Dicen que el color es una de las mejores formas para expresar estados de ánimo y mostrar un pedacito del alma. El rojo "feliz" (techo incluido) de buena parte del departamento que acaba de estrenar Benito Fernández (59) en Palermo define muy bien su presente perfecto. Amor y trabajo le sobran al diseñador preferido de Máxima de Holanda, que está felizmente de novio hace dos años y medio y tiene una agenda repleta de trabajo, que incluye, entre otras cosas, un papel destacado como jurado en Corte y confección (El Trece).
"No tenía pensado mudarme. Pero Maggie Perego, una de mis asistentes, encontró este departamento cuando buscaba para ella y pensó en mí", cuenta Benito, mientras acomoda almohadones y revistas. Y sigue: "Apenas entré me enamoré, y eso que no era lo que es hoy. Lo más loco es que los dueños tampoco estaban convencidos de vender. El edificio entero es de toda una familia y acá funcionaba el consultorio del padre, eran muchos recuerdos para ellos. Por esos días, conté en una nota que mi objeto fe tiche, que me acompañó toda una vida, era una imagen de madera de Santa Teresita que me regaló Teresa Orfila cuando abrí mi primer local, ya hace treinta y tres años. Una de las propietarias que no quería vender leyó la nota y como es devota de la santa, finalmente accedió. Sólo me pidió que la Virgen que está en el jardín, que es donde ellos jugaban de chicos, no la sacara. Y quedó.
El color funciona como hilo conductor porque todos los objetos que ves acá no tienen que ver con una estética sino con una vida, con afectos, con vivencias
–¿Quién te ayudó con el proyecto?
–Julio Oropel, que además es amigo. Los ventanales se hicieron a nuevo, se tiraron abajo paredes, agregamos la pileta… Yo sumé mi impronta. Él es muy minimalista y yo le vine con el color de las paredes, con todos los chiches de mis viajes… [Se ríe]. El color funciona como hilo conductor porque todos los objetos que ves acá no tienen que ver con una estética, sino con una vida, con afectos, con vivencias. El color comunica todo, como la moda.
–¿Qué dice de vos concretamente?
–Que a los 59 años estoy en mi mejor momento porque aprendí a disfrutar, me siento más seguro y reinventado. Es muy difícil mantenerte en el tiempo y reinventarte. En este momento soy el diseñador más viejo del mercado. Trayectoria tenemos todos, pero es cierto que soy el más viejo. ¡Yo me agarré a esta generación con las uñas! [Se ríe]. A pesar de que atravesamos un momento difícil en el país y a veces estamos cansados de pelearla, no puedo quejarme porque tengo trabajo y miles de proyectos. La televisión me sumó, además, una linda cercanía con la gente, que me estimula a seguir adelante. El otro día, en un aeropuerto, un chiquito me pidió una foto porque me ve todas las tardes mientras toma el té con su abuela. Fue muy lindo. La calle es todo: desde protestar, apoyar un partido político, o mostrar la moda con blogueras, es lo que más te conecta con la gente. Hace diez años empecé un proceso de cambio de imagen, salté de la alta costura al prêt-à-porter, y a hacer, por ejemplo, remeras para supermercados, zapatillas para Topper… No quise quedar encapsulado en algo que en este momento no nos representa, por más que la alta costura es lo más lindo, maravilloso y creativo que hay para un diseñador y está en mi ADN. De hecho, me encanta seguir vistiendo a Máxima, pero son cosas que quedan como encapsuladas. La gente hoy quiere tenerte cerca, tener tu perfume. Por eso también trabajo activamente en las redes sociales (en Instagram tiene más de 600 mil seguidores). Fue todo un proceso.
–¿Cómo hiciste ese clic?
–A lo largo de mi vida tuve que vencer muchos prejuicios. De chico era disléxico y, entonces leía y escribía mal. No me victimizo porque tuve una infancia muy linda en cuanto a mis afectos y mi familia, pero el afuera era muy difícil. Por más que mis padres no me lo dijeran seguro pensaban: "Este no va a hacer nada". ¡Yo mismo lo pensaba! Después vencí prejuicios con la carrera que elegí, con mi sexualidad, con saltar de la alta costura al prêtà-porter… En la moda hay, además, un prejuicio con la vejez. Entonces tuve que adaptarme. Yo siempre digo que vale la pena vencer los miedos y animarse.
Zeus es uruguayo, sociólogo y hace dos años y medio que estamos juntos. El año pasado se instaló acá porque es difícil la distancia
Mas allá de que le haya hecho más de treinta vestidos, sin ser amigos, hay una relación con Máxima. Es un placer vestir a la reina más mirada de Europa
REINA DE LA MODA
–¿Por qué creés que te elige Máxima de Holanda?
–Creo que porque se ve joven con mi ropa. Cuando necesita otra cosa se pone Valentino.
–¿Cómo empezó la relación entre ustedes?
–Primero vestí a su cuñada, Mariana, por entonces casada con su hermano Martín. Como los padres de Máxima no iban al casamiento, ellos los representaron. Fue muy fuerte, al día siguiente, verlos en la foto que repartió la Casa Real, donde los novios posaban con sus padrinos y los representantes de las Casas Reales. Yo no fui su primera opción. Mariana había llamado a otro diseñador que la atendió de mala manera. Entonces, a través de una amiga de Martín que es productora, Mechi Ugarte, llegaron a mí. También para ese día vestí a las cinco mejores amigas de Máxima. Años después, la vestí a María, su mamá, para el bautismo de Amalia, la mayor de las hijas de Máxima. Y ahí empecé con ella.
–¿Para qué ocasión la vestiste por primera vez?
–Fue para una gira por Latinoamérica, diecisiete años atrás. Aunque teníamos amigos en común, nunca habíamos tenido contacto. Un día me llamó al celular y me preguntó en qué piso era mi atelier. Apenas le respondí, tocó el portero eléctrico. ¡No me dio tiempo ni a prepararme! Pero lo más loco fue el contexto en el que se dio.
–Contanos.
–Yo me había fundido y había alquilado un local en Barcelona para irme a trabajar allá. Con mis últimos pesos había sacado el pasaje y estaba a cuatro días de irme. Imaginate lo duro porque, además de la debacle económica, tenía que dejar a mis hijos, que eran chiquitos. Pero Máxima me compró cinco vestidos y tuve que retrasar mi vuelo para hacerle las pruebas. Cuando quise cambiar el ticket, salía como uno nuevo. Mi madre tenía muchos puntos en la tarjeta y me lo cambió para que pudiera cumplir el trabajo, pero como no había mucho lugar en el avión, tuvo que poner además plata y me sacó en primera. La casualidad es que Máxima viajó en el asiento de atrás. Yo llevaba unos bolsos Louis Vuitton que me había dado mamá y parecía que era el diseñador que triunfaba en el mundo… [Se ríe].
–¿Qué vínculo tienen?
–Mas allá de que le haya hecho más de treinta vestidos, sin ser amigos, hay una relación, estuve en muchos momentos importantes de su vida, lindos y malos. Es una mujer de una gran delicadeza. Por ejemplo, este año cuando murió mamá me escribió. Años atrás, cuando se anunció que iban a ser reyes, eligió un vestido mío para la primera foto; y cuando se hizo una exposición de sus mejores trajes, en la vitrina principal puso uno mío. Por eso la gente la adora. Es un placer vestir a la reina más mirada de Europa, porque, además de que la queremos porque es argentina, es la más mirada.
CORAZÓN CONTENTO
Con sólo nombrar a Lucas (32) y a Marina (27), sus hijos, a Benito se le ilumina la cara. "Lucas, que estuvo trabajando ocho años con su música desde el anonimato, salió a la luz y le está yendo espectacular. Él no quería saber nada de notas, ni de que lo relacionaran conmigo, pero ya está. Tiene un estudio analógico, compone y lanzó hace dos meses un tema, "Estás regando una planta de plástico verde". En el caso de Marina, trabajamos juntos, que es algo que me encanta y nos llevamos superbien. Ella hace todas las estampas, la gráfica, la comunicación, la estética de todas las licencias. Le dio una cuota de frescura a mi empresa.
–¿Y el amor?
–Estoy en pareja con Zeus (Fernando Mazzoni), que es uruguayo y sociólogo y una persona muy interesante. Al momento de conocernos estaba trabajando los fines de semana en Paul, lo de Pablo Chiappori, y hace un año se instaló acá porque era difícil la distancia. Benito sonríe. A la vuelta de la esquina del cambio de década, el saldo es más que positivo.