Crearon una marca para exorcisar el cansancio que le producía la ropa que hay en el mercado.
CORDOBA. Las Aguirre son hermanas, una vive en esta ciudad –Paula - y la otra –Mariángeles-, en Berlín. La moda siempre les atrajo hasta que en un momento las empezó a "aburrir" y decidieron transformar "lo negativo en positivo". Así nació "Therapy + Recycle y Exorcise", una marca que está en Argentina y en Alemania y que se basa en los conceptos de reutilización y reciclaje. Por las redes sociales sus prendas llegan a todos los rincones del mundo.
Mariangeles, 38 años y licenciada en Comunicación, se instaló en Berlín hace más de una década y, en 2012, necesitó de una "catarsis por una crisis personal"; decidió hacerla a través del diseño: "Compraba mucho en mercados, en locales de segunda mano y resolví usar esas prendas como base para otras".
En Córdoba, Paula (33) estudió diseño de modas y, en ese entonces, tenía un emprendimiento de bijouterie. A las dos las marcó la máquina de coser de su abuela en Villa María; era "costurera" y "estaba siempre con telas, haciendo cosas". De adolescentes, ensayaban sus propias ropas para salir los fines de semana.
La "catarsis" de Mariángeles desembocó en la marca: "Se trató de exorcizar la ropa usada, la que compraba, y a mí misma con algo creativo, con sello personal, que demostrara cómo soy". Cuando comprobó que sus diseños "funcionaban" en los mercados de Berlín, que se vendían, invitó a Mariángeles a sumar esfuerzos.
"Arrancamos sin plan, sin estrategia –describe Mariángeles-. Pensamos ‘qué bueno que está, arranquemos. En Alemania es más fácil acceder al vintage y a la ropa de segunda mano; fuimos probando técnicas, viendo qué convenía. Experimentamos y perfeccionamos".
Miguel Ángel Gardetti, autor del libro "Textiles y Moda ¿Qué es ser sustentable?" (el primero que publica en español; tiene una docena de títulos) las incluyó entre los casos que son ejemplo de que lo sostenible debe estar asociado a un modo de "pensar diferente", a partir del "diseño disruptivo".
Para las hermanas fue un premio a su decisión a escapar de las arbitrariedades propias del sistema de la moda. Cuentan a LA NACION que intentan ser "lo más eficientes posible" al reutilizar y refuncionalizar los materiales. Con las prendas usadas hacen insumos para otras –por ejemplo, crean géneros a partir de los pantalones de denim o de cueros de descarte- o las adaptan al diseño que pretenden.
"Podemos destruir para reconstruir otra materia", grafica Mariángeles. La idea que las mueve es rescatar ropa y darles una nueva vida. Cada una tiene su atelier y se juntan un tiempo en Alemania y otro en Argentina para trabajar juntas; participan de las semanas de la moda en distintos puntos de Europa y las redes sociales son su única estrategia de comunicación.
MODA Y SUSTENTABILIDAD
Producen entre 2200 y 2500 prendas al año y aseguran que el emprendimiento les cambió su forma de consumir. La primera en modificar sus hábitos fue Paula: "Llegó un punto en que me saturé; cuando llegué a Berlín la ropa era barata, accesible, comparada con la Argentina, pero toda igual".
Mariángeles, recuerda que era una "adicta a las compras"; ahora incursiona en mercados de usados donde busca para su marca y para ella: "Descubrí no sólo lo que hay detrás de la industria de la moda, sino el encanto de poder compartir otros valores".
Relatan que sus diseños se inspiran en las subculturas under, en historia de rebeldes, con mucha influencia de la MTV de los ’80 y los ’90. "Reflejan a los outsiders, al lado B de la vida, pero no a los rebeldes sin sentido, sino a aquellos que quieren algo mejor, que se platean cosas, que son lo mejor que pueden en sus circunstancias".
Impulsan a cuestionar la moda. "En todo lo que vestimos hay un contenido y está bueno observar cuál es porque, en definitiva, habla de nosotros", apunta Paula. Advierten que para llegar a esa instancia primero deben atraer desde lo estético. "En la ropa lo primero es sentirse bien, debe gustar, pero hay que hacer el trabajo educativo".
Mariángeles plantea que, en Argentina, la moda sustentable todavía es "una tendencia, un nombre que está dando vueltas, pero falta mucho para que haya verdadera conciencia". Explica que el proceso es lento porque son muchos los agentes que deben intervenir, incluso el Estado.
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