fue estrenado por Azucena Maizani. Con Discépolo se generó una sociedad creativa de la cual surgieron los tangos "Confesión", "Alma de bandoneón", "Desencanto" y el vals "Tu sombra".
Pero había otra arte floreciente que lo atraía con fuerte magnetismo: el cine. Su primera aproximación fue en 1933, cuando su canción "Ventanita florida", escrita con Enrique Delfino, fue elegida para ser incluida en el film "Los tres berretines", de Enrique Telémaco Susini. Esto sirvió para que Amadori descubriera una faceta desconocida para él: la realización cinematográfica. En 1936 dirigió, junto con Mario Soffici, su primer film: "Puerto nuevo", cuyo elenco estaba encabezado por los cantantes Sofía Bozán y Charlo.
Pasión por el cine
Fue el cine el que más satisfacciones le deparó, porque le permitió volcar toda su creatividad. Fue guionista de la mayoría de sus films y letrista de muchos tangos que se interpretaban en ellos. Esta autoría le permitió volcar sus preocupaciones sociales ("Puerto Nuevo", "Maestro Levita", "El pobre Pérez", junto a Pepe Arias), teñidas con algún toque melodramático, pero dentro de un marco testimonial. También en la comedia tuvo títulos exitosos ("Hay que educar a Niní", "Luisito", "Carmen", "Mosquita muerta") y muy buenos intérpretes (Niní Marshall, Paulina Singerman, Luis Sandrini). No tuvo inconvenientes en encarar la comedia romántica ("El tercer beso", "Son cartas de amor", "Apasionadamente", "Dos ángeles y un pecador"), el drama ("Madreselva", "Nacha Regules", "Dios se lo pague", "El barro humano") y el tema histórico ("Almafuerte", "Albéniz", "El grito sagrado").
Hay otro mérito que cabe sumarle a Amadori: su capacidad para explotar los mejores recursos que le ofrecían los actores. Sabía cuál era la cuerda popular más elocuente de Pepe Arias; el potencial de un joven Luis Sandrini ("El canillita y la dama", "Don Juan Tenorio", "Juan Globo"); las vacilaciones de un mesurado Pedro López Lagar ("El tercer beso", "Son cartas de amor", "Apasionadamente"), y el entusiasmo de un joven y talentoso Hugo del Carril, al que unía su pasión por la música ciudadana.
Como realizador intuía lo que había más allá del rostro de una actriz para extraer un sentimiento real que pudiera volcar en la pantalla. Supo transformar a Zully Moreno en la estrella que conmovía en "Dios se lo pague", "Nacha Regules", "Amor prohibido" y "El barro humano"; explotó la cuerda cómica de Niní Marshall en "Carmen", "Madame Sans Gene", "Mosquita muerta", "La mentirosa", "Una mujer sin cabeza". No se privó de filmar con las grandes figuras de la cinematografía: Mirtha y Silvia Legrand, Amelia Bence, Fanny Navarro, Laura Hidalgo, Elena Lucena, Mecha Ortiz, Libertad Lamarque, y aprovechó el carisma de María Félix para filmarla en la única película que la mexicana realizó en la Argentina: "La pasión desnuda".
En 1955, con la Revolución Libertadora, se vio obligado a abandonar el país, donde llegó a filmar 42 largometrajes, a los que se suman cuatro en México y 15 en España, durante su exilio, entre los que se cuentan "La violetera" y "El último tango", ambas con Sara Montiel. En 1967 filmó su última película en coproducción con España: "Amor en el aire", con Palito Ortega.
Finalmente pudo regresar a Buenos Aires, donde vivió sus últimos años acompañado por su familia. Había tenido un primer matrimonio con Alicia Vignoli, de la que se separó para casarse con su actriz preferida: Zully Moreno, con quien tuvo un hijo, Luis Alberto.
Falleció el 5 de junio de 1977 en esta ciudad, que había vislumbrado en la proa de aquel barco. Entre varios premios tuvo la satisfacción de ser el primer director reconocido por la Academia de Hollywood. "Dios se lo pague" fue distinguida en 1949 como una de las mejores cinco películas extranjeras estrenadas en Estados Unidos.
Hoy, con motivo de cumplirse los 100 años de su nacimiento, a las 20.15, en el Maipo, se realizará una función de homenaje conducida por Georgina Barbarossa y con la presencia de renombradas figuras. Se descubrirán placas recordatorias, se proyectarán escenas de sus películas y se verán modelos exclusivos que Horace Lannes diseñó para las protagonistas de sus films.
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