
Un francés cotidiano
La obra de Antoine Bourdelle se ve en Bellas Artes y en la calle. Acaban de arribar a Buenos Aires 53 bronces del destacado escultor, discípulo de Rodin. Tres de sus mejores obras, sin embargo, estuvieron siempre con nosotros
1 minuto de lectura'
Después de 34 años regresa a Buenos Aires la obra de Antoine Bourdelle (Montauban, 1861-París, 1929), escultor del modernismo francés, discípulo de Rodin y maestro de varios artistas argentinos.
Esta visita a nuestro país seguramente despertará en el público una reacción inusual: la de revalorizar las tres esculturas del maestro francés que desde hace más de medio siglo jerarquizan el perfil urbano de Buenos Aires, desde su enclave en los parques cercanos a Bellas Artes.
Esa suerte de muestra permanente al aire libre se conjuga, en estos días, con otra organizada en las salas del MNBA y auspiciada por la Embajada de Francia, que reúne 53 bronces provenientes, en su mayoría, del Museo Bourdelle de París.
Pero una paradoja infrecuente se instala a partir de esta exposición: los trabajos que pueden verse en el museo son, en general, inferiores en realización a los emplazados en nuestra ciudad. El Heracles arquero (1923), el Centauro moribundo (1911-1916) y el Monumento al general Alvear (1912-1926) son las tres obras esenciales, consideradas por la crítica como el momento cumbre en la carrera de Bourdelle.
Puertas adentro, sin embargo, el artista se muestra desde los inicios académicos hasta el encuentro con su lenguaje personal, pasando por el largo período de impronta rodiniana. Estudios y piezas como la Cabeza de Apolo (1900-1909), una versión de 1914 del Centauro y la primera del Heracles, de 1909, se suman a vasos decorativos y cabezas femeninas de estilo Art Nouveau, retratos y metopas realizadas para el Teatro de los Campos Elíseos de París.
Pero más allá de los usos del lenguaje de su época, a los que dio un nuevo aporte en el camino hacia la desintegración de la forma -y que lo hace más moderno, incluso, que Rodin-, Bourdelle insistió en dos temas en forma casi obsesiva: Beethoven y la mitología clásica. Esta última, en sus años finales, está impregnada de nostalgia. El artista, aunque había emprendido una búsqueda de síntesis de las formas por medio de la geometrización de los volúmenes y la simplificación de los planos, sentía con dolor la decadencia del humanismo del siglo XIX, ante el avance de las nuevas tendencias vanguardistas. Contra ellas se rebela, con patetismo extremo, el Centauro herido de muerte, casi un alter ego del autor. El músico alemán, en cambio, fue un leitmotiv más ligado a lo formal, y encarna los deseos de Bourdelle de unir la escultura con la arquitectura y la música.
Expresionista o contenida, analítica o sintética, su escultura trasunta una fuerza, una angustia y un dinamismo que puja por adaptarse continuamente a los límites de la materia. Al mismo tiempo, Brancusi, Calder y otros instauraban un corte radical con la tradición.
Los discípulos
La obra de Bourdelle dejó huella en la escultura local de principios de siglo. Sin salir del Museo de Bellas Artes, obras de argentinos y franceses de su época esperan el ojo atento del espectador: Rodin, Falguière y el cubista Pablo Curatella Manes. Por su parte, la producción de Alfredo Bigatti, que con Curatella y Sesostris Vitullo asistió al taller de Bourdelle en París, se expone permanentemente en la Fundación Forner-Bigatti. Y para completar el panorama, la obra de Rogelio Yrurtia, influida por la de Rodin, puede verse en su casa-museo de Belgrano. Otros argentinos formados en esa época en París son Pedro Zonza Briano, Alberto Lagos, Antonio Sibellino y Luis Falcini. (Ver cartelera)
1- 2
La alegría de Oona Chaplin, la hija de Geraldine y nieta de Charles, en la alfombra roja de Avatar junto a Sigourney Weaver
3Jennifer Aniston lo sumó después de los 50 años y es clave para envejecer con vitalidad: el hábito a tener en cuenta
4De Jimena Barón y Matías Palleiro a María Becerra y J Rei, cinco historias de amor que empezaron en las redes


