Junto a un grupo de surfers, el padre Santiago Arriola celebra misas en la playa, organiza retiros de oración y surf y también bendiciones de tablas; “Las olas y las playas se metieron en nuestra pastoral parroquial”, dice
Son las 8 de la mañana. Las olas golpean con fuerza sobre la bahía de Waikiki, al sur del Mar del Plata. El sol naciente ilumina el horizonte y desde la playa se puede ver a las gaviotas revoloteando a lo lejos. Con los pies en la arena, el padre Santiago Arriola (39) lee el Evangelio. Lo hace sobre una tabla de surf que funciona como altar. A su alrededor, unos 20 feligreses, la mayoría jóvenes, lo escuchan. Llevan puestos sus trajes de neoprene, porque lo primero que harán, una vez terminada la misa, es sumergirse en el agua con sus tablas.
“Es una experiencia religiosa, no el sentido en que lo canta Enrique Iglesias, sino de verdad”, comenta el padre Arriola, párroco de la parroquia Padre Pío de Pietrelcina y propulsor de lo que se conoce como la Pastoral del Surf. Los miembros del grupo no solo comparten misas semanales durante la temporada de verano. También se reúnen para las bendiciones anuales de las tablas de surf y participan de los retiros Aloha, de surf y oración. En los últimos cinco años, esta inédita pastoral no solo ha llevado a que muchos creyentes se acercaran al surf, sino también a que muchos surfistas se acercaran a la Iglesia y a Dios.
Arriola no surfea desde joven, a pesar de que vivió toda su vida en Mar del Plata. Tampoco viene de una familia practicante de la fe católica. Durante la secundaria, a través del colegio, conoció el movimiento Schoenstatt, y empezó a entusiasmarse con las misiones, los retiros y el grupo parroquial. Al terminar el colegio, decidió dedicarse a la música. Estudiaba guitarra, tenía una banda y también daba clases. Pero a los tres años tomó la decisión de ingresar al seminario. “Yo sentía que Dios me llamaba a entregarle el corazón y la vida entera. Y eso hice”, comparte.
“Tiene que ver con la belleza”
Su historia de amor por el surf empezó hace ocho años, cuando se ordenó como sacerdote y fue enviado a su actual parroquia, al sur de la ciudad de Mar del Plata. “Acá hay varias comunidades sobre la costa y son muchos los que surfean: chicos, grandes, de los barrios más pobres, de los barrios con más recursos. Un catequista me empezó a enseñar. En seguida noté que el surf es muy religioso. Porque tiene esto del contacto con el mar, con la naturaleza, esto de dejarse llevar, de saber esperar. Una vuelta, a la salida del agua, estaba con dos personas más y se nos ocurrió retomar la bendición de tablas, que era algo que ya se había hecho alguna vez. También pensamos en hacer un retiro para surfistas”, recuerda.
Los retiros Aloha fueron el primer éxito de la Pastoral del Surf. En la primera edición participaron unos 25 jóvenes. “Hicimos fogón en la playa, guitarreada, adoración, misa en la playa, surf. Fue increíble. Se sentía ese aire de presencia de Dios y bendición, todo muy natural y profundamente simple. Todo nuevo y hermoso. Cayeron surfistas jóvenes que no tenían vida de Iglesia o que estaban alejados. Para muchos de ellos, esta es una forma de vivir la fe de una manera más cercana y propia. También vinieron otros jóvenes que sí participaban en la parroquia pero que querían empezar a surfear. Y otros que ya hacían las dos cosas, pero que no las vivían como una misma realidad. A partir de ahí, nos fuimos encontrando y formando como grupo”, cuenta. Dentro de la pastoral, en los últimos años, se han formado grandes amistades, y hasta una pareja.
Para Arriola, la experiencia de salir al mar abierto con una tabla de surf es muy similar a la experiencia de la fe. Es más, muchas de las reflexiones que hace durante los retiros tienen que ver con este deporte. “Cuando no hace tanto frío como ahora, me suelo meter unas tres veces por semana, tipo 5:30, 6 de la mañana. Es muy fácil ver el lado religioso del surf. Uno se va detrás de la rompiente. Te sentás ahí, sobre el mar. Pasan las gaviotas, algún lobito marino. El resto es silencio. No sabés lo que hay abajo, pero sí que el agua te sostiene. La tabla tiene una línea en el medio que se llama alma. Para que vos logres pararte bien, cuando remás y pegás el salto, tenés que estar bien centrado en el alma de la tabla, tal como sucede en la vida”, explica. Luego suma: “En los retiros, muchas de las reflexiones tienen que ver con las olas, el miedo, la confianza, el tiempo, vivir el momento presente. A veces uno, por ansioso, agarra una ola que no vale la pena y se cae, por no esperar una ola mejor”.
La respuesta de la Diócesis de Mar del Plata ante esta nueva y original forma de evangelizar fue positiva. “Gracias a Dios nadie se puso en contra. El obispo, Gabriel Mestre, es muy abierto y proactivo a cualquier iniciativa que favorezca una vivencia de la fe. Nos anima mucho. Las bendiciones de tablas casi siempre las hace él. Y una vez se metió en el agua con nosotros, porque él nada mucho. Los chicos no podían creer que estaba el Obispo en el agua. Hicimos una oración en medio del agua, en ronda, sobre las tablas”, cuenta el párroco.
Arriola cree que si hubiera propuesto la misma iniciativa en otra diócesis, la respuesta podría haber sido diferente. Por eso, agradece la buena repercusión que tienen sus ideas, que reconoce como poco tradicionales. “Parte de las experiencias de la Pastoral del Surf tienen que ver con la belleza. En la iglesia tenemos claro que el Evangelio es bien y es verdad, pero a veces nos olvidamos de que también es belleza. Y la verdad es que la belleza evangeliza mucho, porque es muy perceptible. Creo que es algo que nos falta cultivar mucho como Iglesia”, opina.
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