Atlántida, la leyenda sumergida
Al parecer fue Solón, uno de los Siete Sabios de Grecia, el que difundió la historia de una isla maravillosa sepultada en el océano. Ahora, pleno siglo XXI, el emporio Disney transforma la fábula en dibujo animado
Las leyendas suelen recorrer caminos caprichosos. Parece que la de la Atlántida, el continente sumergido que ahora han vuelto a poner de moda los dibujantes de Disney, llegó hasta nosotros como derivación de un retiro laboral cumplido a la reglamentaria edad de 65 años. El que decidió jubilarse fue Solón (630-560 a.C.), después de gobernar Atenas durante 22 años y convertirla en una democracia modelo. Y lo decidió el día en que le ofrecieron permanecer en el cargo (era arconte, algo así como presidente de la república) de por vida y con plenos poderes. "La dictadura es uno de esos tronos de los que no se logra bajar con vida", parece que dijo después de rechazar la propuesta. Por algo se lo conoce como uno de los Siete Sabios de Grecia. Por eso resolvió que ya era hora de retirarse y ponerse a estudiar. Así que se fue a recorrer Oriente. Y en los lugares por donde anduvo aprendió un montón de cosas. Entre ellas la que más lo impresionó fue la historia de la legendaria isla -más grande que el Asia Menor- que recogió de un sacerdote en el delta del Nilo. Por lo menos, parece que era su tema preferido cuando, ya viejito y de regreso en Atenas, repetía a quien quisiera oírlo el cuento de esa Atlántida que había sido poderosa y que en tiempos remotos -9000 años antes de su propio nacimiento- había caído derrotada por los griegos, para finalmente desaparecer devorada por el mar, probablemente a causa de un terremoto. A Solón, podrá inferirse, nunca le faltaban oyentes.
Y, claro, el muy contemporáneo emporio Disney no podía sino echarle el ojo a una leyenda que por siglos ha venido teniendo tan buen rating. Pero no fue a buscar inspiración en Solón, que se olvidó de dejar escrito lo que tantas veces relataba, sino en Platón, que en un par de sus célebres Diálogos recoge la historia que su antepasado había difundo. Hay quien dice -nadie está libre de sospechas, ni siquiera Platón- que quizá coloreó la leyenda con algunas ocurrencias propias. La preocupación de Disney en Atlantis, el imperio perdido, de todos modos, no es descifrar el enigma ni ilustrar la leyenda. Así que a Platón apenas lo cita. Pero a él hay que recurrir si se quiere empezar por el principio: por lo que el egipcio le contó a Solón. Veamos: parece que cuando los dioses se repartieron la Tierra, la Atlántida le tocó a Poseidón. Puede imaginarse la alegría del barbudo dios de los mares, no sólo porque en la isla era profusa y variada la flora y abundaban el oro, el cobre y el hierro, sino porque ahí vivía Clito, una linda doncella de la que enseguida se enamoró. Poseidón era bastante celoso, de modo que subió a la montaña donde la chica tenía su casa y, por las dudas, la rodeó de muros y fosos llenos de agua. Allí vivieron felices durante mucho tiempo, el suficiente para que Clito le diera diez hijos, pero no de a uno sino de a pares, en cinco idénticos partos de geme- los. Al mayor lo bautizó Atlante y le aseguró la posteridad: su nombre dio origen al de la isla y también al del gigantesco océano. Pero también le dio la hegemonía después de repartir democráticamente el territorio en diez partes iguales, una para cada hijo. Como está perdido, bien pudo ser un paraíso: dicen que los atlantes vivían una vida simple y virtuosa. Todos los años se reunían y celebraban una ceremonia con banquete incluido. Y aprovechaban el concilio para juzgarse, noblemente, unos a otros. Aquí, según parece, termina la referencia de Platón, aunque no deja de informar que más tarde la isla y sus habitantes desaparecieron para siempre tragados por un cataclismo. El poder corrompe y parece que los atlantes, orgullosos de su poder, trataron de dominar el mundo, hasta que tropezaron con otra potencia más dura que ellos. Sólo que a Zeus este engreimiento lo puso de muy mal humor y decidió darles a sus herederos un escarmiento definitivo: mandó el continente entero al fondo del mar. Quizás exageró, pero gracias a esa severidad tenemos la leyenda que ha dado pie a tantas conjeturas y esta flamante hipótesis dibujada con que Disney promete entretener a quienes disfruten de la aventura. Y no hay peligro: después de Atlantis, el mito subsistirá. Gracias a Zeus.