La película que muestra lo más crudo del “sueño americano” y que sigue siendo un éxito gracias a su icónica escena

Rosario y Carlitos son los protagonistas de La misma luna, una película que dejó en evidencia lo que viven muchísimos migrantes mexicanos a la hora de empezar una nueva vida en Estados Unidos.

El llamado “sueño americano” es un ideal muy deseado, en especial para los latinos, aunque muchos de ellos desconocen todo lo que se debe resignar y sufrir para lograrlo. Entre lágrimas y nostalgia, miles de personas vieron esta película que renovó el panorama de lo que es comenzar una nueva vida en el país norteamericano, sobre todo porque muchas familias pudieron sentirse por fin representadas.

Se trata de La misma luna, filme protagonizado por Kate del Castillo, que interpreta a Rosario, y Adrián Alonso, quien le dio vida a su hijo Carlitos. Al momento de su estreno en cines, en el 2007, recaudó 23 millones de dólares y se convirtió en la favorita de México. También cuenta con la participación de Eugenio Derbez, quien recién comenzaba a incursionar en Hollywood y que interpretó allí a Enrique, un inmigrante ilegal. A pesar de los años, la cinta sigue vigente en la memoria de los cinéfilos, y también en las plataformas de streaming (actualmente está disponible en Google Play).

La triste historia comienza cuando Carlitos tiene cinco años y su mamá decide dejarlo al cuidado de su abuelita para emigrar a territorio estadounidense y así poderle dar una mejor vida. Después de cuatro años de extrañarla, el niño le pide que lo lleve a conocer Los Ángeles, California, ciudad donde ella reside, pero Rosario lo ve imposible porque trabaja allí de manera ilegal.

La escena donde trata de consolarlo sigue siendo la más icónica de la cinta, ya que además de ser muy conmovedora termina transformándose en la clave para que Carlitos y Rosario se encuentren. Ella lo llama a través del mismo teléfono público todos los domingos, y para darle un panorama, le describe por completo el lugar donde está.

“Estoy en un teléfono público que está frente a la parada de autobús, ahí hay una pizzería también y la lavandería en la que lavo mi ropa cada semana. ¿Y sabes qué más hay aquí? Está una tienda donde venden cosas para fiestas y al lado un mural. Ahí te voy a comprar las cosas para todas tus fiestas que te voy a hacer cada año”, relata Rosario con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos.

La muerte de su abuela, el inicio de un calvario

Lo más trágico comienza cuando la abuela de Carlitos muere y se queda solo, ya que no tiene más familia y los únicos tíos con los que cuenta querían quedarse con su custodia para aprovechar el dinero que Rosario le mandaba semanalmente. Así que el menor se ve en la necesidad de contactar a dos “coyotes” para que lo ayuden a cruzar sin visa la frontera y así poder buscar a su madre.

Con menos de diez años, emprende camino a Los Ángeles con la única información que tenía en la mente: el teléfono público rodeado de la lavandería, el mural, la pizzería y la tienda de artículos para fiesta. Es aquí cuando se rompió el corazón de millones de espectadores que la vieron en su estreno en el 2007, ya que un niño de tan corta edad cruzó los males de la frontera por el amor que le tenía a su mamá.

Hambre, cansancio, golpes y suciedad comienzan a ser parte de su rutina diaria, al igual que dormir en la calle y escapar de las autoridades migratorias cada vez que se los crucen. Algo que sí es parte del recorrido de quienes eligen ese camino.

Buscó por todos Los Ángeles el teléfono público

Carlitos tenía una meta muy clara cuando llegó al país norteamericano: encontrar a Rosario antes de que fuera domingo y lo llamara, ya que él no respondería. Acompañado de Enrique (Eugenio Derbez), trabaja temporalmente en un restaurante como lavador de platos y también recogiendo tomates en una casa productora. Sí, todo esto tan solo con nueve años.

Recorrió toda la ciudad en busca del escenario que su mamá siempre le describió por teléfono, pero sin éxito. Así que durante días durmió en la calle, pero ese no fue motivo para rendirse. Hasta que un día la policía migratoria lo encontró y lo persiguió por todos lados, por lo que tuvo que correr tal cual un maratón para lograr huir, sin pensar en que se detendría frente a un teléfono público.

Con la agitación encima todavía miró a su alrededor y, además del teléfono, había una pizzería, una lavandería, un mural y también una tienda de cosas para fiestas. Giró su cuerpo porque creyó que finalmente había encontrado su objetivo, y así fue, en el fondo estaba su madre a punto de tomar el autobús en la parada de la que siempre hablaba.

La migración ilegal hacia Estados Unidos

Este filme podría tomarse, aunque si bien con muchos aspectos de ficción, como algo que viven a diario quienes cruzan la frontera con Estados Unidos de forma ilegal. El año pasado, más de 5046 personas fueron arrestadas y acusadas de tráfico humano, un incremento respecto a las 2762 en 2014, de acuerdo con cifras citadas por The New York Times.

Además del camino difícil, que incluye el desierto, en el último año los agentes federales realizaron operativos casi diarios en las casas de seguridad con decenas de migrantes. En un día de marzo, cerca del El Paso, los agentes rescataron a 24 migrantes en contenedores de carga sin ventilación y muchas veces, cuando no los descubren, estos casos terminan en tragedias.

Todo esto se suma al Título 42, que es la orden que se introdujo en el gobierno de Trump y al principio de la pandemia con la que se autorizó la expulsión inmediata de quienes eran atrapados mientras cruzaban la frontera de forma ilegal.

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