Aldo Sessa: mis 50 años con la fotografía
Cincuenta ojos, tres corazones, cinco manos y un radar en la espalda. Es lo mínimo indispensable, el equipaje básico para convertirse en un buen cazador. O en un buen fotógrafo, asegura él, pocos antes de la apertura de una de las muestras más importantes de su trayectoria, Aldo Sessa. 50 años, con la que celebra medio siglo de trabajo detrás de la cámara. A lo largo de la entrevista él no dirá una sola vez "cámara". Siempre se referirá a la "máquina". Hablará de cuánto se parece esa máquina a otros instrumentos de trabajo. Y de cómo un fotógrafo se asemeja a alguien que acecha a su presa con todos los sentidos.
La charla con LNR transcurre en un salón de su galería-estudio, en el pasaje Bollini, un viernes ajetreado por los preparativos de la muestra. Una tarde con rastros de apuro y olor a copias frescas. El salón donde conversamos es amplio. Fotos, pruebas de impresión, computadoras, colaboradores, clima fabril. Sessa acomoda su silla junto a la ventana, de espaldas a una estantería repleta de libros. Libros de lomos gruesos que llevan su apellido bien grande, junto a palabras que titulan los temas que ha tocado a lo largo de su trayectoria: Patagonia, Buenos Aires, Teatro Colón, Gauchos, Polo, Argentinos, por citar sólo algunos de los más de 40 libros de Sessa Editores, que fundó en 1976. Esos libros están en más de cien bibliotecas nacionales de diferentes países del mundo. Pero estamos acá con motivo de la muestra -de la que también resultó un libro, Aldo Sessa. Pasión por la imagen- que resume su vida como fotógrafo, sus cincuenta años de fotografía.
-No son 50 años -corrige Sessa.
-¿Cuántos son?
-Son más de 100. A través de la fotografía he vivido muy intensamente. Es una gran exposición: ciento cincuenta fotos que aclaran mi pasado.
-¿Aclaran?
-Sí, digo "aclaran" porque fue difícil hacer una síntesis. He trabajado con muchas temáticas, materiales, formatos. Elegir ciento cincuenta fotografías fue como escoger la prosa de un telegrama; menos que eso. Imaginate: saco unas quinientas fotos por semana.
-¿Las cuenta?
-No. Digo un promedio. Siempre estoy haciendo fotos. Siempre salgo con una cámara. Pero no tengo idea de cuántas hice.
-Siendo tan prolífico su trabajo, ¿cómo fue el proceso de selección para la muestra?
-Quise tomar un camino que mostrara las mejores imágenes del recorrido. Es una síntesis muy subjetiva; creo que las síntesis siempre son positivas. Empezaron a aparecer negativos y fotos con fuerte carga emocional, recuerdos, miles de historias. Me encontré con imágenes que nunca había visto copiadas en el tamaño en que las veo ahora para la muestra. O algunas que no había mostrado, como las polaroids.
-¿Algo que lo sorprendió en esta edición de medio siglo de fotos?
-Me dio mucho placer descubrir desde las primeras fotos hasta hoy una coherencia. En el arte es muy importante hacer las cosas de una manera particular, tratar de dejar una marca de esta forma de pensar y sentir. A eso le llamaría estilo. Y me parece que eso está.
En el principio había una mujer. De espaldas, con un sombrero de paja. Esta es la primera foto que tomó Sessa, a los 17 años. "La saqué en Punta del Este, con una máquina prestada. El negativo lo tenía un amigo mío; me lo regaló. Es una foto que podría haberla sacado ayer." Tenía 17 años y no era un novato.
Aldo niño asistía con su madre a las clases de escultura de Lucio Fontana. Aplastaba la arcilla entre sus dedos. A los diez empezó a jugar en serio con el dibujo y la pintura en el taller de Marcelo De Ridder. A los doce ya se apersonó con su caballete en la avenida Santa Fe, un Día de la Primavera, y participó del tradicional concurso de pintura. A esa misma edad mostró sus obras junto a una treintena de niñitos pintores en la galería Müller. "En mi casa había muchísimo interés por la pintura y la fotografía. Iba a galerías con mi madre. Cuando llegué a la foto, conocía los aspectos cromáticos, luz, sombra, volumen, composición." En la patria de su infancia había genes propicios. Su abuelo había fundado, en 1928, los laboratorios fotográficos Alex, que hicieron historia en el cine argentino. Su abuela revelaba fotos. Su padre tenía una imprenta donde Aldo trabajó tres años. "Mi familia fue muy trabajadora, un gran ejemplo. Y la fotografía estuvo delante de mis narices muchos años antes de que sacara fotos. La había postergado porque era tan natural en mi casa...", dice.
Hizo sus primeras armas en el círculo de los fotoclubes. "Iba a La Boca todos los sábados; me quedaba todo el día. Me encantaba; me sigue encantando. He sido muy feliz siempre con la fotografía. La fotografía me humanizó mucho. La pintura es muy instropectiva. Uno vive en un plano, por ahí se aísla de la realidad. Cuando empecé, sentí que la fotografía me conectaba con el sonido, con la dinámica de la vida", dice.
Empezó a trabajar como fotógrafo colaborando con La Nacion allá por 1960. Durante varios años, fotografió y pintó. Por entonces decía que la pintura era "mi estado cóncavo"; y la fotografía, "mi estado convexo". Ahora cree que la pintura es una batalla campal y que la fotografía da más satisfacciones. La luz, la sombra; todo se fabrica muy rápido.
-¿Qué es la fotografía para usted?
-Es la profunda observación y, en general, una realidad dibujada. Cuando salgo, voy mirando lo que tengo a un metro, a diez metros. Miradas rápidas; todo lo que puedo abarcar. Trato de tener mi cámara siempre preparada. Y si cambio de vereda, o camino por la sombra, coloco la exposición adecuada aunque aún no haya elegido qué fotografiar. Voy preparado, y si cruzo al sol sé que diafragma tengo.
-¿Va por la vida va con la cámara a cuestas?
-Sí. Casi siempre me cuelgo al cuello una Leica con blanco y negro. Tengo varias, las colecciono. Su sonido es para mí como una nota de Beethoven. Con esa máquina naufragaría en una isla. Es muy silenciosa, la usé mucho en el Teatro Colón. Pasás inadvertido. Incluso me he olvidado una Leica en un bar y me la han devuelto. Es tan simple, tan poca cosa. Liviana: es importante tener un equipo muy liviano.
Ha cruzado varias veces el puente entre la fotografía y la literatura. En 1976, Aldo Sessa hizo su primer libro con Borges, Cosmogonías.
-Borges era absolutamente genial, como Ray Bradbury. He tenido la suerte de trabajar con personalidades muy interesantes, que me marcaron mucho. En el caso de Bradbury, tiene una gran calidez, casi como un pastor, cariñoso, cálido. Muy buen amigo. Muy libre. Cree mucho en la suma, en la potenciación de las personalidades; no le interesa si el libro es literatura o fotografía, dónde empieza una cosa o termina la otra. Es de una gran generosidad.
Una de sus fotos preferidas es la que hizo para la tapa del libro con Bradbury Sesiones en fantasmas. En tanto, Bradbury escribió sobre las fotos de su amigo: "Lo que hace una buena fotografía es captar lo que está allí, pero parte de su calidad consiste en que también lo haga con lo que no está. Más que delinear, sugiere. Es una sesión de espiritismo dentro del cuarto oscuro, donde lo que no se ve se levanta de la muerte".
Sessa también trabajó con las hermanas Victoria y Silvina Ocampo.
-Ellas me transmitieron su amor por el mundo vegetal. Eran unas enamoradas de los árboles y de las flores. Me compenetré con esa visión que tenían, tan acabada. Silvina era increíble: me enseñó a ver los árboles de una manera diferente. Hicimos juntos un libro, Arboles de Buenos Aires.
También rescata el impacto que tuvieron sobre su mirada Manuel Mujica Lainez -con quien hizo varios libros- y el arquitecto José María Peña. Algunas de estas fotos que cruzan hacia la literatura también forman parte de la muestra.
-¿Qué quiere capturar al hacer clic?
-Siempre estoy buscando una gran foto. Yo les digo a los chicos: traten de hacer dos fotos buenas por año. En 20 años tendrán 40 fotos; no está mal.
Habla como si nunca terminara de aprender qué pasa con la luz. Y se entusiasma contando cómo el azar de lo que encuentra en la calle se incorpora a sus fotos. Vidrios, piedras, flores, perlas, tules. Una copa rota, un reflejo sobre la vía, el cielo en un charco. Cosas de un minuto.
-¿Qué cambió con la Web?
-Lo que está cambiando es el modo de circulación de las fotos. Eso atenta en cierta medida contra el registro fotográfico. Nos estamos perdiendo muchas buenas fotos porque cada vez se hacen menos copias. Las imágenes hacen su circuito por Internet, van de teléfono a teléfono, o mueren en un mail. Con las cámaras digitales, al común de la gente le resulta difícil ordenar un archivo. Se pierden materiales que iconográficamente pueden ser importantes.
-¿También en familia saca fotos?
-¡Miles! Me critican mucho (se ríe). Dicen que no las ven nunca. No puedo copiar todo lo que saco. Pero a mis nietos los fotografío bastante. Todo el tiempo estoy viendo acá y allá. Tengo un gran sentido de la luz. La respiro. Si estoy en un lugar con una luz maravillosa, puedo vivir con los ojos de lo que veo, no necesito nada más. Vivo intensamente la luz, las formas, los volúmenes. Si tengo una gran escena adelante y no llevo la máquina encima, anoto en mi cuaderno la hora y el lugar, y vuelvo otro día a sacarla.
-¿Es así en otros planos de su vida?
-Es que vivo en ese plano. Es una obsesión. Y quiero destacar que en esto mi familia ha sido muy importante. Es un trabajo en el que tenés que tener mucha libertad. Mi esposa es una gran compañera de viaje, capaz de estar en el auto desde el amanecer hasta las doce de la noche. Mis tres hijos también. La menor, Carolina, es diseñadora grafica: ella ha diseñado los libros. Luis se ocupa de la editorial; descanso mucho en él y en mis valiosos colaboradores.
-¿Qué proyectos le quitan el sueño?
-Tengo ganas de agarrar una máquina e irme unos días al Valle de la Luna. Jugar más. Ese tipo de cosas. Con el tiempo, el mundo se agranda y la visión se comprime. Pero también, como con la muestra, se hace una síntesis. Hoy quiero tener mi agenda lo más libre posible para disponer del tiempo necesario y sacar más fotos.
Consejos de experto
-¿Qué es importante para ser buen fotógrafo?
-Usar un equipo simple y confiable. Arreglarse con pocos elementos.
-¿Las lentes son fundamentales?
-No es necesario usar muchas lentes. Casi siempre me arreglo con una. Veo a mucha gente con una gran foto adelante, pero tan ocupada en hacer funcionar la maquinaria o en mirar el visor, que se pierde la foto.
-¿Alguna fórmula propia para compartir?
-Muchos están más preocupados por la tecnología que por mirar y cazar. Y en esto hay que ir sobre la presa, preconcebir un ángulo, atacar por ahí. Seguir la teoría del opuesto: girar alrededor con los sentidos geográficos y ver desde todos los ángulos.
-¿Qué relevancia tiene la luz natural?
-Hay que trabajar con la luz hasta el momento en que uno crea que ha podido agotar todo el juego, todo lo que una situación pueda dar. Y no dejar nunca de sacar fotos. La fotografía es aprender a mirar. Todo tiene un momento.
-¿Las nuevas tecnologías ayudan o quitan la magia?
-Creo que el universo de lo digital es una maravilla y ha logrado unos avances increíbles. Hay copias perfectas hechas de manera industrial, aunque las artesanales conservan el encanto del laboratorio.
La muestra
- La exposición Aldo Sessa. Pasión por la imagen podrá verse desde el 1° de septiembre hasta el 1° de octubre en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Cuenta con el auspicio de HP (que imprimió el 95% de las fotos con Designjet Z3200), y de BMW, Omint, Norton, Getty Images. Apoyan la muestra La Nacion, Telefé y Fundación Leer.
- También se inauguró recientemente la primera instalación fotográfica en el subte, en la estación Juramento de la línea D. La pieza, de Aldo Sessa, es Tango. Serie del baile.
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