El legado de Chaplin
Eugène, quinto hijo del genial artista con Oona O'Neill, cuenta a La Nación revista su vida en la mansión suiza junto con su padre. El lugar será galería, parque temático y centro cultural
En 2016, Charles Chaplin regresará a la casa en que vivió junto a la numerosa familia que tuvo con Oona O’Neill, cuando se inaugure el Chaplin’s World The Modern Times Museum. La galería, parque temático y centro cultural estará enclavada en la propiedad de 3000 metros cuadrados de Corsier-sur-Vevey, localidad de la Riviera suiza donde la estrella del cine mudo pasó los últimos 25 años de su vida. Se espera que el recorrido, que abarca su dura infancia en el Londres victoriano, su exitosa carrera en Hollywood y sus apacibles años suizos, convoque, anualmente, a unos 300 mil visitantes.
Eugène Chaplin, quinto hijo del matrimonio Chaplin-O’Neill, cuenta vía Skype que se trata de una idea largamente acariciada. "La gente se va a sorprender, porque será un espacio interactivo hasta con esculturas de cera al estilo del museo de Madame Tussauds. Y aunque la casa no se mantendrá igual a cuando estaba habitada, porque los rincones fueron reacondicionados para que la gente los recorra, el público podrá hacerse una idea de cómo era, gracias a que habrá fotos, documentos y proyecciones. Yo me he negado a ver el proyecto hasta que esté terminado. Es una casa cargada con recuerdos y me apena verla vacía", dice con tono pausado.
Los recuerdos de esa casa son tan preciosos para Eugène que, a fines de 2007, cuando se cumplieron treinta años de la muerte de su papá, le dedicó un libro: Le Manoir de Mon Pere (La mansión de mi padre). Cuatro años antes había rodado el documental Charlie Chaplin - Les années suisses, en que repasaba momentos íntimos de Chaplin, así como su amor por el circo y su talento como compositor, ya que además de actor, escritor, director, editor y productor, era un músico innato que tocaba el violín y fue el autor de la música de muchos de sus films.
Nacido en 1889, Chaplin se crió sin su padre, y con las ternuras y las oscilaciones de una madre trastornada, que era actriz y cantante. Por Navidad, fecha en la que murió en 1977, él y su medio hermano Sydney acostumbraban montar espectáculos teatrales por monedas, mientras otros niños abrían sus regalos al calor de una chimenea. Se casó cuatro veces y tuvo 11 hijos: uno con Mildred Harris, muerto a los tres días de nacer; dos con Lita Grey, y ocho con Oona. Según Eugène, quien lleva el nombre de su abuelo materno, el célebre dramaturgo Eugène O’Neill, sus padres siempre andaban tomados de la mano por los jardines de la casa. "Yo tuve un sentimiento de seguridad muy grande, porque ellos se amaban mucho. Mi madre manejaba la casa y mi padre trabaja en ella", señala. Cuando sus hijos volvían de la escuela, a las cinco de la tarde, Chaplin interrumpía sus tareas. En los veranos, jugaba al fútbol con Eugène y, una vez a la semana, si el tiempo era bueno, organizaba un asado. Al caserío también llegaban visitas ilustres. "Uno de nuestros vecinos era dramaturgo inglés Noël Coward. También estaba James Mason, a comienzos de los 60, pero quien realmente me impresionó fue Truman Capote. Era un hombre excéntrico y divertido", detalla Eugène. "Lo recuerdo con una campera muy roja. Él se sentaba y le decía a mi padre: Estoy escribiendo un libro sobre la pena de muerte, es absolutamente fantástico. La muerte por gas es completamente increíble. He ido a una o dos ejecuciones, se hacen tan rápido… Y mi padre le decía: Te volviste loco. Capote era un provocador…"
Cuando Charlie y Oona se casaron en 1943, fue un escándalo: él tenía 44 años y ella apenas 18, aunque ya era conocido el gusto de Chaplin por las jovencitas. Mientras el macartismo hacía de las suyas en los 50, la pareja debió enfrentar la persecución política del artista –que había filmado El gran dictador, en que parodiaba a Hitler, y había sido acusado de comunista– en los Estados Unidos, y así terminó radicada en Suiza. A lo anterior se sumó otro hecho: Eugène O’Neill no aprobó la boda. "Mi madre y su padre nunca volvieron a verse", relata Eugène. "Ella y mi padre dejaron los Estados Unidos para asistir al estreno de Candilejas (1952) en Europa y no los admitieron de vuelta. Ella fue muy valiente: fue a la embajada en Suiza y dijo: Siento vergüenza de ser estadounidense, ¿puedo devolver mi pasaporte?. Eso es una prueba de amor y respeto muy fuerte".
El exilio fue difícil para Chaplin. "Él sentía que hizo mucho por los EE.UU. y a la inversa también, pero estaba muy herido. Y también se interesaba mucho en saber qué pasaba allá. Le llegaban el New York Times y el Herald Tribune a casa. Por otro lado, gracias a que conoció a mi madre en tiempos difíciles, y luego se vino con ella a Suiza, donde fue muy feliz. Acá encontró paz y tranquilidad. Podía caminar por las calles sin ser importunado, y se atendía con el médico local", afirma Eugène.
Su padre y su madre se conocieron gracias a una prueba de actuación. "Después de que él murió, mi madre nos enseñó un film de un casting que hizo cuando tenía 17 años. Por lo visto, mi padre escuchó que había una hija del dramaturgo Eugène O’Neill que era muy linda y estaba haciendo una prueba para una película y, movido por la curiosidad, fue a verla." La joven Oona entonces le habría escrito a una amiga: "Acabo de conocer a Charlie Chaplin. ¡Qué ojazos azules tiene!". Un rasgo que camuflaban sus películas en blanco y negro.
¿Qué significó ser nieto de Eugène O’Neill? "Él murió el año que yo nací y por eso me llamaron Eugène. No lo conocí, pero sé que tenía una personalidad muy fuerte", contesta Eugène. "Mi madre se crió separada de él, ya que mi abuela se había divorciado de Eugène O’Neill, y ellas vivieron juntas en Nueva York, después de eso. Ella no pensaba mucho en él, pero se mantuvieron en contacto por correspondencia y, después de su muerte, ella comenzó a darnos sus libros."
Al parecer, Oona también era una buena escritora, que no desarrolló su talento. "Le encantaba leer y muchos escritores le mandaban libros para tener su opinión. También era sumamente generosa, nunca perdía la compostura y olvidaba fácilmente. Esto último lo heredé de ella", comenta Eugène. ¿Y de su padre? "Creo que, en general, un amor por las artes. Él amaba a los músicos, pintores, escritores. El coreógrafo francés Roland Petit, que ahora está muerto, me contó que cuando estaba en los EE.UU. hacía fiestas sólo para conocer a otros artistas, y mi padre, que ya era famoso, asistió a una. Petit se sorprendió y cuándo le preguntó por qué había asistido, le dijo que era porque quería saber qué hacía un coreógrafo francés en Hollywood. Mi padre era muy curioso. Le interesaba saber de dónde sacaban otros artistas la energía para crear."
Chaplin también era un artista excepcional, que buscaba la perfección. "Él era un hombre muy trabajador. Con nosotros, era estricto con nuestra educación, porque sabía que para llegar a alguna parte había que tener al menos eso. Por sus orígenes, para él era algo muy importante", subraya Eugène.
Creador de Charlot, el entrañable vagabundo de caminar zigzagueante y bigote pequeño, Chaplin hacía reír al público al tiempo que cuestionaba el mundo en que vivía. Fue un personaje polémico, que despertó aclamación y envidias. Su hijo dice que era un humanista al que no le gustaba que lo llamaran de izquierdas ni de derechas. Alguien que creía en el ser humano y en que cada cual debía tener una oportunidad en la vida. Eugène y sus hermanos heredaron esa forma de pensar. "Es probable que hoy Chaplin y Charlot dijeran algo sobre la crisis migratoria", analiza Eugène. "Pero más que eso, estoy convencido de que mi padre estaría totalmente en contra de la globalización, porque se trata de uniformar a la gente y de que pierda identidad. Eso es mediocridad, no originalidad. Y él era muy original."
En su casa, tanto a Eugène como a sus hermanos les gustaba ver los filmes de su padre. "Y a él le encantaba tener un público alrededor que riera", señala. En 1967, cuando tenía 14 años, él asistió al rodaje de La condesa de Hong Kong (1967), la última película que dirigió Chaplin, sobre un diplomático (Marlon Brando) que se enamora de una prostituta (Sophia Loren). La filmación fue en Inglaterra, donde el director llevó a su familia. "Aunque es sabido que su relación con Brando fue difícil, a mí me pareció muy dulce. En los descansos, él se sentaba conmigo y me enseñaba a hacer diferentes nudos con una cuerda", rememora Eugène. "Fue fantástico. Además, en el mismo estudio se estaba filmando Sólo se vive dos veces, de la saga James Bond, y había un gran volcán. Como niños, veíamos todo como un gran salón de juegos."
Ex director artístico de Nock, el segundo circo más grande de Suiza, con el que actualmente acostumbra a viajar como jurado de las competencias, y organizador de un festival circense propio en Canadá, Eugène fue en otros tiempos ingeniero de sonido. "Era un veinteañero que trabajaba para la ópera, en Génova. Entonces se construyó un gran casino y dentro un estudio (Mountain Studios). Los primeros clientes fueron los Rolling Stones, que tardaron como seis meses en grabar el álbum Black and Blue (1976). Con David Bowie grabamos Heroes (1977) y Lodger (1979), y nos hicimos amigos. Había un montón de otra gente. Con el tiempo, Queen compró el estudio, así que mi jefe era Freddie Mercury", relata divertido. "Disfruté mucho todas esas grabaciones. Mi gran arrepentimiento, eso sí, es no haber pasado más tiempo con Count Basie y Ella Fitzgerald. Entonces yo no tenía predilección por el jazz, y me dediqué sólo a registrar sus conciertos", se lamenta.
Si a Eugène no les fallan las cuentas, en 2015 el clan Chaplin cuenta con 28 integrantes. Además de Geraldine, que tiene la carrera actoral más importante, su hermana Victoria estuvo en Clowns (1970), de Fellini, y su hermano Christopher, en cintas como Vidas al límite (1995). De los nietos, Kiera (33), hija de Eugène y Bernadette McCready, es modelo y actriz; Oona (29), actriz de teatro, cine y TV, es hija de Geraldine y del director de fotografía chileno Patricio Castillo, y Carmen (38), hija de Michael, es actriz de cine. Fruto de la unión entre Victoria y el actor y escritor francés Jean-Baptiste Thiérrée, están también Aurélia (44) y James (41). La primera es actriz de cine y comediante, con espectáculos propios como L'Oratorio d'Aurélia, y James Thierré es un talentoso actor, artista circense, violinista, dramaturgo y director del grupo teatral Compagnie du Hanneton. ¿El legado de Chaplin está asegurado, entonces? "Espero que sí", responde Eugène.
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