Una película que se pierde en el camino
"El camino" (Argentina/2000). Presentada por Líder. Dirección: Javier Olivera. Guión: Javier Olivera y Constanza Novick. Música: Alex Krygier. Fotografía: Christian Cottet. Con Ezequiel Rodríguez, Antonella Costa, Héctor Angalad, Daniel Valenzuela, Alejandro Awada, Rubén Patagonia. Duración: 105 minutos. Para mayores de 13 años. Nuestra opinión: Regular .
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Las "road movies" suelen utilizar una receta tan simple como eficaz: no hace falta una historia demasiado elaborada, sino confiar ante todo en lo que el propio itinerario proponga y permitir que los paisajes circunstanciales, personajes y aventuras fluyan al ritmo de su propio impulso narrativo.
La repetición de fórmulas trilladas suele ser una tentación en estos casos, pero al menos puede exigirse una motivación original que lance al héroe a las rutas. O un acopio de hechos insólitos. O personajes fuertes, cargados de angustia existencial o mera pasión nómade.
Pero poco y nada de esto puede hallarse en esta pálida película que empieza a medio tranco, gradualmente se indigesta de lugares comunes e improductivos guiños cinéfilos y termina disolviéndose en una espesa mancha de aceite.
Nadie podrá acusar al guión de originalidad: Manuel (un inexpresivo Ezequiel Rodríguez) descubre que su padre, al que no conoce ni le interesó nunca conocer, no está viviendo en el extranjero, como le aseguraba su madre, sino en la Argentina. Presuroso, monta su imponente motocicleta para salir en su búsqueda. Después de Azul, el destino final será el pueblo neuquino de Albuminé.
El veinteañero Hucklberry Finn criollo (en versión niño rico que tiene tristeza) surca las carreteras pampeanas hasta que se cruzan en su destino Caro (Antonella Costa), una fotógrafa que acaba de huir del micro de gira de su novio rockero, y su amiga Gaby, una cantante frustrada que, antes de esfumarse, le da al film uno de sus pocos respiros cómicos.
Pero mediado el camino se suma un nudo argumental que huele demasiado a excusa para acelerar el ritmo cansino de la historia: un asesinato por exceso de brutalidad policial. Hasta ese momento se trataba de un film sin mayores sorpresas. El crimen se las ingeniará para propagar la confusión. Manuel fue testigo del crimen y el agente homicida se lanzará a perseguirlo por las rutas argentinas.
Con demasiada persistencia tal vez. Se supone que entre Buenos Aires y Albuminé hay unos 1500 kilómetros. Desde Coronel Soriano (donde ocurrió el hecho) y el poblado patagónico unos cuantos menos, pero igual los suficientes. Los defectos en la construcción, sin embargo, se las ingenian para transmitirnos la impresión de que toda la acción se desarrolla en un radio limitado. Los personajes, por momentos, parecen haber vuelto hacia atrás sin darse cuenta (a menos que aceptemos la teoría de que media llanura pampeana se traslada con ellos) o estar simplemente inmóviles en el mismo lugar a pesar de la evidente urgencia. La llegada al pueblo prometido, tras algunos percances bastante primarios, servirá también para mostrar algún bello panorama paisajístico en plan turístico, hacer una bienintencionada revelación sobre la supervivencia de las culturas indígenas patagónicas, dar cuenta de alguna escena amorosa y corroborar el banal dilema del muchacho que teme comprometerse con la realidad que lo circunda.
A Antonella Costa le fue encomendado un personaje de impiadosa chatura. Los escépticos agradecerán que haya caído en sus manos, porque con su carisma, algunas pinceladas de buena actriz y su sex appeal le basta para convertirlo en lo mejor de la cinta. La banda sonora de Axel Krygier es un indudable punto a favor, y la canción del grupo Turf, una melodía que sin problemas se puede salir silbando de la sala. Pero este puñado de detalles virtuosos, en un largometraje, son apenas inocentes granos de arena.





