La fórmula de las cuatro “A” de las personas felices y sanas que reveló un cardiólogo de 82 años
La combinación entre felicidad y metas personales hace que el efecto en la salud sea inmediato y benéfico
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Para Valentín Fuster, una de las máximas autoridades mundiales en medicina cardiovascular, el corazón y el cerebro no funcionan como entes aislados. El director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y del Instituto Cardiovascular del Mount Sinai sostiene quela salud física es inseparable de la estabilidad emocional.
A sus 82 años, el médico sintetizó su experiencia en una premisa clara: “Las personas felices están más sanas”. Sin embargo, Fuster aclara que la felicidad no es un regalo del azar, sino una conducta que se entrena y se construye diariamente.
Para lograr este equilibrio, el especialista propone un esquema basado en cuatro pilares fundamentales, conocidos como las cuatro ‘A’, que deben edificarse sobre una base de madurez personal, tiempo para la reflexión y el reconocimiento del propio talento.

La importancia de la coherencia interna
Dentro de su propuesta, la autenticidad juega un papel crucial. El cardiólogo insiste en la necesidad de ser la misma persona en cualquier circunstancia, ya sea por la mañana, por la tarde o por la noche.
Esta coherencia evita el desgaste mental que supone llevar “máscaras” sociales. La psicología social respalda esta visión: la disonancia entre quiénes somos y cómo nos mostramos es un predictor de estrés, mientras que la autenticidad se vincula directamente con la vitalidad.
Fuster ilustra esto recordando que, ante situaciones límite como un infarto, las jerarquías desaparecen: un presidente y un hombre humilde de Harlem “son la misma persona”.
Una mirada distinta ante el entorno
El segundo pilar es la actitud. Lejos de negar la realidad, el médico propone una visión proactiva. “Encuentro barreras, pero las voy a solucionar”, es la frase que resume esta postura. No se trata de ignorar los problemas, sino de enfrentarlos sin caer en la pasividad.
Desde el punto de vista científico, esta percepción de autoeficacia ayuda a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, protegiendo así el sistema cardiovascular. A esto se suma la aceptación, un antídoto contra la frustración moderna.
Fuster critica la tendencia a la comparación constante con los demás. Pone un ejemplo gráfico: si un vecino tiene un coche de lujo como un Maserati y uno no, la respuesta mental debería ser un simple “¿Y qué?”. La ciencia avala que evitar estas comparaciones libera recursos cognitivos y disminuye la actividad cerebral asociada a la sensación de amenaza.

El factor más potente: darse a los demás
El cuarto elemento, y quizás el más determinante para Fuster, es el altruismo. Su conclusión es tajante: “La gente más feliz es la que da, no la que recibe”. Sentirse útil y colaborar con otros otorga un propósito vital que estabiliza las emociones.
La neurobiología moderna confirmó que los actos de generosidad activan el núcleo accumbens, el centro de recompensa del cerebro, generando una satisfacción que no depende de aplausos externos.
Mentores y responsabilidad social
Para aplicar estas cuatro claves con éxito, Fuster destaca la importancia de tener guías en la vida. Él mismo recuerda cómo una frase del doctor Farreras Valentí marcó su destino cuando le dijo: “Tú serás un gran médico”. Ese tipo de validación externa, sumada a la introspección, permite lanzarse a los desafíos con seguridad.
El experto advierte que la longevidad y el bienestar no dependen solo de la medicina avanzada, sino de la responsabilidad individual y colectiva. Fuster es crítico con la resistencia a las leyes que buscan proteger la salud pública, como las regulaciones sobre el tabaco o la obesidad, recordando que el compromiso con hábitos saludables es parte esencial de esa felicidad construida.
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