
La ninfa sorprendida / Cómo ver la obra
Es uno de los pocos desnudos que realizó este pintor francés del siglo XIX, conocido en la historia del arte por haber sido precursor del impresionismo. La bella palidez de la protagonista se destaca aún más en el paisaje bucólico que la rodea
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La ninfa sorprendida bien podría llamarse la ninfa viajera. Es la figurita difícil de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes y uno de los pocos desnudos que pintó Manet, precursor del impresionismo, aunque se consideró un fiel producto de la Academia.
La nívea blancura de la modelo mirando a hurtadillas al espectador hace pensar en un desnudo de Rubens que se ha contagiado del recato de Ingres, eximio dibujante que inspiró hasta a... Picasso.
El desborde sensual está contenido por la mano que aprisiona el lienzo, mientras la atención se fija en la espalda y en la seda rojo Tiziano que pone la nota de color a la composición. Manet pintó el cuadro en 1861, dos años antes de la célebre Olimpia, esa maja inquietante que rompe el esquema del retrato convencional y anticipa en su descaro la modernidad.
La ninfa sorprendida integró una recordada retrospectiva de Manet en Japón, en los albores de los años noventa, cuando el récord de Los girasoles, de Van Gogh, adquirido por la Yasuda Company en casi 40 millones de dólares, había puesto de moda las megamuestras entre el público nipón. Aquel préstamo despertó más polémica que la deseada por las autoridades, pero le otorgó a la Ninfa notoriedad internacional. Su último viaje tuvo como destino el Museo del Prado, donde integró una muestra dos veces prorrogada por el éxito de público.
Considerado un precursor de los impresionistas, jamás asumió los riesgos estéticos que consagraron, por ejemplo, a Turner, el inglés que vio la luz como nadie.
En 1914, el Museo Nacional de Bellas Artes compró el cuadro. Suena extraño, pero existían entonces fondos para ampliar la colección iniciada con las donaciones de Rossi y Guerrico, cuando Eduardo Schiaffino, crítico de La Nacion, fundó el museo, en 1896.
La Ninfa había integrado la exposición de George Bernheim, especializada en pintura francesa, en la galería Witcomb. Fue la última muestra de una serie iniciada en 1909. Es una obra temprana y se nota la influencia de la pintura en plein air cultivada por Corot y los integrantes de las Escuelas de Barbizon y Fontainebleau.
Manet no asumió su condición de innovador, parecía molestarle la sola idea de la transgresión. Ante sus contemporáneos reconocía la deuda con Goya y Velázquez, innovadores en todos los frentes, siendo al mismo tiempo artistas pagados por la corona.
La ninfa, sorprendida en su desnudez, está inmersa en un paisaje bucólico, probablemente el fondo de una escena bíblica de la que Manet fue eliminando todos los personajes, hasta quedarse a solas con la nívea protagonista, a la que pintó cuando tenía sólo 22 años.
Coordinación: Alicia de Arteaga - aarteaga@lanacion.com.ar
La autora es editora de la sección Arte del diario LA NACION
Datos útiles
Año: 1861
Técnica: óleo sobre tela
Medidas: 144,5 cm x 112,5 cm
Dónde encontrarlo: Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Avda. del Libertador 1473; 4803.0802. En Internet, www.mnba.org.ar
Edouard Manet
(1832-1883).. En 1849 ingresó en el taller de Thomas Couture. También frecuentó la Academia Suiza. Una exposición de cincuenta óleos realizada en 1867 aumentó su prestigio entre los sectores más jóvenes del ambiente artístico
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