Marcelo Laise armó su propio helicóptero, lo bautizó Fénix, y luego de años investigación y desarrollo, fue aprobado por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) y ya está volando
Cumplir un sueño, proponerse algo firmemente hasta llevarlo a cabo, son conceptos que Marcelo Laise repetirá una y otra vez a lo largo de esta entrevista. Nacido en Avellaneda y radicado desde hace años en Mar del Plata, Marcelo construyó su propio helicóptero en el garaje de su casa. Lo bautizó Fénix, y luego de años investigación y desarrollo, fue aprobado por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) y ya está volando.
“Mi sueño con el helicóptero empezó hace 30 años. Pero como siempre supe que era muy caro, me dediqué al vuelo en parapente. Hoy soy instructor de parapente, y también trabajo con aviones. Los comentarios que siempre tuve de la gente fueron que estaba loco, que me iba a matar, que no iba a volar, que lo iba a hacer pesado, que no iba a estar dentro del rango. Tuve muchas trabas, pero siempre salió adelante, por eso desarrollamos el nombre Fénix”, cuenta Laise, mecánico de automóvil de profesión con una larga experiencia como constructor. Anteriormente incluso había armado una moto, un auto de carrera, y reconstruido cuatro aviones de la Primera y Segunda guerra mundial.
Justamente, fue después de aquella etapa de los aviones cuando decidió muy firmemente cumplir el sueño de tener su propio helicóptero, y enseguida puso manos a la obra a un prototipo construido en madera.
“Empecé a hablar con Augusto “Pirincho” Cicare, creador e inventor de helicópteros de Saladillo, y cada vez que iba para allá hablábamos mucho y tomaba sus recomendaciones. Ya en 2010 conseguí unos tacos de madera donde empecé a elaborar mi sueño, y me puse a trabajar. Tenía una moladora vieja, la desarmé, y con esos engranajes puede hacer mi primera caja reductora terminada. Y así, de a poco fui armando mi sueño, siempre en madera, hasta que lo tuve armado en un 60 por ciento. Una vez terminada esa etapa, dije ahora es el momento de empezar a trabajar firmemente con el aluminio”, recuerda Laise, recientemente declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Mar del Plata por el desarrollo de su helicóptero, para el cual consultó distintos tutoriales de Youtube.
“El desarrollo de ese primer helicóptero en madera me llevó prácticamente dos años. Y en 2014 arranqué con el de aluminio. Me metí a ver tutoriales por internet porque en el ambiente del helicopterista no hay quien te venda un juego de planos, nadie. Es un ambiente muy cerrado, gente que estuvo muchos años para poder investigar, trabajar y desarrollar el helicóptero, y es muy celosa de la información, aunque por ahí te tiraban una punta. Sí quiero destacar a Gustavo “el Gato” Brea, gran helicopterista argentino que fue piloto en Malvinas y me ayudó mucho. Durante la pandemia hicimos un curso por zoom, para trabajar lo que es el cabezal principal de las palas de arriba, el centro de presión, la fuerza centrífuga del rotor. Eso me llevó unos cuantos meses, porque no es fácil, pero tampoco es imposible”, sostiene Laise.
Por fin llegó la hora del primer vuelo… que no fue un vuelo, sino un primer “saltito” apenas dos meses antes de la pandemia. Eran las primeras pruebas para levantarlo y bajarlo. El Fénix quería empezar a volar.
Entre ensayo y error, en 2018 finalmente el helicóptero pasó las pruebas y certificaciones que exige la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), y luego de varias visitas de un inspector, que controló los materiales y los procedimientos, finalmente a comienzos de 2019 obtuvo la matrícula Lv ux -147 y quedó habilitado para volar. Entonces, cuando el mundo parecía sonreírle, Laise tuvo que venderlo por apremios económicos. “Por esa época una tormenta me voló el techo del galpón y me volteó una pared que rompió la casa de una vecina. Y como en ese momento no teníamos dinero, lo tuve que salir a vender para poder pagar los daños”, se lamenta.
Lejos de amedrentarlo, las dificultades sirvieron para fortalecer su proyecto, y luego de construir un segundo helicóptero, finalmente, en 2022 comenzó a hacer nuevas pruebas con el tercer helicóptero, con el que logró hacer el vuelo más largo en un campo situado en Chapadmalal, una triangulación de 16 kilómetros de distancia.
“Hoy seguimos haciendo las primeras pruebas. Ya tenemos 15 horas de vuelo, entre 30 y 40 despegues y aterrizajes. Lo vengo volando yo, no tengo un piloto de prueba. Y se vuela bien, es una belleza volarlo, es rápido de comandos, tenés que estar muy atento, muy activo. Dentro del rango de un ultraliviano, que no supera los 150 kilos”
“Hoy seguimos haciendo las primeras pruebas. Ya tenemos 15 horas de vuelo, entre 30 y 40 despegues y aterrizajes. Lo vengo volando yo, no tengo un piloto de prueba. Y se vuela bien, es una belleza volarlo, es rápido de comandos, tenés que estar muy atento, muy activo. Dentro del rango de un ultraliviano, que no supera los 150 kilos, hoy el Fénix puede alcanzar una velocidad de 60 km por hora, vuela recto y nivelado”, apunta Laise, que por estos días lleva un libro donde anota todos los problemas que surgieron desde la hora cero de vuelo, desde ajustar una abrazadera o poner un precinto en un lado hasta el trabajo con las mangueras de combustible que se resecaban con el sistema de vibraciones.
La vida a motor
El sueño de Marcelo de armar su propio helicóptero en el garaje de su casa no surgió de un día para el otro, más bien es consecuencia de una vida dedicada a la mecánica. Cuenta que con 11 años le puso un motor de una moto a su bici y a los 16 armó su primer auto de carreras en el taller de su tío Toto, un Fiat 600 al que le puso el motor de un 128, le adaptó la caja de un Renault 12 y algunos accesorios de un 147.
“Con ese Fiat empecé a ir a las picadas en la ciudad de Wilde, luego fui campeón en la categoría que era clase 5″, recuerda.
En 1999 diseñó un paramotor con el motor de una motosierra, y la Fuerza Aérea Argentina lo distinguió como deportista del año por su trabajo. “Un año después, despegamos del acantilado de Mar del Plata y pudimos hacer una unificación. Pasamos por arriba de la sierra, llegamos un poco antes de Balcarce, dimos toda la vuelta y fuimos para el lado de Otamendi, pasamos por el costado de Miramar y logramos regresar a Mar del Plata. Ahora cualquiera lo hace, pero en ese momento no. Luego hice todo un desarrollo, y con ese mismo modelo de la motosierra se lograron hacer 22 paramotores. Fue un golazo”, recuerda.
En 2012 también reconstruyó dos aviones de la Primera y Segunda Guerra Mundial, lo que también le valió reconocimientos en el país.
“Siempre me gustó la reconstrucción. Y yo quería revivir un avión del año 38 de la Segunda Guerra que se llama Ercupe, y encontré uno tirado adentro de un gallinero, en Bragado. Estaba totalmente detonado. Se trabajó durante dos años para poder restaurarlo todo, quedó totalmente a nuevo. Muy contento, con ese avión me iba a Córdoba, a Santa Fe, habré hecho 10 viajes a Buenos Aires, a Pinamar, muchísimos viajes. Y después lo tuvimos que vender y seguimos con otros. Era u avión rápido y de ala baja”, sigue Laise.
¿Cuál es el valor de mercado de un helicóptero de las características del Fénix y cuánto invirtió Marcelo Laise en hacerlo? “Comprar un helicóptero acá en Argentina siempre fue muy caro. Por eso, para cumplir mi sueño de tener un helicóptero decidí armarlo para mí. A la vez, traerlo de afuera es imposible. Un helicóptero ultraliviano como el Mosquito canadiense ronda los 50 mil dólares, más el 25 por ciento (de impuestos), de entrada al país, y la verdad no se puede. Crear mi propio helicóptero me costó poco dinero, porque se trabajó con aluminio que ya tenía, otros caños que me dieron, gasté muy poco. Sólo se invirtió en el motor, que en su momento se pagó 1500 dólares, las palas también, se pagaron en cuotas, y después el instrumental es todo de auto o de lancha, que se fueron rescatando de la bolsa. Es un proyecto de hace 30 años, y otros tanto juntando porquerías. Plata cero”, señala Marcelo.
Y concluye. “La semana pasada estuvimos en La Plata con un ingeniero helicopterista que trabaja en la policía de la provincia de Buenos Aires, Luciano Basílico, que me dio una mano para balancear las palas del rotor principal y también participamos de un festival de actividades aerodeportivas, que organizo la Escuela Paramotor la Búsqueda de Marcelo Toledo, donde pudimos hacer un vuelo con mucho éxito. Hoy el Fénix está descansando en el hangar. Se la ha desarmado en un 25 por ciento para revisar las cajas reductoras, controlar el rodamiento, el sistema de las rótulas. Así que seguiremos trabajando, volándolo y disfrutando de todo lo que está pasando”, concluye su creador.
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