La oferta es cada vez más abigarrada y los varietales crecen a medida que el mercado se potencia. Un especialista nos brinda algunos secretos para no equivocarnos.
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Hay quienes enfrentan una carta de vinos como si se tratara de un mapa caminero checo. Y muchos hasta desconfían de quien debería conocer la ruta mejor que nosotros: el sommelier. Por ello, cuando el mandato es que nadie puede no saber de vinos, el prejuicio es ver al sommelier como alguien listo para poner en evidencia nuestro analfabetismo enológico o para hipnotizarnos para que compremos su vino más caro. "Es curioso cómo la gente acepta ponerse en manos de otros profesionales sin chistar. Se admite que el mecánico o el médico saben más que nosotros, pero se desconfía casi naturalmente de un experto en vinos –dice Marcelo Rebolé, sommelier del Palacio Duhau–. Un sommelier no está para discutir con el cliente ni para dar cátedra. Hay que verlo como lo que es: un asesor y, finalmente, un aliado. Está para aconsejar sobre lo que mejor conoce, que es la cocina y sus posibilidades de armonizar con los vinos que posee la cava de su restaurante." Por eso, Rebolé condensa su vasto anecdotario sobre comensales enfrentándose al vino en estos tips, pocos pero exactos, para estar preparados a la hora de evitar un error garrafal.
NO PROFERIR ONOMATOPEYAS CUANDO SE PRUEBA EL VINO
Se trata de un vino, no de un orgasmo. Si ya el exceso de "¡Oh!" y "¡Ah!" es digno de desconfianza en otros ámbitos, no tiene lugar a la hora de aprobar un descorche. Tómese su tiempo, pruébelo y hágale saber al mozo si le parece bien o no sin estridencias.
NUNCA UN VINO DESCONOCIDO EN UNA CENA DE NEGOCIOS
Esta es la ocasión perfecta para equivocarse a lo grande. Puede ser un comentario del tipo: "Este es bárbaro, lo tomo siempre", cuando se trata de un vino que acaba de salir al mercado. Si pasa, pasa. Pero si alguien en la mesa se da cuenta… Lo ideal es ordenar algo que ya se haya probado. Y si es de una etiqueta poco conocida, mejor aún.
ATENCIÓN A LOS DETALLES
La estadística da cuenta de que, de cien personas que van a un restaurante, a ochenta y cinco no les importa qué van a tomar, a diez sí y las otras cinco saben más que el sommelier. De nada vale tratar de causar impresión comprando una botella de 500 dólares si no se sabe sostener correctamente una copa. El tallo ha sido diseñado para ese menester. O si no, es posible tomarla del pie.
CARNES ROJAS CON UN VINO IDEM
Se trata de una ley derogada hace rato. "En dos mesas con la misma comida no siempre se beberá lo mismo. Si es una cena de negocios, seguramente el cordero podría ir con un Malbec, pero si en la otra mesa hay una pareja de tortolitos festejando algo, tal vez prefieran un champagne rosado. Pienso que también habría que tener en cuenta, además del producto que constituye el plato, la salsa, que es una presencia que suele ser determinante en muchos casos", cuenta Rebolé.
PREGUNTAR NO ES SEÑAL DE DEBILIDAD
Convengamos, por más gourmand que uno sea, difícilmente se pueda competir con las 60 o 70 pruebas que un sommelier enfrenta en un solo día de trabajo. Porque se dedica a eso, ése es su métier. Así que relax… La recomendación es dejarse llevar por alguien que estuvo allí antes que nosotros. Es la mejor manera de aprender.
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