El pueblito de los Esteros del Iberá que floreció gracias a sus mujeres

Romina Farinon (31) está entusiasmada. Esta tarde recibirá al primer grupo de turistas que se anotaron en la nueva experiencia que ofrece en Airbnb. Los espera ansiosa en su pintoresco comedor "Los amigos", un clásico de la Colonia Carlos Pellegrini, en la provincia de Corrientes, y en dos horas les enseñará la receta legendaria de sus chipá mbocá. Como Romina, cada vez son más las mujeres que en este pequeño pueblo (con unos 870 habitantes) y en otros portales de los Esteros del Iberá, encuentran en el turismo una posibilidad de trabajo.

Antes de que se creara la Reserva Natural Iberá en 1983, la Colonia Carlos Pellegrini sufrió un éxodo de habitantes. Es que los jóvenes no conseguían empleo (antes la mayoría vivía de la caza, la ganadería o de las arroceras), en el pueblo no había posibilidad de estudiar ningún terciario y las mujeres solo podían ser amas de casa. En 2018, se creó el Parque Nacional Iberá y sumado con el proceso de reintroducción de diferentes especies, liderado por CLT (Conservation Land Trust Argentina), muchos de los pueblos de los Esteros del Iberá tuvieron un gran crecimiento ligado al turismo. Recientemente, Airbnb en conjunto con Fundación Flora y Fauna Argentina, lanzaron un proyecto para promover distintas experiencias de impacto social allí, en el que las comunidades compartirán con los viajeros su cultura, gastronomía local y conocimientos del ecosistema.

"En los últimos años se vienen desarrollando cada vez más experiencias turísticas basadas en lo natural y también en lo cultural. Colonia Carlos Pellegrini, tiene una historia particular ya que fue pionero. Era un pueblo que prácticamente se estaba extinguiendo por el gran éxodo de la población joven en busca de trabajo y logró revertirlo. Las primeras tres posadas que se instalaron estaban comandadas por mujeres y lograron que de a poco los jóvenes del pueblo se vayan involucrando en las cuestiones turísticas. Esto también llevó a un cambio de mentalidad, pasaron de cazar los animales (para vender sus pieles o plumas) a ser una sociedad que los protege. Esto le permitió al ecosistema regenerarse y hoy puede ser un destino de naturaleza y de ecoturismo", cuenta Hada Irastorza, coordinadora del Programa Desarrollo Local en Iberá de CLT.

Romina sonríe y estira la masa de los chipá mbocá, de reojo mira las brasas que ya casi están listas para cocinar su especialidad. La receta la aprendió de su madre, Mabel, que desde 1995 está al frente del primer comedor del pueblo. Primero comenzaron atendiendo a la peonada y con el boca a boca se fue llenando de turistas. Su fórmula secreta lleva un kilo de fécula de mandioca, una cucharada sopera de sal, 200 gramos de manteca, cuatro huevos, 500 gramos de queso y un poco de leche para unir la preparación. Cuando está en su punto justo, envuelve una tacuara (caña) con un poco de masa (tiene que quedar parejo, ni muy finita porque se quiebra ni muy gorda ya que tardará demasiado en cocinarse) y la coloca cerca de las brasas. Luego, la va girando lentamente hasta que se vaya dorando. "Es importante controlar la cocción e ir girando la caña suavemente. Cada chipá tarda aproximadamente 10 minutos en estar listo", explica sentada en un pequeño banquito al lado del fuego y reconoce que es una fanática de este manjar: "Lo puedo comer a toda hora, en casa siempre fue un ritual el hecho de sentarnos al lado fuego y esperar a que esté listo".

Mucho más que chipá

Hubo una época en la que el comedor abría solo en temporada alta, pero con el crecimiento del turismo ahora atienden todo el año. Dentro de los platos típicos de la casa ofrecen el mbaipy, un guiso similar a la polenta hecho con harina de maíz. "El turismo ayudó un montón, antes teníamos que irnos a buscar trabajo a otras zonas y dejar el pueblo. Ahora también las mujeres tenemos más espacio en áreas que antes estaban destinadas a los hombres. Fuimos aprendiendo en base de los intereses de nuestros visitantes. Hoy en día seguimos en ese proceso de aprendizaje", agrega, quien es una especialista en la pastelería local y famosa por sus budines de yerba mate y los alfajorcitos de mandioca.

De hecho, muchas posadas y hosterías le encargan sus productos para ofrecerlos en los desayunos o meriendas. Además, se sumó a formar parte de la Red de Cocineros del Iberá (impulsada por CLT, la fundación Yetapá y el INTA) que reúne a 102 personas de distintas localidades de los Esteros para compartir y rescatar recetas autóctonas y difundir sus especialidades a lo largo y a lo ancho del país. Este año, algunos de los cocineros estuvieron presentes en la Feria Masticar y brindaron clases magistrales de sus platos típicos como el mbaipý, chipá mbocá, mbeyú y pastelitos de hojaldre.

Guías de lujo

Mientras cae el sol y comienza a refrescar un poco, un grupo de turistas escucha atentamente a Marilín Cabrera (27). Ella es una de las flamantes guías culturales de Pellegrini y está orgullosa contándoles los secretos de su querido pueblo, en el que se crió desde pequeña. Durante el recorrido visitan el Paseo Turístico Peatonal Curupí, que se inauguró hace unos pocos meses, y les anticipa que próximamente va a abrir un nuevo bar con cafetería. Antes de convertirse en guías visitaron casa por casa para invitar a otras mujeres a participar, luego recopilaron datos de anécdotas e historias de los pellegrineros y también entrevistaron a los mayores, quienes recordaban con lujo de detalles los hitos más importantes del pueblo.

Hoy, seis mujeres ya se convirtieron en guías culturales y poseen su carnet de habilitación municipal para acompañar a turistas en esta apasionante recorrida. "Fuimos en busca de la historia de los pobladores más antiguos: los que trabajaron en la arrocera, los que cazaban (llamados mariscadores) que se internaban en la laguna Iberá y hasta consultamos temas de religión. Luego, compilamos todas estas historias en un libro. Lo que más disfruto de ser guía es contar la historia de mi pueblo, es algo que me encanta y es una linda salida laboral", admite Cabrera, con orgullo. Actualmente hay dos recorridos: uno a pie y otro en vehículo (duran aproximadamente una hora y media). Se visita la Municipalidad, el lugar dónde se compraban los cueros, la plaza, las casonas más antiguas y la Iglesia.

Las hermanas Sara y Mercedes Medina, también son guías culturales y durante el recorrido cuentan diferentes leyendas del pueblo, como la del famoso lobizón. Además, reciben en su quincho a turistas que quieran disfrutar de los platos típicos de la zona acompañados de bebidas frescas con Marcelita o menta. Su madre, Eusebia era partera, curandera y un personaje muy querido en el pueblo. Sara heredó su don y hoy continúa con el legado: los vecinos siempre que están enfermos van a visitarla y ella los cura invocando a San Pantaleón.

Son las ocho de la noche y en la cocina de los Frete ya se huele el aroma al relleno de empanadas de carne. Desde temprano, Paula, a la que todos le dicen cariñosamente Palu, está preparando la masa y estirándola con el palote. La receta es la misma de siempre, la que le enseñó la tía Pocha. "Los Frete de Iberá", así se hace llamar la banda familiar, ya están listos para recibir a un grupo de turistas en patio de su casa. Diana está vocalizando, Jesús, el más pequeño prueba el acordeón y Ramón José, mejor conocido como "El Pibe" rasguea la guitarra.

"Lo que hacemos es contar y cantar, siempre nos inspiramos en el entorno: la inmensa naturaleza del Iberá. Vamos rescatando historias, analizamos cómo el pueblo vivió los distintos cambios y los pincelamos con canciones. Escribo junto a mi padre. Él suele inspirarse más en lo que ya sucedió, en los personajes, las vivencias y a mí me gusta más escribir sobre lo que se está viviendo ahora y el futuro. Jesús nos ayuda a darle forma, ritmo y melodía y Flavio, otro de mis hermanos también canta. Es un lindo trabajo en equipo.", expresa Diana Frete, a LA NACION, quien recientemente se inspiró en las guías culturales y les dedicó un tema especial. Y agrega: "El turismo le dio la base para la proyección a la comunidad. Mucha gente viene a Iberá a conocer su flora y su fauna, pero hay varios que regresan por la calidez de su comunidad, de su gente". Antes de que concluya el show en vivo de chamamé, los anfitriones traen las empanadas de carne fritas con vino tinto. La luz de la luna y las estrellas acompañan, la noche ya es pura emoción y festejo.

Con la creciente demanda turística el pueblito correntino, que se asienta a orillas de la Laguna Iberá, pudo reinventarse. Y las cocineras, guías culturales, artesanas del espartillo y las coordinadoras de las cabalgatas pudieron encontrar su lugar en la tierra que las vio crecer.