Balconeando en los faldeos de las Sierras Chicas, con un pasado ilustre que combina conquistadores españoles, inmigrantes ingleses y mujeres notables de la historia argentina, Los Cocos volvió a ser noticia semanas atrás, cuando los incendios forestales en Córdoba amenazaron su bucólica existencia. Entre las postales de la tragedia vimos al fuego rodeando la emblemática aerosilla, la más alta de las tres que funcionan en la provincia, parte innegable de su patrimonio turístico. En un momento crítico los bomberos que trabajaban en el lugar se quedaron sin agua y muchos vecinos empezaron a sacarla en baldes de un acuario ubicado en el mismo predio. Esa noche, por suerte, llovió.
"En esta ocasión no hubo que lamentar daños materiales ni de personas, pero se quemó toda la parte de arriba el campo" cuenta Néstor Rabazzi, propietario del paseo. En 2003, recuerda, la estructura se había quemado entera por negligencia de unos turistas que apagaron mal el asado, en la zona del dique San Jerónimo. En esa época no había aviones hidrantes ni plan de manejo del fuego. "Como consecuencia, el viento expandió las llamas y se quemaron varias casas del pueblo. Fue muy triste, horrible. La vegetación se fue recuperando y ahora gran parte se volvió a perder. La aerosilla está en un predio de 90 hectáreas, y se habrán quemado cerca de 80, es decir, dentro de lo malo estamos bien porque no tenemos que invertir dinero en reparaciones. Hace siete meses que estamos cerrados y sin perspectivas reales de volver a abrir, a pesar de ser un lugar al aire libre con menos posibilidades de contagio que en otras actividades. Pero si no habilitan el turismo, no tiene sentido" lamenta.
Indispensable en las estaciones de esquí, donde fueron reemplazadas por cabinas y funiculares, la aerosilla de Los Cocos apareció por primera vez en la ciudad de Santa Fe. Cruzaba desde la costa hasta un complejo de playa llamado Piedras Blancas, pasando por encima de la laguna Setúbal. Las torres, cuenta Rabazzi, estaban instaladas sobre el agua, arriba de viejos pilotes de un puente ferroviario caído hacía mucho. Inauguró al público en 1982, con tanta mala suerte que al año siguiente fue arrasada por una de las peores inundaciones de la región. A Piedras Blancas la tapó el agua y el conjunto quedó inutilizado largo tiempo, hasta que fue desmantelado. Más tarde un grupo de empresarios santafecinos decidió buscar un lugar para volver a instalarla y así recalaron en Los Cocos. A lo largo de la década de 1990 el espacio fue creciendo con nuevos entretenimientos. En 2006 pasó a manos de Rabazzi. "Todo el equipamiento es de origen suizo y por supuesto se fue modernizando. Está supervisada por un ingeniero que maneja centros de esquí y por el INTI, es decir está en buen estado de conservación y mantenimiento ". Actualmente unas 25 familias viven de este emprendimiento, cerrado por pandemia hasta nuevo aviso.
Palmeras sin cocos La gracia del recorrido de ida y vuelta, que conduce hasta los 1400 metros de altura donde funcionan una confitería, acuario con laberintos rodeados de peceras, una tirolesa y trencito que enmarca la montaña, es sin dudas el paisaje. Arriba, y sobre todo al atardecer, el visitante comprende por qué a Los Cocos le llaman "el balcón de Punilla".
Aunque debe su nombre real a una variedad de palmeras enanas típicas de la vegetación local, curiosamente acá no hay cocos, aclara Mariana Marramá, guía de turismo experta en circuitos patrimoniales de Córdoba.Se trata de una especie autóctona junto con el espinillo (o aromo) que se integra a menor altura con molles, algarrobos, talas, quebrachos (blanco y colorado), manzano de campo, sauces y lánguidos chañares. El verde se completa con arbustos como el piquillín, el mistol, la jarilla y la famosa peperina que aquí da sabor al mate. "Como otros pueblos de la provincia, sus tierras fueron otorgadas en merced a quienes acompañaban al conquistador, y con el tiempo, sus herederos las fueron subdividiendo y vendiendo según sus intereses. En 1711 surge la Estancia Los Cocos, del capitán Antonio de Ceballos y Quevedo. Y recién a comienzos del 1900 esos lotes fueron adquiridos por familias inglesas que trabajaban para el ferrocarril y que legaron espléndidas casonas situadas en las laderas" cuenta Mariana.
Entrado el siglo pasado, junto con otras urbanizaciones de las sierras, se convirtió en destino medicinal para miles de enfermos de tuberculosis y otras dolencias respiratorias. Fue quizá por haber curado a su hija o por agradecimiento al sitio que lo hospedó, que Eduardo Elias Grinberg donó en 1939 el mástil visible en lo alto del cerro Camello, símbolo del paraje. El turismo vacacional llegó recién hacia las décadas de 1950 y 1960, cuando ya había hoteles. Uno de ellos, propiedad del italiano Juan Barbero, cuyo parque destacaba por las esculturas de mármol importado de su patria, luego por la incorporación de un esculpido laberinto de ligustros, en su tipo, el primero de Sudamérica. Hoy es conocido como parque recreativo cultural El Descanso.
Damas ilustres. También Los Cocos fue (y es) refugio de artistas e intelectuales. Un punto de encuentro de la época fue la vivienda devenida en Museo La Loma, sede de la Casa de la Cultura Victoria Crenna de Majorel (en honor a su primera propietaria) y en cuya pileta casi muere ahogada la poetisa Alfonsina Storni. Esa vez se salvó gracias al pintor Ítalo Botti, que sabía nadar. Pero la vecina más querida por los lugareños fue Cecilia Grierson, la primera médica de América latina. Aunque no era cordobesa- nació en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1859- se radicó definitivamente en su residencia de verano El Espinillo, que aun hoy se conserva, igual que su auto hoy exhibido en el Museo de Motos y Bicicletas de La Cumbre. Además de fundar una escuela primaria con su magra jubilación y donar una vivienda para descanso para artistas, dicen que solía ceder el auto como ambulancia. Nadie la olvida. Una avenida de árboles añosos que enhebra a varios poblados, lleva su nombre.
Con la colaboración de @guiandoteporcordoba
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