Ljerko Spiller, el padre músico
Tiene una familia, diríase, sinfónica. Y cientos de hijos adoptivos: los mejores fueron sus alumnos
"Fue la influencia del ambiente: en casa siempre había música." Para el músico yugoslavo Ljerko Spiller, maestro de varias generaciones de violinistas y violistas argentinos, la explicación es así de simple: por ese motivo sus dos hijos y sus cinco nietos comparten la misma vocación.
Pero eso no es todo. Su madre fue cantante y pianista, y su hermano llegó a ser un excelente director, pianista y compositor. Su esposa, Carola Gielen, es hija de un famoso régisseur de ópera. Y las dos nueras, la pianista Silvia Natiello y la violista Marcela Magin, fueron alumnas suyas.
Su hijo mayor, Andrés, tiene 54 años. Es oboísta y director asistente de la Sinfónica Nacional, primer oboe solista de la misma orquesta, solista de la Camerata Bariloche y director de la Orquesta de Cámara de La Plata. Dos años menor, Antonio es uno de los concertinos en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, en Munich.
Cuando Spiller cumplió los 90 años, en 1998, ambos rescataron algunas de las grabaciones de su padre y editaron tres discos compactos para distribuir entre sus amigos.
-¿Cómo es la relación que tiene con sus hijos?
-Excelente. En ese sentido, soy muy feliz. Siempre nos entendimos muy bien, a pesar de que son muy diferentes de temperamento. El mayor, desde chiquito, tenía interés por la música, y lo demostraba. Cuando yo daba clases él se pasaba una hora y media escuchando. El otro era un diablo. Cuando daba clases él abría la puerta, sacaba la lengua y se iba. Tuvimos que mandarlo a la escuela primaria con un año de anticipación, lo cual tuvo resultados inesperados.
-¿En qué sentido?
-De chico, Antonio no quiso hacer música profesional, como el mayor. Yo le enseñé violín, pero él quería ser ingeniero electrónico. Estudió durante un año y medio en la Universidad de Buenos Aires. Un día vino amargado y me dijo: "Papá, tenemos que hablar. Como gané un año de colegio, te propongo cortar durante unos meses la Universidad y estudiar violín de verdad". Yo le dije: "Así como en la Universidad tenés varias materias, la música tampoco es solamente violín. También vas a estudiar las otras materias que forman parte del conocimiento de la música". Y se metió a estudiar desde la mañana hasta la noche. A fin de año se presentó en tres concursos, y ganó los tres. Entonces me dijo: "Papá, soy músico".
-¿Dónde estudiaron música?
-Los dos se fueron a estudiar a Alemania con una ayuda de intercambio cultural. Primero fue Andrés, y volvió. Antonio fue un poco más tarde, y no quiso volver. Le pregunté por qué y me dijo: "No quiero luchar en un país en el cual nadie respeta a nadie". Se presentó en Munich a un concurso muy severo y quedó en la orquesta.
-¿Cómo tomó usted esa decisión?
-Como persona, me gustaría que estuviera acá. Pero con mi experiencia, para quedarse en este país y no suicidarse hay que tener una mentalidad especial. Yo comprendo que una persona que respeta su profesión y quiere que se lo respete por su capacidad, no pueda manejarse acá.
-¿Recuerda consejos que les haya dado?
-Yo traté de ser justo, de ocuparme de ellos, de llevarlos a pasear, de enseñarles cosas y de ser un ejemplo. Eso no quiere decir que yo sea perfecto. Lo que hago, lo que pienso y lo que digo obedece a la posibilidad de ser mejorado.
-¿Qué valores les enseñó?
-A ser sinceros y honestos; a hacer las cosas en la mejor forma posible, y a ser responsables con los amigos. Desde que vine al país, en 1935, me relacioné con la logosofía, y creo que la influencia de esa enseñanza fue muy positiva en nuestra relación.
-¿En qué se basa la logosofía?
-Enseña un camino de evolución consciente. No para ser un mejor músico o un mejor comerciante, sino para ser mejor persona. Eso me ayudó a educarlos a ellos, y también a mí mismo. No crea que yo quería enseñar lo que no era. Para dar hay que tener.
Su trayectoria lo demuestra. Spiller estudió en la Ecole Normale de Musique de París, becado por el gobierno de Francia, y dio clases magistrales en varios países. Su talento fue reconocido con numerosos premios e integra jurados de los más importantes concursos internacionales de violín. El año último fue nombrado presidente del Gran Jurado de los Premios Konex de Música Clásica.
-¿Puede decirse que usted es el padre de gran parte de los músicos argentinos?
-Más o menos. Fui profesor de los violinistas y violistas más conocidos de la Argentina. Lo interesante es que la enseñanza en este país es muy defectuosa, y jamás alguna autoridad en pedagogía o enseñanza me ha preguntado por mi consejo o mi opinión.
-¿Cuál sería su consejo?
-En general, creo que toda la enseñanza está equivocada o incompleta. Además, los estímulos que reciben los jóvenes son casi siempre falsos: se estimula la ignorancia o el amiguismo, y no el talento.
-¿Sus alumnos lo toman como un padre?
-Muchos sí, muchos no. La ingratitud es una de las deficiencias humanas, y la realidad es que no todos se acuerdan de sus profesores.
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