A los 38 años a Román le diagnosticaron esa enfermedad y en 2018 sufrió una depresión. Sin embargo, el deporte le permitió salir adelante y cumplir grandes metas.
Desde que Román Luna (48) era muy chico se enamoró de la pelota de fútbol cuando comenzó a dar sus primeros pasos y pases en Saira, un pueblito rural de unos 700 habitantes ubicado al sudeste de la provincia de Córdoba.
Tan en serio se tomó ese deporte que durante su infancia jugó en su lugar natal y en ciudades vecinas hasta que a los 14 años tuvo la gran chance de viajar a Rosario para ser parte de las divisiones inferiores de Newell’s y hasta vivió un tiempo en la pensión del club. Allí vio de cerca a un tal Gabriel Batistuta, que en ese momento debutaba en primera, a quien años después lo tendría como el gran referente en su posición: centrodelantero.
El fútbol era su vida, el deporte su gran pasión. A los 18 viajó a Buenos Aires para probar suerte en River y lo ficharon para Cuarta División. Más allá de no haber jugada en Primera tuvo la suerte de ser compañero de jugadores de la talla de Bruno Marioni, Rolando Schiavi y Matías Almeyda, entre otros.
Un duro golpe
El tiempo fue pasando y como Román no pudo triunfar en el deporte que tanto amaba se reinventó, como a él mismo le gusta decir, estudió periodismo y desde hace más de 18 años se dedica a la comunicación digital. Para esa misma época conoció a Natalia, su compañera de vida, con quien tuvo a sus dos hijos: Valentina y Bautista.
La vida de Román parecía ser similar a la de cualquier esposo y padre de familia que trabajaba, salía con sus amigos y disfrutaba de su hermosa familia. Sin embargo, en octubre de 2012 comenzó a sentirse raro. Tenía hormigueo y debilidad en el brazo y la pierna izquierda, se le caían las cosas de las manos y su visión estaba borrosa, como si tuviera arena en los ojos. “Una mañana después de llevar al colegio a Valentina tomé la decisión oportuna de ir a la guardia del Sanatorio Anchorena, donde un doctor me atendió muy amablemente y por los síntomas que le manifesté con mucha astucia, luego de revisarme, me mandó a hacer una resonancia magnética. Ahí fue donde pudieron ver todas las lesiones que ya tenía mi cerebro. Quedé en ese lugar por unas horas y de ahí me derivaron al FLENI donde estuve internado varios días para hacer estudios y desinflamar el cerebro, punción lumbar y diagnóstico. Ahí caí en manos del Dr. Jorge Correale, mi actual neurólogo y amigo, el médico que me diagnosticó y me acompaña ya hace 10 años, el que me contó por primera vez qué era la esclerosis múltiple”, recuerda.
La esclerosis múltiple es una enfermedad del cerebro y la médula espinal (sistema nervioso central) que puede provocar discapacidad. Con la esclerosis múltiple, el sistema inmunitario ataca la vaina protectora (mielina) que recubre las fibras nerviosas y causa problemas de comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Con el tiempo, la enfermedad puede causar el deterioro o daño permanente de los nervios.
Depresión: “Estaba aislado y con muchos pensamientos negativos”
Román cuenta que los primeros días posteriores a recibir semejante noticia fueron de negación y de tristeza. Y ante tanta sorpresa y desconocimiento se preguntó (como muchas de las personas que sufren algún tipo de adversidad) por qué a mí, pero reconoce que con todo el camino recorrido la enfermedad arribó en un momento en el cual no estaba emocionalmente equilibrado. “Llegó para cambiarme la vida para siempre. Con un diagnóstico devastador y un impacto físico que me tuvo sin sentir algunas partes de mi cuerpo, por un tiempo prolongado, provocando dificultades motrices durante varios meses. A pesar de este cuadro siempre busqué seguir adelante. El tiempo, la medicación y la rehabilitación adecuada hacen posible que pueda sentirme mejor y tomar la decisión de dar vuelta el partido, de cambiar el rumbo de mi vida”.
Sin embargo, en ese proceso de altibajos hubo un momento de quiebre cuando, en 2018, a Román le diagnosticaron depresión. “Llegué a aumentar muchos kilos, estaba aislado y con muchos pensamientos negativos, era un soldado abatido, pero gracias a la ayuda de profesionales idóneos de la salud mental (psicólogos y psiquiatra), junto al enorme aporte de mi familia pude afrontar esa batalla”, expresa.
Volver a enamorarse del deporte
Cuando Román se dio cuenta que estaba dejando atrás la depresión sintió que era el momento de sanar. Y entendió que para cumplir ese objetivo necesitaba reivindicarse y volver a enamorarse del deporte, esa actividad que tantas satisfacciones le había dado durante su infancia y su adolescencia. Pero en ese momento pensó que el capítulo fútbol ya estaba archivado por lo que comenzó a incursionar en el mundo del running. De esa manera, arrancó con el grupo Sportream y, cuenta, a pesar de sus dificultades físicas y mentales fue anotándose en carreras de 10K.
Después de correr diferentes desafíos de 10K, en agosto de 2019 se animó y fue parte de los 21K de la ciudad de Buenos Aires, “carrera muy conmovedora en lo personal porque jamás pensé poder correr esa cantidad de kilómetros”.
Román agradece y destaca el apoyo incondicional de su mujer y de sus hijos, el combustible que lo ayuda a cumplir cada uno de sus sueños deportivos. “Convivir con esclerosis múltiple no es nada fácil, el solo hecho de saber que tenés una patología incurable te llena de incertidumbres, pero gracias a Dios y al universo he aprendido, después de muchos años, a convivir y lo sigo haciendo todos los días”.
“Es muy emocionante y movilizante para ambos”
Hacía casi dos años que Román venía corriendo con ese grupo y a finales de 2019 Valentina, su hija mayor que jugaba al hockey, le dijo que quería incorporar el running a su vida deportiva y a partir de ese momento los dos comenzaron a compartir un espacio nuevo que los llenó de grandes satisfacciones y de momentos inolvidables.
“Es algo que no se puede describir con palabras, el compartir esta pasión es muy emocionante y movilizante para ambos. A veces, cuando tiene tiempo me hace la segunda y salimos a hacer un fondito. La miro ahora que tiene 18 años y recuerdo cuando era bebé. No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo y lo hermoso que es compartir momentos como los que vivimos y vamos a seguir viviendo seguramente”, dice, orgulloso, Román.
“De mi papá aprendo un montón de cosas. Desde que sin esfuerzo es difícil ver resultados hasta poder imponerse y seguir adelante frente a las adversidades. También incorporé muchos valores como la solidaridad y el respeto hacia los demás”, expresa Valentina.
Padre e hija cumpliendo un gran sueño
En diciembre de 2020, en plena pandemia, Valentina le propuso a su papá realizar El Cruce, la carrera de 100K que une la Argentina y Chile. Más allá de que al principio dudó, su hija no tardó mucho tiempo en convencerlo. Y justo un año después ambos cumplieron ese gran sueño.
“En lo personal fue tocar el cielo con las manos, me dolía hasta el alma, perdidos en la inmensidad de la Patagonia, girar la cabeza y verla a ella corriendo a mi lado alentándome en todo momento no tenía precio. Generamos una sinergia hermosa de mucha camaradería, donde hablábamos, discutíamos, nos reíamos mucho también para no llorar porque son distancias que se hacen interminables, más sumado al cansancio lógico del físico. Corríamos aproximadamente 33 km en la montaña, nieve, suelo rocoso, barro, agua y muy poco suelo llano. Dormíamos en una carpa para dos y nos bañábamos en los lagos, sin jabón y sin shampoo para no contaminar así que imagínese cómo terminamos. Los momentos vividos junto a mi hija en los 100K de El Cruce quedarán de por vida grabados en mi alma”.
“El Cruce es una carrera de 100km dividida en tres etapas, es una de las más desafiantes para un corredor. Hacerla con papá hizo que fuera una experiencia única que va a quedar por siempre en mi memoria. No solo esos días de carrera, sino toda la preparación que hicimos juntos para poder ir. Fue una carrera hermosa en todos los aspectos, desde las vistas y caminos increíbles que había en el trayecto hasta el propio hecho de correrla juntos”.
Este gran logro con su compañera de lujo le posibilitó a Román ser el primer runner con EM en hacer El Cruce. ¿Qué sentís con esto? “Este enorme logro es de toda mi familia que me apoya incondicionalmente todos los días y me da las fuerzas necesarias para no claudicar. También del gran grupo de profesionales que me atienden y contienen en todo sentido, de nuestros fieles seguidores en redes sociales que todos los días nos alientan con mensajes de fe y de esperanza. Recién ahora estoy cayendo de lo que hemos logrado con Valen, que no tengo palabras para describirla. Se que nuestro logro sirve y mucho para que la gente comience a hacer actividad física, tengan o no alguna patología”.
“El deporte me salvó la vida”
En su cuenta de Instagram @runnerconem, que tiene más de 45.000 seguidores, debajo de su nombre y apellido se lee la frase “la vida sin deportes sería un error”. “Tiene mucho que ver con mi largo camino recorrido. Cada vez que me toca compartir mi experiencia de vida digo que a mí el deporte me salvó la vida, literalmente. Veo al deporte como herramienta integradora, sanadora, de estilo de vida, de valores, de compromiso. Y es lo que trato de transmitir todos los días, como comunicador y deportista a través de mis redes: todos podemos ser resilientes”.
Hablando de sueños, a mediados del 2023 a Román lo espera el desafío de correr una maratón, los 42K de Buenos Aires. Para cumplir con esa nueva meta sabe que tendrá que prepararse “sumamente” bien ya que está convencido que este tipo de carreras “no es ponerse los cortos y zapatillas y ya”. Sus ganas, su perseverancia, su amor por el deporte y el apoyo incondicional de su familia serán el combustible necesario para dar ese nuevo paso.
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