Un viejo hospital en las sierras, el espacio para contar historias

VILLA CARLOS PAZ.- El concepto freudiano de "inquietante extrañeza" -lo que tenemos adelante, que parece conocido, nos es extraño- es adecuado para describir la sensación del espectador en Pabellón Tornú, una propuesta de teatro de inmersión que fue la revelación del verano en las sierras, no sólo por el género sino por la compleja y dramática historia.

Esta propuesta, que incluye un elenco de 25 actores cordobeses, se desarrolla a 15 kilómetros de Carlos Paz, en un pabellón abandonado del Hospital Colonia Santa María de Punilla, un edificio del 1900 que se construyó para combatir la epidemia de tuberculosis que azotaba entonces al país y tiempo después fue un psiquiátrico.

En esas galerías llenas de leyendas de fantasmas y apariciones, los actores -sin diálogos- cuentan 15 historias diferentes y entrelazadas entre sí. El espectador elige cuál seguir y, para que no se pierda ninguna, las escenas se repiten dos veces. Tres jóvenes productores cordobeses -Mauro Paladino, Rocío Pardo y Mariana Massera- son los encargados de la obra. Los espectadores, a quienes les entregan máscaras blancas, ingresan en grupo y se van distribuyendo a su gusto, por lo que cada experiencia es diferente.

Impulsado por los buenos resultados del año pasado, el grupo decidió levantar la apuesta y mostrar cómo sigue la historia del doctor Tornú, un médico empecinado en los experimentos psicológicos. Esta vez cuentan la vida de su familia y cómo esos vínculos tortuosos pueden haber influido en su profesión. En la Argentina no hay muchas experiencias teatrales de este formato, en donde no hay una trama única estipulada, sino que los espectadores diseñan su propio recorrido. "Se rompe con la cuarta pared entre el público y el artista, sin diálogos; se habla a través del cuerpo", dice Pardo.

Después de ver teatro de inmersión en Nueva York, los productores decidieron intentar la experiencia y pensaron en recuperar un espacio abandonado, como el hospital Santa María. Trabajaron para reconstruir una parte e hicieron la primera temporada el verano de 2015.

Este año, cada noche entre miércoles y domingos, entre 120 y 150 personas llegaron al lugar. Por una entrada de 275 pesos se incluía el traslado desde Villa Carlos Paz a Santa María. "Nos sorprende a nosotros mismos la aceptación; gente que la vio el año pasado, regresó y trae a otros", apunta Pardo. Pasado mañana será la última presentación de esta temporada.

La actriz Solange Cohero Borga es la madre de la ficción. Admite que mucho público ingresa sugestionado por el lugar y que puede cambiar su recorrido si la historia que eligió no lo convence. El uso de las máscaras es una forma de separar públicos y actores, de romper la estructura y, a la vez, de acercarlos. Incluso en las escenas más duras, para muchos es una suerte de ayuda para animarse a mirar. "Un plano muy sutil de comodidad", desliza Cohero Borga. El espectador forma parte de cada acción, del proceso de cada personaje, rodea a los actores que siguen con la historia y, por momentos, interactúan. Es un "trabajo fino y exacto de improvisación que no debe cambiar el trayecto; no hay margen de error", insiste la actriz.

Brian Domínguez integró el primer elenco y ahora es el hijo mayor de la familia del doctor Tornú. A los 21 años, define la experiencia como distinta: "Para nosotros es como estar en la vida cotidiana, pero con la gente metida en tu casa. Eso abre otras posibilidades en cuanto a proyección del personaje, más libertad. Al público le pasa lo mismo. Por momentos es como un sueño y después cuesta un rato salir de ese ambiente".

Pabellón Tornú

Este sábado, a las 22.

Hospital Santa María de Punilla. Entradas, en Autoentrada

Por Gabriela Origlia

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