
Una sola noche con toda la historia viva del rock
Héroes: Litto Nebbia, Moris, Pappo, Aquelarre, Pedro y Pablo y otras figuras trajeron el recuerdo de viejos tiempos.
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El rock nacional tuvo su cierre en el ciclo "Buenos Aires vivo", organizado por la comuna porteña.
El homenaje al movimiento vernáculo que surgió hacia fines de 1960 llegó de la mano de los propios protagonistas de esa época. Algunos legendarios. Otros con un poco de olor a naftalina sacaron sus trajes de rockeros y se lanzaron a rememorar algunas páginas de esa historia que cumplió 30 años.
El público fue poblando de a poco la Plaza de las Naciones Unidas. Hippies de ayer y de hoy, bluseros de antaño, chicos con camperas de cuero y familias enteras, le dieron un marco interesante a este conglomerado de viejas glorias.
La mayoría de la gente se acomodó en el césped y munidos de comestibles, siguieron con atención al primer prócer, que apareció a las 22.
Litto Nebbia, secundado por Franov en bajo, Cinalli en batería, y el ex Arco Iris, Ara Toklatián en saxo, acercó el pasado con nuevas versiones de "Solo se trata de vivir", "Viento, dile a la lluvia" y "Quién quiera oír que oiga" para recordar el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas. El pianista y compositor se encargó de mostrar su continuo acercamiento a un sonido rioplatense que se fusiona con buenas melodías, y rindió sus frutos, en una jornada por demás extensa.
Hoy como ayer
Un renovado, Miguel Cantilo, siguió este repaso por la historia del rock local. Con una banda que rejuveneció viejas melodías, el ronco cantante abrió su set con "A dónde quiera que voy", una canción simple que resiste el paso del tiempo y que hoy podría sonar tranquilamente en las radios. Luego invitó al escenario a Jorge Durietz, su otra mitad, indisoluble a esta altura, después de incontables separaciones y súbitas reuniones. Juntos desenterraron nuevamente a la dupla bíblica de Pedro y Pablo, que fue aclamada por una multitud dispuesta al canto de fogón.
Primero fue "Padre Francisco" y después como otras tantas veces volvieron a repetir eso de: "No puede ser, tanta mentira organizada, sin responder, con voz ronca, de bronca...". El latiguillo de "Marcha de la bronca" sonó tan actual como para la época en que fue escrita. Por eso la gente se apresuró en brindarle su adhesión al viejo mito resucitado por una noche.
Las consignas quedaron de lado cuando Nito Mestre, convocó al espíritu de Sui Géneris y Los Desconocidos de siempre. Y luego la posta la tomó el incansable Moris.El cuevero rescató "Ayer no más" y "Mi querido amigo Pipo" para contarle a los mas chicos de que se trataba eso de componer las primeras canciones en español.
La etapa surrealista de Aquelarre quedó demostrada con una nueva reunión ocasional del grupo, quizás los más lúcidos en una jornada despareja. Sólo basta nombrar a los músicos que la integraron: Emilio del Güercio, Héctor Starc, Rodolfo García, y Machi.
El volumen volvió a ser el protagonista con la versión 1990 de Color Humano. Edelmiro Molinari, ex Almendra, dejó el clima bien caliente con "Mañana por la noche" con León Gieco como invitado, para que suba Pappo.
Largamente esperado por las huestes rockeras y pisando las dos de la mañana, el "Carpo" dio cátedra de blues y rock.
El guitarrista no se guardó ningún yeite y ningún clásico bajo la manga. Y el escenario se estremeció cuando arrancó con "Hombre suburbano". Luego le tocó el turno al clásico "Blues local" y con "Desconfío" la fiesta fue completa.
Madrugada con rock. Recorrido por un álbum con viejas fotos que viene bien mirar de vez en cuando.
Coreografía y música con algunos riesgos
La noche del viernes fue la primera vez que en el ciclo Buenos Aires vivo los grupos participantes no pertenecían al campo del rock o del pop. También fue la primera ocasión en que el espectáculo incluyó solamente música instrumental y un espectáculo coreográfico. Se podría pensar que el cambio de rubro pudo ser el que hizo que fuera una de las noches con menos gente en la Plaza lindante a la Facultad de derecho. Pero más probable es que la maratón de 4 conciertos en un fin de semana, marque los riesgos del exceso de ofertas. Después del extenso concierto del jueves protagonizado por León Gieco y que terminó a la madrugada, la gente decidió regular el aire y esperar a los héroes del rock el sábado o a Mercedes Sosa el domingo.
El recital se dividió en dos partes. Primero se presentó el trío Vitale-Cumbo González y luego se estrenó un espectáculo con música de Lito Vitale y coreografía de Guido de Benedetti, interpretada por el ballet Neoclásico que él mismo dirige.
A las 21:50 el Trío inició un recital con 10 temas, muchos de ellos de la vieja época (Entretanto, La vuelta de los tachos) , los que notablemente no parecen haber sentido el paso del tiempo. Es que los tres músicos siguen conservando su alquimia para trabajar en forma homogénea los climas y las transiciones dentro de cada obra como lo hicieron en la década del "80. Consiguen uno de los puntos más altos cuando Cumbo "navega` con sus líneas melódicas en siku o quena sobre un poderoso y cambiante acompañamiento de guitarra y piano. Vitale y González utilizan una gama variada de recursos que van del arpegio al rasgueo en la guitarra y de contrapuntos a un apoyo percusivo en el piano de Lito.
El hombre orquesta
Concluido el show del Trío, después de 15 minutos de intervalo aprovechados por los presentes para proveerse de panchos, hamburguesas y gaseosas se inició el estreno de un espectáculo de danza con "música en vivo", como anunció Lito Vitale.
En verdad,el pianista se hizo cargo de tocar y disparar secuencias midi, de su música, una especie de tecno-sinfónico, con la falta de matices que generan los teclados y que cayó muchas veces en gestos grandilocuentes. La incógnita es saber si Vitale decidió transformarse en "hombre orquesta` por una decisión estética o por un problema presupuestario. Porque si se quiere tener un sonido "vivo" de un oboe, no hay nada mejor que llamar a un oboista. Y el impacto que tiene una fanfarria tocada por tres trompetistas, se reduce a una mala copia a través de los teclados.
Por su parte el ballet neoclásico , llevó adelante la coreografía de De Benedetti con todo su oficio. Ciertos desajustes con la música, pueden ser disculpables por el poco tiempo que tuvieron para montar la obra, menos de una semana.



