Gastón Pauls: el hombre que llora
Tiene 34 años, 20 películas en su haber, una productora propia y un programa de TV, Humanos en el camino; dice que su generación "tiene que hacerse cargo" de lo que pasa a su alrededor
Yo maté a mi hija a cuchillazos porque no tenía para darle de comer." Al tipo la frase se le clavó en el pecho. Fue uno de esos días en que salió a grabar su programa de televisión, con ganas de ver una realidad que de chico le quedaba lejos. Ahora, mientras camina por los bordes de un puente de Constitución y posa para las fotos después de aclarar que no usará maquillaje, Gastón Pauls se enorgullece de conocer esa parte del mundo que mutó sus prioridades para siempre.
–Cuando una chica de 15 años te confiesa eso, es inevitable que te cambie la escala de valores, dice.
A esa misma edad, la de la piba que lo dejó pensando, el chico de familia de artistas e intelectuales que era Gastón Pauls iba a un colegio privado con orientación deportiva y tomaba clases de tenis: quería ser futbolista o vivir en los courts. Pero aquél fue también el tiempo en que empezó a charlar con la gente en la calle; un día algo le sonó adentro, y después del clic se le hizo carne la idea: "Ahí, en la calle, iba a encontrar mucha sabiduría. Ahora, a los 34 años, hago lo mismo con una cámara de televisión".
Tuvo que despegarse la etiqueta de galán que llevó por un tiempo a cuestas desde que entró vertiginosamente en la pantalla chica aquel día de 1994 en que alguien lo señaló en un casting para el programa Montaña rusa. No es que ahora las chicas no le pidan besos por la calle. No, no es eso. Lo que sucede es que ahora, cualquier día de calor en Buenos Aires, sobre un puente de Constitución, hay también un camionero dispuesto a bajar la ventanilla de su vehículo para gritarle: "¡Te quieeeero, papá! ¡Tu programa es una masa, Gastón!".
Con gesto amable y poco estruendoso, Pauls saluda a su admirador. Camina chueco en sus Levi’s (tampoco quiere que lo vistan especialmente para una producción de fotos), pero anda derecho, firme, por una línea de pensamiento que esgrimirá en la nota, y que no piensa resignar.
–No haría un programa que para tener 30 puntos de rating hace cantar a los chicos. No quiero prostituirme, no me interesa; prefiero estar del otro lado. No me gusta la gente que vende el alma, la boca, el trasero. Te puede ir bien de otra manera.
Lleva filmadas más de 20 películas. Es uno de los actores jóvenes más solicitados por los directores argentinos y de otras partes del mundo. Tiene productora propia. Lleva más de tres años –primero con Ser urbano, después con Humanos en el camino– contando vidas de gente que sería imposible sintonizar en los programas sobre celebridades. Eso es lo suyo en este tiempo: acercar historias cotidianas difíciles de emancipar de esa abrumadora "necesidad de hacer algo" que a Pauls se le presenta como una ola gigante sobre la que hay que nadar para sacar el país a flote.
–A usted le va bien con Humanos…, que a veces tiene 15 puntos de rating, algo impensado para una producción que se centra en lo marginal.
–No me gusta el término marginal.
–¿Por qué?
–Porque nada es marginal por naturaleza. Es marginal porque lo marginamos.
–¿Quiénes son los que marginan?
–La clase alta y la clase media.
–Usted es un tipo de clase media.
–Yo sé bien dónde nací. No niego esa realidad. Lo que te quiero decir es que, con las cosas que vi en los últimos años, mi vida cambió. Aprendí que no se puede decir que algo es marginal cuando está al lado tuyo, en el mismo planeta.
–¿Qué cambió en su vida desde que tenía 14 o 15 años?
–Básicamente, ahora tengo que hacerme cargo de las cosas. Si veo un pibe muriéndose de hambre, tengo que accionar. Este es el milenio de hacerse cargo.
La fundación que armó para ayudar a gente que la está pasando mal no es tema que le interese incluir en el reportaje. Trabaja en eso y punto. También la producción de su programa montó una red que canaliza pedidos y ayuda a las personas que entrevista cada semana. Este año, además, piensa escribir un libro con esas historias que se le clavan en el pecho cada vez que sale a la calle.
En el espejo
Gastón Pauls todavía tiene el recuerdo de un sueño repetido: una escena en la que alguien lo filmaba mientras él lloraba, sentado en un rincón. La imaginó mil veces, desde que tenía 4 años.
–La melancolía me viene de chico.
–¿No es una pose?, ¿una táctica para que lo miren?
–No. Es una definición precisa de cómo veo la vida: siempre pensé en lo trágico y lo hermoso que es todo al mismo tiempo. Además, es una melancolía generadora. En el arte encontré la posibilidad de exorcizar esas preguntas que te vienen a la cabeza mirando el cielo, esas del tipo ¿qué estamos haciendo acá?
–¿Se pueden unir esos sentimientos con cosas más terrenales? Digamos, por ejemplo, la política.
–Yo soy apolítico respecto de los poderes establecidos por el hombre. No me gusta cómo se maneja el poder. Me interesa más tener una postura respecto de lo que pasa y creer en lo que puede hacer la gente común por sus semejantes.
–¿De dónde viene esa defensa tan tajante de los ideales?
–De mi viejo. Mis viejos siempre fueron un ejemplo para mí. Confío plenamente en ellos. Ahora, mi mamá es mi representante. Cuando me llaman de afuera para filmar, le digo: "Ma, arreglá todo vos, que seguro va a estar bien".
Afuera es, por ejemplo, España. Las propuestas llueven. En la página web del Instituto Cervantes, un texto reza: "El actor argentino Gastón Pauls es uno de los valores más firmes del cine hablado en español". Pero también aquí el propio Pauls, el tipo que vive en una casa sin timbre en Florida, genera proyectos –"estoy trabajando en el guión de una película que espero dirigir, sobre la vida del padre Mugica, asesinado en el 74", cuenta–. Y todo desde Rosstoc, su propia productora, que bautizó así en homenaje a Rostock, la antigua ciudad hanseática, en Alemania, donde su padre nació.
–Usted armó su productora cuando estaba trabajando para Ideas del Sur, de Marcelo Tinelli.
–Yo armé la productora porque quería contar las cosas tal como las veo. Con Ideas del Sur terminó un ciclo, nada más.
–Usted expresó alguna vez que en ciertos lugares no trabajaría. Que no le gusta cómo se manejan algunas productoras, pero que nadie lo cuenta. Se dijo que se refería a Pol-ka, de Adrián Suar.
–Lo que dije es que algunas productoras ganan cada vez más plata y pagan cada vez menos. Eso me molesta, no me gusta. Pero nunca nombré a ninguna en particular: no es mi estilo.
El estilo Pauls se fue moldeando sobre la base de una idea clara: si no puede contar lo que quiere, prefiere esperar por algo mejor. Les escapa a las cosas conclusas y edifica lealtades más bien internas que dependientes de miradas ajenas.
–¿Qué significa tener treinta y pico?
–Formar parte de una generación que fue la primera en vivir a pleno la democracia. Eso está bueno, y a la vez desconcierta. Podés decir lo que quieras y, al mismo tiempo, lo que digas te genera una gran responsabilidad.
–¿Qué cosas le dan energía a un tipo tan melancólico?
–Hacer lo que hago, estar con la gente que quiero. Con mis amigos, por ejemplo.
–¿Son amigos del ambiente?
–Casi ninguno. Mis mejores amigos son los de la época del secundario.
–¿Por qué esa fidelidad?
–Porque son los únicos capaces de cachetearte para que no pierdas el eje cuando estás en un laburo en el que todos te miran, te adulan, te piden autógrafos. Y porque los quiero y me quieren.
–¿Va con ellos a la cancha, a ver a Boca?
–Obvio. Ahora estoy yendo poco a la cancha, pero sí, voy con ellos a ver a Boca.
–Si pierde Boca un domingo, ¿se arruina el día?
–Totalmente. Es triste… pero cierto.
–Parece que le da culpa ponerse mal por Boca, como si no se pudiera estar comprometido con la realidad del país y, al mismo tiempo, ser hincha de un equipo de fútbol y disfrutarlo (o padecerlo).
–¡Noo! Yo lo disfruto mucho. Lo que pasa es que desde que hago el programa que hago empecé a minimizar ciertas cosas. Antes, si iba a la cancha y Boca perdía, estaba toda la semana de mal humor. Ahora le doy otra dimensión; es eso, nada más.
–De todos modos, da la sensación de que usted piensa mucho, demasiado, todo el tiempo.
–Para nada. No soy un filósofo. Lo que pasa es que si alguna vez te hiciste una pregunta sobre la vida, sobre lo que te pasa, sobre lo que les pasa a los demás, eso no tiene retorno.
–Déjeme adivinar: ¿años de análisis?
–Puuuuf, muchos. Con algunas respuestas, que siempre generan nuevas preguntas.
–Con el espejo, ¿cómo le va?
–Bien. Carlos Gandolfo, con quien estudié teatro, me dijo una vez: "Después de los 30, uno tiene que hacerse cargo de la cara que tiene".
–¿Y?
–Y me la banco. Lo que me devuelve el espejo es lo que yo hice conmigo en mis 34 años de vida.
–Después de tantos años de análisis, ¿se va a bancar ser un señor pelado, con lindos ojos, pero calvo al fin?
–Perfectamente. Me miro en el espejo y no quiero un trasplante capilar.
Para saber más
www.imdb.com
www.telefe.com.arwww.cinenacional.com
Perfil
- Nació el 17 de enero de 1972. Es hijo del productor de cine Axel Harding y de Marina Guerrero, dibujante y productora. Sus hermanos son Christian (director de cine), Alan (escritor y guionista), Nicolás (actor y músico) y Ana (estudiante de teatro). Comenzó a trabajar en TV en 1994, en el programa Montaña rusa (foto 1, junto a Nancy Dupláa). Filmó más de 20 películas. Entre ellas, Nueve reinas (2000), Nueces para el amor (2000), Sábado (2001) e Iluminados por el fuego (2005, foto 2), ganadora del primer premio en la categoría Ficción, en el Festival de Cine de La Habana, Cuba, y está nominada para los premios Goya. El año pasado fundó Rosstoc junto a Alejandro Suaya, la productora de Humanos en el camino, que este año volverá a emitir Telefé.
Pauls 2006
- Televisión/producción y conducción: Humanos en el camino (Telefé)
- Cine/actor/estrenos: Fuga (Pablo Larraín), Dos cafés y una estrella (Alberto Lecchi), La demolición (Marcelo Mangone), Las mantenidas sin sueño (Vera Fogwill) y una película sobre el material censurado a Armando Bo (Diego Curubeto).
- Cine/director/productor: filmará la vida del padre Mugica; realizará varios documentales para cable.
- Cine/actor/por filmar: en Barcelona, la ópera prima de Enric Folch. En Chile, un film de Shai Agosín y otro de Marcelo Ferrari. En la Argentina, una película de Eugenio Zanetti.
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