Reseña: La oruga, de Marisa Negri
La estructura del nuevo libro de la poeta, editora y docente Marisa Negri (Buenos Aires, 1971), La oruga, se asemeja a la de una metamorfosis. Comienza con invocaciones en verso (“Quiero la levedad / tu signo iridiscente”), muta a una serie de apuntes biográficos acerca de la entomóloga, naturalista e ilustradora alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717), donde se narra además la expedición de ella y su hija a Surinam; luego, otra vez poemas que describen comportamientos y atributos de mariposas y polillas (“comparten el mismo orden”), para concluir en la morada de las orugas que, amortajadas en las moreras, esperan la primavera para florecer como mariposas e ir en busca de néctar, savia, frutos en descomposición. Por si fuera poco, el libro incluye ilustraciones de plantas, flores e insectos hechas por Lorena Pradal. En la tapa de La oruga, a todo color, se luce una de las acuarelas de Merian.
La monarca norteamericana, la audaz acróbata rojiza (“reina de los matorrales / ama el lodo y las piedras / humedecidas por la corriente”), limoneras, lecheras y espejitos, amén de las nocturnas, sobrevuelan la escritura de Negri, equilibrada con dos fuerzas: una festiva (las mariposas celebran bodas, visitan casas perfumadas con romero y dulce de naranjas, se posan en las páginas abiertas de un libro) y otra consciente de la vulnerabilidad y la muerte, definida paradójicamente como “posibilidad pura de nacer”. Los poemas facilitan claves alegóricas –”No todas / las mariposas / vuelan igual”; “Somos un cuerpo que migra”– a la vez que esbozan un método estético: “La forma nunca es aquello / que se nos da de una vez”.
La oruga
Por Marisa Negri
La Ballesta Magnífica
112 páginas, $ 2100