Casi cien kilos de excusas se acercan hacia ella con furia e invaden su órbita. "¡Que no! Que estoy yo aquí y tú estás allí, ¿vale?", alza ella enérgica su muñeca derecha, y pide distancia con una coreografía de signos, el esperanto de la cancha. El desafiante musculoso se atraganta con sus propios argumentos y camina marcha atrás. Esa es su reacción instintiva, obediente, más veloz que la media vuelta. Termina el partido, el clásico de Valladolid, y los jugadores se dirigen a los vestuarios. Algunos apuran la penúltima caña o disfrutan una cachi –el doble de volumen de una caña– más. Niños, adultos, hinchas del equipo que acaba de ser derrotado, todos quieren una foto con la árbitra Alhambra Nievas. Firma un autógrafo, posa para selfies y antes de que llegue al tercer tiempo, ese espacio donde ambos bandos se reúnen tras el partido para comer y beber, aquella indicación en el campo de juego se habrá hecho viral en las redes sociales.
Dos horas antes conversaba en el vestuario unisex con los demás árbitros citados para la fecha. Sin cábalas ni oraciones, pero con un catalizador del espíritu, Alhambra escucha antes de cada partido que debe arbitrar dos temas: "Keeping Your Head Up", de la cantante británica Birdy, y "La mujer de verde", de la banda española Izal. Estos versos, esta melodía y mucha elongación son parte fundamental de su entrada en calor antes de cada enfrentamiento. Alhambra, como la ciudad árabe en la que se inspiraron sus padres para elegir su nombre, tiene fortaleza, elegancia, personalidad. Alhambra, como nombre propio, no es común fuera ni dentro de España. Alhambra, como exponente del deporte, es única. Fue elegida mejor árbitro de rugby del mundo en 2016, una distinción otorgada por World Rugby, la institución del deporte oval, que ya la había nominado el año anterior.
Alhambra fue la primera mujer en la historia en obtener este galardón en una terna compuesta por hombres y mujeres [entre cuatro candidatos, entre los que también resultó elegido el sudafricano Rasta Rasivhenge]. "No siento que tenga más mérito por ser mujer. Si me lo dieran, no me estarían tratando como igual. Quizá sí he sido valiente, porque no es fácil ser árbitro de rugby, hombre o mujer, en España, un país con poca tradición en este deporte. Fue una decisión arriesgada. Quizá ahora me miran con lupa y esto imprime responsabilidad, pero de una forma positiva", dice Alhambra, lejos del bullicio del tercer tiempo del clásico del rugby masculino español –derbi, escrito con i en el castellano de España–, entre El Salvador y Valladolid Rugby Asociación Club, uno de los diez enfrentamientos más aguerridos de este deporte a nivel mundial.
Son las cinco de la tarde de un domingo y recién pudo llevar algo de comida a su estómago. En el piso superior del bar El Barco, en Valladolid, en pleno corazón de Castilla y León, dos paelleras enormes ofrecen el plato valenciano por antonomasia. La elección del menú es un aperitivo gentileza de los organizadores de la final de la Copa del Rey, que esta edición se dará cita en esa ciudad mediterránea.
SIN PEDANTERÍA
Alhambra saluda a los entrenadores, a los técnicos, a los jugadores y a los planteles antes de partir a la estación al tren de alta velocidad que en una hora la llevará de regreso a Madrid. Entre estas personas se encuentra el argentino Mario Barandarian, quien fuera durante casi dos décadas director deportivo de la Unión de Rugby de Buenos Aires y actual director deportivo del Vrac, el equipo que oficia de anfitrión en este tercer tiempo. "Provengo del rugby argentino, donde existen pocas mujeres dirigiendo, pero no en primer nivel, como ella –dice con una cerveza en la mano el exjugador de los Pumas–. Los jugadores tienen hacia Alhambra un respeto enorme porque ella es respetuosa. Dirige muy bien y comete los errores que cometen todos, pero menos. Tiene buen trato, explica bien y ella, la mejor árbitro del mundo, jamás tiene un acto de pedantería".
También festeja la victoria de la fecha Tomás Carrió, del Vrac, sobrino de la diputada Elisa Carrió. Este rugbier profesional, exjugador del chaqueño Club Universitario de Rugby del Nordeste (CURNE), instalado hace apenas unos meses en España, donde fue recibido a las pocas semanas de su llegada como jugador del mes de la liga, celebra la labor de Alhambra. "En la Argentina no sé si está muy preparado el ámbito para que haya más inclusión de la mujer. Ojalá así lo fuese. En Chaco está Viviana Garat, la conozco desde chico, muy dedicada. Es muy bueno cuando las mujeres arbitran a los más chicos. La afinidad de la mujer con los más chicos es muy buena. En el caso de Alhambra, te deja jugar, no tiene problema en que la pelota esté viva".
Alhambra Nievas González nació en 1983, como sus padres, en Granada. Por cuestiones laborales, la familia se afincó en Almería. "Mi madre siempre tuvo morriña, nostalgia, por eso me puso Alhambra, y para mí es un honor llevar semejante nombre", dice esta referente del rugby mundial. Su mamá, enfermera, y su padre, empleado administrativo en un hospital, vieron partir a su hija cuando a los 18 años se trasladó a Málaga para estudiar Ingeniería en telecomunicaciones, carrera en la que obtuvo el título con excelentes notas, pero que nunca ejerció. Entre examen y examen, conoció el rugby y fue un amor a primera vista, una pasión que con el tiempo pudo hacer racional y explicar con dos argumentos: el primero, la adrenalina; el segundo, el componente social, alejado de todo tipo de oligarquía. "En el rugby todo el mundo encaja y tiene su sitio, cada uno tiene su rol, en el campo y fuera de él". Alhambra tenía por entonces un plan: estudiar, recibirse, obtener un buen trabajo y comprarse su propia casa. "No sabía que sería el rugby el que entrase en ese plan. Me ha enriquecido y mejorado la vida. Uno de mis objetivos es devolverle todo lo que me ha dado. No sé cómo".
CUESTIÓN DE GÉNERO
["Sé que ella quisiera regalar/sus superpoderes/igualarse a los demás", dice la canción de Izal]
En España, rugby se pronuncia como se escribe. No hay tries, sino ensayos. Los árbitros pitan un partido. No hay scrum, sino melé, un galicismo quizá elegido ante la ausencia de un término superador. El debate sobre la lengua y su uso se cuelan no solo en el rugby, sino a partir del prestigio de Alhambra, que genera algunas discusiones sobre la idónea utilización de la árbitra o el árbitro –ambas formas correctas– según el contexto de aplicación. Álex Grijelmo escribió en febrero último un artículo en el diario El País, a página doble, ilustrado con la figura de la rugbier andaluza, donde aborda el tema del sexismo en el castellano: "Al decir ?Alhambra Nievas es el mejor árbitro del mundo’, estamos dándole un papel preponderante no solo entre las mujeres sino también entre los hombres. El masculino genérico no la hace desaparecer, sino que agranda su importancia". Lejos de las academias y de los medios de comunicación, como testigo y protagonista de este vocablo, Alhambra reflexiona sobre esta materia: "A mí árbitra me suena raro, aunque ahora esté de moda. Siempre he sido árbitro. Si bien es correcto decir árbitra, confunde a la gente porque se piensa que es una mujer que solo arbitra mujeres. Coincide con lo que dice Grijelmo, en un arbitro sin distinción de sexo".
Alhambra considera que el rugby no es un ámbito machista, al menos no lo es en España. En primer lugar, el deporte se practica hasta los 16 años sin distinción de sexos. Así, hombres y mujeres pueden integrar un mismo equipo. En segundo lugar, el rugby es un deporte de contacto, y este hecho conduce a un prejuicio sobre una fuerza que se ejerce sobre el contrincante que queda fuera de la esfera de la conducta femenina, aunque en lugar de fuerza, debería entenderse como destreza.
En España, el rugby no tiene la popularidad que posee en la Argentina, pero sí está más extendida la práctica entre las mujeres. En la última temporada España registró 4662 licencias de mujeres, una cifra que crece año a año, según la Federación Española de Rugby. En la Argentina, el número con respecto a la madre patria es menor, si bien también se encuentra en expansión, y en la actualidad hay 3820 jugadoras. Alhambra comenzó como jugadora de rugby en el equipo de la Universidad de Málaga, fue luego capitana y campeona seis veces de la Liga Andaluza. Es una inspiración, y es idolatrada no solo dentro del rugby femenino.
David García Rodríguez, periodista deportivo especializado en rugby, CEO de Terrible Producciones, desde donde relata los partidos de la liga española, analiza: "La meteórica carrera de Alhambra Nievas en el rugby internacional rellena un vacío dentro del arbitraje español. Aunque siempre hemos contado con colegiados internacionales y de buen nombre, Alhambra ha supuesto una revolución como colegiada, pero sobre todo como punta de lanza del rugby español.
Sobradamente preparada en el apartado didáctico, una gran preparación física, su dominio de los idiomas y su política abierta la ha llevado a ser pionera en muchos aspectos. Todavía le espera una larga carrera dentro de World Rugby –en julio dirigirá en el Mundial de Seven femenino– y cierto es que los desafíos nunca la asustaron. Con seriedad y rudeza, pero con talante en el campo, sabe imponer justicia y equidad ante jugadores de las más altas ligas. Generosa, complaciente y educadora es capaz de colaborar con cualquier proyecto que la propongan con el fin de promocionar este deporte, no tiene competencia en cuanto a ser la imagen del rugby femenino y es gran responsable de su crecimiento en los últimos años".
GANARSE LA AUTORIDAD
["I'll be keeping your head up", canta Birdy, algo así como "estaré manteniendo tu cabeza en alto"]
La imponente presencia de Alhambra generaba respeto en el rugby mucho antes de que recibiese el máximo galardón internacional. "La autoridad te la ganas en el campo de juego, seas hombre o mujer, con muchos partidos y muchas experiencias. Inicialmente, el árbitro tiene poder, pero el respeto te lo tienes que ganar". Además, adquirió cancha en la cancha, dimensiones y proporciones: "Cuando empecé, como tenía mentalidad de jugadora, me he llevado golpes, algunos duros. Los árbitros tenemos que estar trabajando constantemente la colocación, para no intervenir en el juego y para leer por donde van las jugadas para no estar en el medio".
Alhambra corre incluso más que un jugador promedio por partido, entre 7 y 8, 5 km, distribuidos entre el calentamiento y los dos tiempos del juego. Además de esta exigencia física hay otra complejidad, y es que todo aquello que indica y explica durante el partido a los jugadores, también lo hace a los espectadores, a través de un micrófono que, en caso de que se televise en vivo, se emite a miles de personas.
Resulta difícil para Alhambra pasar más de una semana en su casa, hoy ubicada en Granada. Dirige equipos femeninos, masculinos, de la liga local o seleccionados, mundiales, adolescentes y adultos. Pasa ahora más días en Madrid, ya que su pareja trabaja allí, y donde ella acude a la sede de la Federación Española de Rugby. En esta oficina de la calle Ferraz, frente –y con vistas– al imponente Templo de Debod, Alhambra oficia como anfitriona. Elegante y sobria, sin el uniforme de arbitro ni outfit deportivo, conversa con todos, espía los posters de los próximos encuentros internacionales que se disputarán, se encuentra con su colega Luis García-Mon y brinda una entrevista para un diario español.
Alhambra piensa que a la sociedad le hace falta más rugby. "Atravesamos un momento bastante oscuro. La gente no es feliz, no tiene esperanza, oportunidades, es muy difícil trabajar en algo que realmente te apasione. Tenemos muy pocos modelos positivos. Vivimos en una sociedad muy competitiva, cada vez menos humana, interesada en el. El rugby mantiene una esencia: primero las personas y luego lo demás. No vale ganar a cualquier precio. ¿Me estoy volviendo un poco espesa?", dice, mientras revuelve el café con leche, busca las palabras precisas y remata con un try verbal. "En el rugby sigo sintiendo que hay esperanza en la humanidad. A los niños se les muestra que no tienen que ser el mejor, sacar mejores notas que el otro, que da igual que sea alto, flaco, gordito, flaquito. Todos tienen su lugar. Miramos para otro lado en general, como con los refugiados. El rugby siempre mira a su alrededor".
Alhambra se considera a sí misma tranquila, serena. Aunque no compita su equipo ni persiga un resultado, antes de cada juego siente una adrenalina ("es una tensión que te dice que tenés una responsabilidad"). Durante la semana se entrena con rigor, pero no solo la parte física, sino también la emocional, aquella invisible y más vulnerable a las críticas y a los errores, a actuar bajo presión, rodeada de fanatismos. "La gente piensa que ser árbitro es solo saberte el reglamento, pero hay mucho más allá. Hay que saber comunicarlo. Cuando salgo a un partido intento salir para tomar la mayor cantidad de decisiones correctas. Una de mis fortalezas es que soy consciente cuando cometo un fallo, pero no me quedo en ese fallo. Lo aparco y sigo. No me bajoneo. No pasa nada. Me he equivocado y voy a seguir durante el partido con la misma exigencia. Los árbitros no intentamos ser perfectos. La perfección te puede frustrar, pero sí hay que buscar la excelencia, que un 98% de las decisiones que tome sean correctas".
Llueve en Madrid y está casi a punto de nevar. Correrá al metro y unas estaciones después volverá a apurar el ritmo hacia la TV, donde seguirá la transmisión de un partido donde no será un árbitro imparcial, sino que hinchará por las mujeres de la selección española. Y sentencia: "La suerte no existe, se trabaja. Me he buscado la fortuna. Soy un bicho raro, pero me alegro de ser un bicho raro".
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