A los 93 años, Don Ulises Barrientos continúa al frente del local que heredó de su padre; su marca es una de las más renombradas del país.
Don Ulises Barrientos, de 93 años, se encuentra frente a una mesa de billar de cedro. Luce elegante: camisa celeste, corbata bordó, pantalón oscuro, cinturón (que lleva sus iniciales) y saco color blanco. Toma su taco predilecto, le coloca un poco de tiza, acomoda las bolas sobre el paño verde y con suma precisión se prepara para el tiro. “El billar es un arte”, afirma, desde su clásico local de Caballito que lleva su apellido. Sonríe al descubrir que su habilidad sigue intacta.
De fondo, se oye el timbre. “Buenas tardes, en qué puedo ayudarle”, saluda Ulises al cliente, con la amabilidad que lo caracteriza, y lo invita a pasar a “su casa”, como él llama a su negocio. Enseguida, le solicita un ajedrez y un mazo de cartas para obsequiarle a nieto. Con una vitalidad digna de admiración, le muestra diferentes opciones y lo aconseja con la voz de su experiencia. Son años de trayectoria en el rubro: desde 1930 que Barrientos es reconocido por sus diseños artesanales de mesas de pool y billar, juegos de mesa y de salón, sapo, metegol, ping pong, entre otras actividades lúdicas.
La marca más famosa, certificada
Su historia comienza a escribirse en 1930 en el barrio de Constitución, precisamente en la esquina de Lima y Cochabamba. Allí, Don Vicente Barrientos Suárez, el padre de Ulises, abrió su primer local y taller con producción artesanal. “En una época él tuvo un café sobre Av. Pedro Goyena, llamado “El Cóndor” con un amplio salón con diez mesas de billar. De a poco, comenzó a interiorizarse en el deporte y en el mantenimiento de las mesas. Años más tarde, junto a un socio, que tenía experiencia en el rubro, se animaron a montar su propio negocio”, rememora Barrientos, sentado en su escritorio repleto de papeles con distintos pedidos de sus clientes.
Detrás lo custodian recuerdos de otras épocas: fotos de los Campeonatos Mundiales de Billar a Tres Bandas con el campeón belga, Raymond Ceulemans, y varios diplomas, entre ellos, uno de honor que certifica a “Billares Barrientos” como la marca más famosa renombrada y popular en Argentina en materia de billares y juegos de salón.
Ulises desde pequeño fue un niño curioso y con quince años, recién cumplidos, comenzó a interiorizarse en el oficio. “Era joven, pero me vine al taller con mi padre. Él siempre me inculcó que: “Para mandar hay que saber…porque sino te pasan como alambre caído. Yo quería aprender, absorbía todo como una esponja”, rememora. Con el tiempo, descubrió los secretos para la elaboración de los accesorios -como los tacos- y el diseño esmerado para cada una de las mesas. En sus primeros pasos, arrancó como cadete y se encargaba de cargar los pedidos en los camiones.
De aquella época rememora una singular anécdota: “Tenía 20 años y un amigo de mi padre, Severino, me pidió que fuera a colocar una mesa llamada “La Porteña” de 1924, tallada en madera de nogal, a Juan Domingo Perón. Fui a la antigua residencia Presidencial de la República Argentina y la armé en el salón que me indicaron. A Perón no lo vi. Si llegó a jugar al billar allí tampoco lo sé”, cuenta.
El auge del pool y nueva fábrica
Años más tarde, el jovencito se dedicó a las ventas y la atención al público. Su gran simpatía lo acompaña desde entonces. “Al cliente hay que atenderlo y asesorarlo con toda la amabilidad del mundo”, dice, sobre la escuela que le dejó su padre. En la década del 80, lamentablemente, Vicente falleció y Ulises se puso al hombro el negocio. “Fue difícil, pero logramos seguir adelante”, afirma.
Al tiempo, instaló una nueva fábrica en Barracas. Es que en aquella época, había gran demanda de mesas para los salones de billar, en distintos barrios porteños, y para los Campeonatos Mundiales. “En las competiciones solía colocar tres mesas con diferentes diseños”, rememora. Luego, llegó el auge del pool y los clientes se acercaban en busca de tacos y mesas con su sello de calidad. “Se vendían por mes entre 10 y 12 mesas. Era algo impresionante. A veces, me las encargaban también principiantes”, dice, con añoranza. También realizó entregas a importantes hoteles y diferentes embajadas.
La mesa de colección que pesa 1400 kilos
A fines de los 80 mudó su histórico local a su ubicación actual: Formosa 581, en Caballito. “A mi señora Ofelia, le encantaba la zona. Al principio dudé porque nadie me conocía en el barrio. Ella me dijo que me quedara tranquilo ya que los clientes iban a venir a buscarme por mi nombre. Muchos nos decían que nos íbamos a fundir”, admite. Pero la predicción de su esposa no falló: comenzó a vender igual o incluso más que antes. Ulises se encargó de diseñar y ponerle su impronta a los icónicos muebles de roble del negocio: mostrador, estantes, cajones y taqueras.
A su lado, se encuentra uno de sus nietos Germán, de 30 años, pintando con laca una de las mesas de billar. “Esta la hizo mi abuelo, la estamos restaurando para que quede como nueva: bonita y brillante”, cuenta, mientras con un pincel le da los últimos retoques a una de las anchas patas. “Aquella es de cedro y está forrada en paño. Para cuando se ponga arriba no se estropeé la baranda”, ejemplifica. Actualmente, están restaurando para la venta seis mesas que ellos llaman “de colección”. Un dato curioso: la más grande llega a pesar unos mil cuatrocientos kilos.
El mejor taco
En una alta y pintoresca taquera con espejos están prolijamente acomodados los tacos con distintos tacos diseños y medidas. Hay básicos y hasta labrados, que parecen verdaderas obras de arte. Para Ulises, son piezas únicas. “Por eso, siempre aconsejo que vengan, lo prueben y vean cuál es el que más le gusta. Cada uno tiene su peso, tamaño y madera distinta. Es muy personal y particular: uno que para mí es excelente, a otro no le sirve. Es como un zapato”, dice. Y admite, que hay clientes que prueban más de diez hasta encontrar el indicado. “Lo importante es que se sientan cómodos. Igual siempre les digo: “El taco ayuda, pero no juega”, expresa, entre risas. A su local se acercan desde jóvenes aficionados hasta señores mayores con gran experiencia en el deporte.
Detrás del mostrador de madera, Fiorella, su nieta de 31 años, acomoda una caja con bolas de colores para el pool. Desde antes de que comience la pandemia del Coronavirus, ella acompaña a su abuelo en el manejo del negocio. “Me encanta poder continuar con su trabajo de toda la vida”, confiesa y cuenta que en pleno confinamiento crecieron las ventas de los juegos de mesa y las cartas. El ajedrez, fue uno de los más solicitados. Es que según dice: “Se puso de moda por la serie Gambito de dama”. También pican en punta los naipes, dados, Bingo y Buraco. “Hay clientes que nos eligen desde hace años y muchos que llegan por recomendación. Los que vienen por primera vez se sorprenden con la variedad”, admite la joven.
Para Don Barrientos, este local de barrio es su vida. “Me crié en esto y me gusta. Lo manejo de taquito”, admite, entre risas, y con gran precisión realiza otro tiro perfecto. “Me gusta que la bola de varias vueltas y haga un dibujo en la mesa. Realmente es apasionante”, remata.