
Pañuelos, flequillos, jardineros y recuerdos de Villa Gesell según los referentes más importantes de la cultura stone vernácula.
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Producción Humphrey Inzillo / Fotos Estrella Herrera
<b>UNA FORMA DE VIDA · Por Fernando Pita</b>
Cantante de Heroicos Sobrevivientes
La primera vez que escuché a los Rolling Stones me pegó fuerte. No solo era una cuestión musical, sino de actitud: un modo de vida contestatario ante esa época que era muy estandarizada. Era una manera de responder a la represión que había hacia la juventud. La música me encantó, claro, porque es rock & roll puro. Pero además yo adopté esa actitud de vida. Y esa actitud todavía la mantienen, porque aunque son millonarios siguen tocando "Satisfaction". La tocaban a los 20 y la tocan a los 75. Es otra muestra de que continúan sacándole la lengua al mundo.
Lo primero que escuché fue un LP con la cara de ellos, nada más. Ni siquiera decía quién era cada uno. Me acuerdo de que miraba las fotos y pensaba que el cantante era Charlie Watts, por la cara de malo. Tenía "Satisfaction", "Bajo la rambla", "Under my Thumb", esos temas… Fui uno de los primeros que los escuchó acá. Y de ellos aprendí todo: la forma de componer, el concepto, cómo armar un tema. Fueron mis maestros.
Se dice que Argentina es el país más stone del mundo, y a mí me parece que es cierto porque en el único lugar donde pasó eso fue acá. Es algo asombroso. Y creo que tiene ese estatus bien ganado porque verdaderamente es una cultura. El público es increíble. Es único. Si ellos vinieron a tocar acá fue por lo que pasó cuando Keith Richards vino a tocar a Vélez en el 92. Él convenció al resto de los Stones para tocar en Buenos Aires.
La primera vez que vinieron vi el recital delante de todo, completamente apretado, casi sin poder respirar. Ahí me ganó el fan. Era febrero y estábamos todos empapados. A Keith Richards lo tenía a dos metros, al pie del escenario. Yo estaba sofocado porque atrás me apretaban miles de monos, y en un momento me mira. Nos cruzamos la mirada. Yo sentí una cosa impresionante, una fuerza terrible. Era energía pura, electricidad. Eso lo sentí. Fue un contacto visual, que él también hizo conmigo sin saber quién era yo, por supuesto. Pero para mí fue demasiado.
Ver en vivo a los tipos que escuchaba desde que tenía 15 años era impresionante. Porque, además, gracias a ellos yo hice una carrera. Encima había tenido un sueño virtual con Richards. Creo que fue de verdad porque los sueños uno no sabe si son de verdad o de mentira. Estábamos en Londres, era de noche y caminábamos por todas esas calles. Hablábamos. Era tan real que sentía que estaba ahí con él. Tal vez sea porque tengo una relación muy especial con Keith. Me siento muy identificado en muchas cosas. Verlo en vivo después de tantos años de escucharlo fue muy fuerte para mí. Fuertísimo.
Ser rolinga es una forma de vida. Hay muchos chicos que no pueden demostrar lo que son porque al día siguiente tienen que ir a trabajar, así que se tienen que levantar y no pueden ser rolingas. Pero a la noche sí se peinan el flequillo, se cuelgan la lengua y salen a ver a la banda que les gusta. Ser stone es una cuestión espiritual, más que nada. En lo personal, cuando escucho a los Rolling me pongo bien, me alegran la vida. Se eleva el alma y me ponen contento. Y todavía me generan un sentimiento contestatario ante la sociedad pacata en la que vivimos.
<b>LA CULTURA STONE ES UN GRAN MALENTENDIDO · Por Juanse </b>
Ex cantante de los Ratones Paranoicos

Teníamos poco más de 20 años y estábamos en un Fiat 600. Los chicos de la banda estaban muy decaídos porque todavía no veíamos demasiados resultados. Y yo dije: "Acuérdense, vamos a tocar con los Stones". Nos reímos todos porque estábamos intoxicadísimos, pero fijate que quince años después pasó. Creo que todo lo que uno se propone, con voluntad se alcanza.
Cuando llegó el momento, estábamos tan preparados para tocar con los Stones que ni siquiera nos dimos cuenta. Ya habíamos grabado con Andrew Loog Oldham (Fieras lunáticas, 1991; Hecho en Memphis, 1993) y Mick Taylor había colaborado con nosotros. Así que llegamos tan ajustados que también nos fuimos de gira a Chile con ellos. Al día de hoy, mucha gente sigue pidiendo que ocurra algo parecido a lo que pasó la primera vez que vinieron. Fue un momento único. Hubo varios picos épicos en nuestros shows: "Juana de Arco", "El rock del gato"… Y Keith Richards se volvía loco con "Cowboy". Ellos veían todo en una pantalla gigante desde el camerino: un auditorio montado dentro de River.
Estábamos en el mismo hotel y compartimos mucho tiempo juntos. Había un día de diferencia entre un show y otro. Todo transcurría en la mansión del Four Seasons. No hacía falta salir del hotel para divertirse, al contrario. Un día Keith quería jugar al snooker, que es como una pool pero gigante. Había una sola mesa en todo Buenos Aires y la conseguimos, pero estuvimos desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde para entrarla al hotel. Keith puso una torre de sonido en cada buchaca, y en la barra de la mansión estaban el hielo, el vodka y la naranja. No hacía falta nada más. Yo era el encargado de llevar a su papá, Bert, a dormir. Cuando se cansaba me decía: "Hey, Johnny, take me to the room". Y yo lo llevaba. Con ellos, como verás, tuvimos una intimidad muy grande. Son fantásticos. Salvo con Mick, claro, que tiene una responsabilidad demasiado grande y está siempre concentrado.
La lengua stone pintada de celeste y blanco surgió cuando hicimos un recital tributo en Obras. A un tipo se le ocurrió hacerla y fue una cosa genial. Porque de hecho, ellos en una gira hicieron lo mismo: pusieron muchas lenguas pintadas con la bandera de los países que iban a visitar. Pero la cultura stone es inexplicable. Creo que el boom fue porque vinieron al país. El stone no tiene ideología, no piensa en la política. Y este es un país que se distinguió por tener grupos con contenido ideológico dentro de su lírica. Para escuchar a los Stones no hace falta ser católico o comunista. Los escuchás si tenés ganas, y punto.
La cultura stone acá es un gran malentendido. Nace en Villa Devoto, y cuando yo vivía ahí nadie escuchaba a los Stones. Después explota en Belgrano (porque yo me mudo a Belgrano y con los Ratones entramos en el circuito de pubs de Belgrano) y nos extendimos un poco a Palermo. Ahí el que quería ver rocanrol del nuestro tenía que ir a Prix D’Ami y a Stud Free Pub, algunas veces a Plaza Serrano.
Que la cultura stone se haya pasado al lugar menos pensado, que es el conurbano bonaerense, es muy loco. Mucha gente nos venía a ver desde el GBA, hasta que gracias a Gustavo Gauvry empezamos a salir a tocar a Moreno, a La Salada, y cuando se hizo incontrolable, nos contrataban de todos lados. En ese momento, una casa de ropa, Little Stone, y nosotros hicimos que los Stones fueran conocidos. Esa es la realidad.
Yo iba al colegio en jardinero y en zuecos. ¡Jagger nunca usó un enterito! Él usaba monos, pero para actuar. El carpintero, por ejemplo, lo usaba John Fogerty. Yo tuve un solo par de Topper en mi vida. Yo armé mi propio look. Por eso, para mí era muy gracioso ver a los pibes con el pañuelito. Es una cosa nuestra, los Stones nunca lo usaron en su puta vida. Ese era un pañuelo que me había regalado una novia. Y yo, para no quedar mal, me lo ponía en el cuello cada vez que la veía. Usaba un saco de terciopelo, y cada vez que me encontraba me ponía el pañuelito, los lentes de sol… Y cuando empezamos a ver a los pibes con el pañuelito no lo podíamos creer.
<b>UNA EXPRESIÓN CALLEJERA · Por Gaba Díaz</b>
Cantante de Blues Motel

Según mi modo de ver, la cultura stone surge por una necesidad de expresión callejera. La cultura del rock, del barrio, de la cerveza, de caminar a la noche, de hablar de las drogas, del alcohol y de las chicas. "Sexo, drogas y rock & roll" era lo que atraía a los pibes de la calle. Y creo que esa cultura rolinga se fue conformando mágicamente. No sé si hay una explicación racional, pero a esa movida hay que ponerla en valor y hay que jerarquizarla. Porque así surgen los movimientos en varias regiones del mundo. Encuentran una forma de expresión en la estética y las costumbres, y se va forjando.
El auge fue a fines de los 80 y principios de los 90. En ese momento, las bandas invitamos a la gente a ser parte del espectáculo y a sentirse parte de la propia banda. Que los cantantes nombraran los barrios y mencionaran las banderas los ponía en relevancia. Eso fue muy lindo, pero también es cierto que terminó en algo trágico como Cromañón. Antes de eso, igual ya había habido un recambio generacional. Porque los pibes, a medida que crecen, arman familia y dejan de ir a los recitales. Y así surgió el rock alternativo.
Nosotros todavía seguimos, aunque ya no estemos en la cresta de la ola. Es natural, no todos los días pueden ser soleados. Se dice que el rock está en decadencia, pero para mí son ciclos.
Cuando a los 18 años formamos Blues Motel, a fines del 88, sin hablarlo demasiado definimos una estética psicodélica y hippy. La onda iba más allá de las zapatillas y los flequillos, a mí también me gustaban otras bandas y Adrián [Herrera, el guitarrista] era fanático de Kiss. Pero el norte de la banda era, definitivamente, el sonido stone. Le pusimos Blues Motel por un tema de los Stones, "Memory Motel". Y porque los blues eran las raíces de toda esa música de los 60 que nos gustaba a nosotros. Esa raíz negra le dio la energía al rhythm & blues, al rock inglés, a todo el rock de los 60. Si bien no somos una banda de blues, es un homenaje a la influencia de los Stones, al blues americano de Muddy Waters y de todos esos genios. Ahí nos vestíamos con todo porque era el mensaje de la banda. No era una onda de zapatillas y flequillos. Era una estética más psicodélica y más hippie.
A mediados de los 80, yo había empezado a ir a ver a los Ratones Paranoicos, cuando tocaban en Prix D’Ami. Los Ratones me marcaron muchísimo. Fue como que confluyeron todas mis influencias, aparte de los Stones. Yo estaba empezando a tocar la guitarra y ya pensaba en armar mi propia banda, y en mi cabeza se hizo una revolución. Los Ratones tenían una actitud bien punk, era lo que más me gustaba. Gracias a ellos les presté atención a los Sex Pistols y a otras bandas que hasta ese momento no escuchaba. Pero con ellos fue que definitivamente me volqué al rock stone.
La canción más stone de nuestro repertorio es "Dame magia", de nuestro primer disco. Estamos en sintonía con la movida rolinga, a full. Eran tiempos divinos en los que empezamos a ir a tocar a Villa Gesell. Los recuerdo con mucha nostalgia porque nos dio la posibilidad de mostrarnos a través de las canciones de los Stones. Hacíamos versiones de "Ruby Tuesday", "Bajo mi pulgar", "It’s Only Rock & Roll" y "Satisfaction". Captábamos la esencia de la movida rolinga y hacíamos una historia muy mimetizada con eso. Es difícil imaginarme la vida sin los Stones.
<b>ME CAMBIARON LA VIDA · Por Cristian "Toti" Iglesias</b>
Cantante y guitarrista de Jóvenes Pordioseros

La primera vez que escuché a los Rolling Stones fue cuando tenía nueve años. Mi primo se olvidó el casete de Still Life en un cumpleaños y también otra cinta con un inédito de los Redondos en Mar del Plata. Pero el primero que puse en mi doble casetera Dream fue el de los Stones, sonó "Let’s Spend The Night Together", y cuando rebobiné estaba "Bajo mi pulgar". ¡Listo! Quedé marcado de por vida. No me olvido más. Porque después escuché muchas bandas que me volaron la cabeza, pero los Rolling no solo me volaron la cabeza, me partieron el pecho. Ese casete me cambió la vida.
Se me hace muy difícil imaginarme la vida sin los Rolling. Yo escuchaba mucha música por mis primos más grandes. Y seguramente hubiera terminando cantando rocanrol. Pero ellos además están presentes en recuerdos muy importantes de mi vida. La primera vez que le toqué la piel a una mujer, por ejemplo, fue con una canción de los Stones. Yo de chico iba a esos asaltos donde llevabas papas fritas y palitos salados. Y en uno de esos asaltos, el primer lento que bailé fue "Angie". Fue en una terraza en Villa Soldati. Yo era bien guachito, me peinaba para el costado, y saqué a bailar a una pibita.
A los 12 años lo vi por primera vez en un video. Antes, como no había internet, no teníamos información. Entonces, te los imaginabas. Yo veía a los amigos de mi primo bailar con el famoso aleteo de pollo. Se ve que ellos lo habían visto en algún lado. Pero yo los vi por primera vez con la gira de Steel Wheels, supongo que en una discoteca de Lugano. Esa fue la primera vez que vi a Jagger, que es el que más me gusta, con el pelo corto. No hay tanto aleteo de pollo, pero igual explota.
Cuando era chico, a los pibes que curtían toda esa movida se les decía "stonecitos". Mi primo y sus amigos tenían dos modelos de remera. Y después tenían la lengüita colgando en el cuello. Había dos modelos. Uno que venía con un plastiquito, recopado. Y otra que se descascaraba toda. No había mucho más. El pañuelito es más de los 90. También estaba la movida de usar tres lenguas: una de Argentina, otra que dijera Ratones y otra de Nueva Chicago, ponele. Y encima las pulseras: los pibitos ya parecían ekekos. Yo venía de usar un jean y la remera de Jagger, que todavía la tengo, y como los estampados eran terribles, Mick Jagger parecía [el ex arquero] Ángel David Comizzo.
La lengua, para mucha gente, es como un crucifijo. Incluso algunos que ni siquiera escuchaban a los Rolling. En el barrio, por ejemplo, había pibitas que usaban la lengua pero que no sabían de qué se trataba: escuchaban cumbia. Para mí, la lengua es el mejor logo del planeta. Te dan ganas de tenerlo en todos lados. Siempre que salgo me termino comprando una. Tengo en las almohadas, en la valija, en el cinto, en los relojes. Es un gran símbolo que va más allá de la banda, es inexplicable. No sé si ahora se usa tanto. Pero en los 90 era así. Yo tenía una bien grande, muy pesada. Salía siempre con esa. Iba a un casamiento y arriba de la corbata iba con la lengua. Re cabeza.
Estoy agradecido por tener la suerte de tocar y hacer amistad con toda la gente que iba a ver de chico. Blues Motel, Ratones, Juanse, Viejas Locas, que los veía tocar en un camión porque somos del mismo barrio. La primera época de Viejas Locas fue contundente, porque entendió que había muchos pibes que tenían ganas de expresarse de un modo sencillo y directo.
La canción más stone que escribí es "105 y 3"; musicalmente es bien clásica, con guitarras que cortan los tiempos y le dan paso al redoblante. Pero la letra es muy de acá, bien populista. Es un retrato de la cuadra más rockera de Villa Gesell hacia el año 2000. Ahí estaba el boliche La Reina, que explotaba de flequillos todas las noches. Fueron tiempos inolvidables.





