El Chipi quedaba en una esquina solitaria de Claromecó, a unas cuadras de lo que debía ser el centro. Un depositario de niños y adolescentes liberados por los mayores durante unas horas se amontonaban alrededor de los videojuegos, hacían fila para comprar fichas, o se quedaban esperando ante la cascada de cospeles. Si naciste entre 1970 y 1990, las chances de que tengas alguna historia como esta son altas, ya que los arcades que se iniciaron en la década del 70 (cuando las máquinas eran electromecánicas) tuvieron su auge en los 80 (desde el Space Invaders en adelante ya vinieron plaquetas), y se marchitaron progresivamente durante los 90, cubren la adolescencia de varias generaciones.
Desaparecidos desde el 2001, los arcades volvieron a brillar en bares y boliches. De la mano del boom retro, también se reactivó un oficio artesanal.
Esto fue hasta que la modernidad desplazó el ritual social de juntarse en el arcade, primero con sus videojuegos digitales que suplantaron tecnologías más obsoletas, y luego con las consolas hogareñas y los smartphones. De igual manera que las máquinas se fueron discontinuando, y los espacios fueron desapareciendo (las grandes cadenas como Center Play, Sacoa o Playland cerraron, los patios de juegos mutaron en salas para niños), los reparadores de arcades o "maquineros" se convirtieron en una especie en extinción. Y como otras labores tradicionales (botelleros, fabricantes de neón, tintoreros), en las que lo artesanal fue reemplazado por sistemas automatizados, estos hombres hoy son casi una leyenda urbana.
Los últimos maquineros
"Cuando yo empecé, la gente que enseñaba ya tenía treinta y pico, 40 años, imaginate que yo tengo 49, y esa gente hoy ya tiene 80 o más, y otros murieron", cuenta Darío Ricco, después de explicar que en este rubro todos se conocen por el apellido y de que los nombres de pila no importan. La mayoría de los viejos maquineros comenzaron en esto por interés, movidos por la fascinación desde chicos, y en algunos casos heredando el negocio familiar. "Los que venden hoy en Mercado Libre no son de mi época, son pibes jóvenes. Hay algunos que son hijos de maquineros, pero veían a los padres cargando los camiones con las máquinas, renegando, buscando repuestos y no quisieron saber nada. Son pibes de 20 años que lo vieron en internet, y aprovechan las máquinas de los padres para venderlas, pero no saben nada", se lamenta Ricco sobre el derrotero del rubro en los últimos años.
Como tantos otros, Ricco leía la difunta revista Lúpin, una publicación de historietas estilo Patoruzú que además traía, al mejor estilo DIY, indicaciones para labores de carpintería, aeromodelismo, electrónica. Ansioso, se las consumía en un par de horas, armando por cuenta propia circuitos de radio y otras cosas. Sus padres no tuvieron más remedio que dejarlo ir después de clase altaller de Juan Carlos Lomonaco (uno de los primeros importadores de videojuegos), donde reparaba plaquetas. "Yo –que ni llegaba al mostrador– reconocía los circuitos integrados, las baterías, etcétera. Me preguntaron cómo sabía y dónde había aprendido. Les conté que yo armaba circuitos y soldaba. Los tipos no lo podían creer".
En aquellas primeras épocas, los técnicos de videojuegos eran, por lo general, especialistas de TV que migraban a este novel campo, aprendiendo a base de prueba y error, más horas de taller. La fluctuación en el consumo que sufrió el rubro hizo imposible, para la mayoría de estos técnicos, vivir únicamente de la reparación de los arcades: muchos hoy son, además, reparadores de electrodomésticos, técnicos de aire y otros menesteres. Si hubiera que poner una fecha de defunción de estos juegos, sería 2001. Fecha significativa si las hay, Ricco –que se dedica profesionalmente a esto con su propio negocio desde el ’88– puede atestiguar todos estos cambios.
Walter Cristian Tevez, siete años más joven que Ricco, también se inició como discípulo de aquellos primeros maestros del rubro. "Empecé de chico, iba a las salas de videojuegos a jugar a las maquinitas, hasta que un día gasté tanta plata que le dije al dueño si me daba trabajo. Así comencé a ir con el dueño a recaudar a los lugares donde él alquilaba las máquinas por porcentaje. Trabajaba todo lo que es el Gran Buenos Aires, zona Oeste, Quilmes. Finalmente, me decidí a estudiar Electrónica para interiorizarme en el funcionamiento de lo que es un arcade, por eso soy técnico electrónico", cuenta Tevez, de San Justo, y que con 25 años en el rubro, se especializa en máquinas recreativas, mesas de pool y restauración de video juegos, flippers y autos.
Como otros más jóvenes de su camada, no tiene taller propio, sino que trabaja reparando para otros, haciendo changas y viajando por toda la Capital y más allá, donde haya algo para reparar. "Somos muy poquitos, contados con los dedos de las manos. Todo es cuestión de maña. Hay que meter mano, hay que quemar placa, fuente, romper tubo, romper de todo para poder aprender. Hay gente que hace un trabajo más complejo o especializado. Yo estoy para la gente que necesita salir del apuro con sus máquinas. Cuando vos llegás al local y están los pibes esperándote y diciendo: "¿No me marca una ficha, don?". Es la mayor satisfacción de un técnico."
Una segunda vida
Desde hace unos años, y como dice el crítico cultural Simon Reynolds, la cultura se muerde su propia cola en busca del rescate de hitos del pasado, entre ellos, el arcade, que vuelve así a la vida del modo más inesperado en bares y sitios de moda. De ahí que hoy vuelvan a estar de moda.
Ricco da cuenta de eso, como si su historia fuera un preludio del boom: luego de un hiato de varios años sin trabajo en el rubro, un amigo le dice que tiene máquinas viejas para vender. Allí da con unas 60 máquinas que habían permanecido olvidadas durante más de 10 años. Se las lleva a su casa, las repara, algunas las vende, otras se las queda. Se corre la voz y muchos se contactan para comprarle o venderle. En la última década llega a reparar y vender unas 2000 máquinas.
La meta principal de todo maquinero es regresar los juegos al estado inicial: reparar y restaurar las máquinas de salón para que quede todo lo más original posible.
Pero ¿qué implica el trabajo de reparación de arcades? Depende de las condiciones en las que se rescate la máquina. "El trabajo específico que hago es reparación y restauración de máquinas de salón, trato de que quede todo lo más original posible. Muchas veces, las reparaciones son artesanales, o sea, hay que improvisar con materiales de hoy en día, ya que los repuestos no se consiguen. Por el tamaño y peso de estas máquinas voy a domicilio y ahí comienza mi aventura. Todos me conocen como Planeta Nerd", relata Juan Manuel Medina (42), con local y taller en pleno Belgrano y 15 años en el negocio.
Juan aprendió de un reparador de Boulogne llamado Marcelo, a quien recurrió primero para arreglar una rockola de discos de vinilo del año ’78. "Ya en esa época había pocas personas que se dedicaban a lo que era entretenimiento de salón. Cuando fui a su taller a llevarle la rockola sentí que el tiempo estaba detenido. Me hice muy amigo y comenzó a explicarme y enseñarme los trucos y secretos de este rubro".
Aunque las técnicas puedan diferir, todos coinciden en algo: regresar los juegos al estado original es un desafío, y la meta principal de todo maquinero. Hay una gran diferencia entre máquinas con plaqueta original y aquellas con placa multijuego (varios en uno), que es perceptible, dicen, hasta para los usuarios. A sabiendas de esto, varios de los reductos con arcades contratan a técnicos para volver los juegos a su estado original. Aunque también están los "chantas", que venden máquinas que no solo no usan plaquetas originales, tampoco conservan la pantalla real (tienen led). Como hoy en día es bastante fácil construir las carcasas exteriores características (la web está llena de tutoriales), muchos se aprovechan del negocio.
"Son muy pocas las personas que arreglan todo, y ya son grandes. Yo siento que en este momento estoy ubicado en la nueva generación que se dedica a conservar y a restaurar estos arcades, y eso es una gran responsabilidad. Una vez terminado el trabajo, me doy el gusto de probarla", cierra Juan. Porque un fichín no se le niega a nadie.
Glosario
Maquineros: dueños de las máquinas, los que las rescatan, las cuidan y reparan.
Operadores: los que compran y rentan las máquinas a salones de juegos.
Precios
HC Arkanoid, Tetris, flippers y pinballs que antes se podían encontrar en una esquina abandonados o que se vendían por muy poco dinero, hoy salen entre US$10.000 y US$12.000.