Mirtha Legrand: "No puedo pedir más"
Más allá del bien y del mal. La diva indiscutida de la televisión argentina cumplió 35 años con su imbatible programa de almuerzos, y asegura que ahora, al fin, se siente transformada y con una libertad sin límites
Con sus ojos azules, que el rosa que prefiere usar -toda de rosa: chaqueta y falda rosa, rosa también en las solapas de seda algo más claras- parece humedecer por momentos, y por momentos parecen convertirse en piedras, con sus ojos de estricta perfección, pero no ajenos a un resfrío gordo, Mirtha Legrand está sentada en el camarín frente a una foto de su hijo Daniel protegida por la figura de un santo y entibiada por la llama de una vela.
-Estoy en un momento espléndido y trabajo con mucha alegría. Es una transformación interior, un cambio completo. No porque no haya trabajado con alegría y entusiasmo en otro tiempo, sino porque ahora lo hago con una libertad sin límites. Siento que gozo cada minuto de programa y de vida.
-Más allá del bien y del mal.
-Sí, te diría serena, en orden, con alas y con fuerza. No puedo pedir más. Lo veo y lo siento en el público. De toda condición y de toda edad. En los jóvenes, en los chicos, de pronto. Gran aprobación. Me pone feliz saber que el público joven está ahí.
-Debe ser la forma de interrogar a tus invitados. Una estrella que, imprevistamente, es anticareta, que dice lo que otros no se animan.
-Me he vuelto audaz, ¿te das cuenta? La vida es tan rara, tan intensa, tan sorprendente. Y estoy encantada, ésa es la palabra. El trabajo me hace bien. Incluso físicamente. A pesar, te digo, del año de receso en que fui muy agredida por algunos medios. No me importó por mí, me dio igual, las cosas pasan, van, vienen. Pero sí por mi familia. Cuando atacan a tu familia es diferente. Mucho peor que el ataque personal. Pero, ya ves, aquí estamos. Algo alevoso, con mucho rencor, que no sé de dónde salió, ni me he preocupado en averiguarlo. Lo analizo, sí, lo tengo en cuenta. Creo que al no estar en el aire mi situación fue muy vulnerable y, no hay razón para que no lo diga, soy Chiquita Legrand, finalmente. Todo lo que gira alrededor de la Chiqui Legrand interesa. Fue, de todas maneras, decantándose. Es muy feo, muy malo que se metan a escudriñar vidas, a decir barbaridades de mi hija, de mis nietos. Todos somos vulnerables. Conozco la vida de todo el mundo. La Chiqui Legrand, imaginarás, conoce todo. Sin embargo, tengo discreción con ciertos temas, ciertas personas. Nunca haría un programa de televisión para hacer daño a alguien. Otra historia es que entreviste como lo hago, que le diga a un sindicalista que es millonario o pregunte a un líder político si ha traicionado, en fin, que no calle, que en muchas ocasiones vaya un paso más lejos que otros.
Sí, desde luego preparo con detenimiento cada programa, estudio, leo y releo biografías y datos, pero en algún momento dejo eso a un lado y doy un salto por mi cuenta en alguna dirección imprevista.
-Acción rápida y fuerte. Como para que a algún invitado la comida le caiga pesada.
-Claro: pregunto y opino al preguntar. Digo lo que pienso.
-Recordemos tu anuncio público de que ibas a votar a Ricardo López Murphy.
-Buenos dolores de cabeza me trajo. No me arrepiento. Tenía derecho a decirlo. Desde luego, no conocía a López Murphy cuando lo dije. Tenía virtudes que coincidían con mi manera de seleccionar a un candidato. Otro estilo, honestidad, claridad. Almorzamos luego, en el canal. ¿A solas? Sí, sí, a solas. Confirmé mis sensaciones. Y me sentí más fuerte en ese cambio que ha ido obrando en mí, ese ánimo más ancho, más libre.
-¿Cómo ves a Kirchner? ¿Te gusta? ¿Lo aprobás?
-Bien, muy bien. Hace. Me encanta. Sobra decir que no lo voté, pero me inclino a apoyarlo, a esperar con buena disposición. Cristina tiene un gran temperamento, ideas firmes, mucha decisión. Opina muy bien. Son muy unidos. No es la típica primera dama que hemos conocido, la que levanta la mano desde lejos, borrosa.
En buena forma
-Se te ve muy guapa. Un buen momento.
-El mejor, pienso algunas noches.
-Sola.
-Siempre estamos solos en la noche y en algún momento.
-¿Te has enamorado en estos años? Te has envuelto en cosas del corazón?
-No digas tonterías.
-No son tonterías.
-Soy una señora grande.
-Estás formidable.
-Gracias. Me encanta seducir, gustar, incluso ser deseada, no he de negarlo.
-Por eso.
-Por eso, ¿qué?
-Lo que te dije antes.
-Son elementos separados.
-Más o menos.
-Lo son en mi caso.
-No sería absurdo suponer que estás en cierta fantasía de mucha gente desde hace mucho. Ocurre.
-Ocurren muchas cosas. El cine, el teatro, el programa. La mente, el sistema nervioso, la piel, el afecto, el tiempo. Sí: ocurren muchas cosas. Soy pudorosa. Y lo soy de verdad. Cuando llego al canal sólo una persona puede verme mientras me cambio y me visto. Los demás me ven ya arreglada. Jamás me han visto desnuda mis hijos, por ejemplo. Es mejor así, estoy segura. Tal vez tiene que ver con que mi cuerpo y yo no tenemos un acuerdo completo, ¿podría ser?
-Sí, podría ser. ¿No te gusta tu cuerpo, Chiquita?
-No mucho.
-Me sorprende.
-No nos confundamos: no abjuro del don que me fue dado y me acompañó gratamente. Es el cuerpo.
-¿Qué pasa con el cuerpo?
-No es ahora, sino desde siempre. Como buena hija de española -mamá era de Santander; papá andaluz, de Almería- tengo caderas considerables.
-¿Qué tiene de malo?
-No seas pavo. Tengo esa generosidad, digamos, puesta allí, no pocas veces me ha parecido excesiva. Con los años, la frase es de mi querida amiga Delia Garcés, todo se hace más grande. También los pechos, que no me han disgustado. De todas maneras es un cuerpo muy femenino, de guitarra, con cintura fina y ceñida, la cadera pongamos abundante, el pecho armonioso. No está tan mal. Lo que pasa es que nadie se gusta nunca del todo. Son pensamientos que salen, van con vos, voces personales que, como imaginarás, se escuchan por ejemplo cuando te estás cambiando para hacer el programa, sin ir más lejos...
No recuerdo en todos estos años que nadie se haya negado a venir. ¿Me lo preguntaste, no? O sí. Leloir no quiso. Lo llamé después de que le dieran el Nobel y dijo que no, que no era la función de un científico, de un sabio -no, no creo que él mismo haya dicho un sabio- ir a programas de televisión. Lo admiré por eso, te aseguro. Sé lo tentadora y difícil de resistir que es la pantalla, la televisión. ¿Castro? Lo intentamos cuando pasó por Buenos Aires, pero no fue posible. Fidel Castro no da entrevistas. Claro que lo intentamos y claro que él me conoce bien porque el cine de la gran época argentina es objeto de adoración en Cuba. Advierto que en este tiempo se está produciendo otra gran época de cine argentino. Y me da una gran alegría: hay mucho talento por estos lados.
Chiquieta por Chiqui
-Al ver lo que ha sucedido conmigo, tantos almuerzos, un programa con la condición de un clásico, se renuevan el optimismo y las fuerzas. Todo lo que soy lo he armado yo. Soy mi producto. Chiqui por Chiqui.
-Y por Daniel Tinayre, Chiquita. ¿O no es así?
-Lo es. Pero pongamos las cosas ordenadamente. El me aconsejaba en todo lo que tuviera que ver con la estética. Era un esteta. Cuidaba mi físico -tengo tendencia a engordar, y me gusta comer-, sin decírmelo. Nunca me dijo estás gorda, así, pero podía decirme estás un poquito excedida de peso. Y yo lo advertía y me ponía a corregirlo. Como era un hombre muy culto recurría a él a menudo: explicame, qué es esto y lo otro. Políticos europeos, escritores, le pedía que me informara. Era un verdadero Pigmalion. Muy inteligente y muy gracioso, con un sentido del humor terrible, agrio. Como además tenía un gran sentido del ridículo no le costaba ridiculizar a los demás. Hay que ser muy inteligente y muy punzante para hacerlo.
-¿Cruel?
-Sí. A veces. Agregaba a los cuentos, cuentos sociales podríamos decir, mucho de su propia sal, de su cosecha. Yo, que soy muy estricta, muy como se debe, le decía que exageraba, que no había pasado así. Pero Tinayre agregaba gracia y picante. Teníamos caracteres distintos. No incompatibles: distintos. Me divertí mucho con Tinayre, pero también peleamos y discutimos largamente. Admiré su estilo como director, las luces, las calles mojadas, la niebla. Nos conocimos en un estudio de cine. Yo estaba haciendo una película con Luis Saslavsky, muy amigo de Daniel: Cinco besos. Me vio, lo vi. Luego me mandó un ramo de flores y frutas, precioso, muy de entonces. Me invitó a tomar el té. Siempre de usted.
Yo tenía 18 años. No, 16. Me casé a los 19. Al verlo le pregunté a Saslavsky -yo hacía de una chica que estaba en cama, enferma- quién era ese hombre tan buen mozo. El le dijo, a su vez, que no sabía todo lo atractiva que era yo.
-Salieron.
-Salimos.
-¿Se besaron?
-No, no tan rápido. Había más ceremonia, era así. Yo, por otro lado, estaba de novia en ese momento. Tenía un novio en Córdoba. Me enamoré de ese hombre. Nos conocimos en diciembre, nos comprometimos. Uno se comprometía: tengo la fecha en el anillo, 23 de febrero, y nos casamos el 18 de mayo. Le dije al otro novio que me disculpara, que me había enamorado de otra persona. Qué podía hacer, ¿no?
-Eras tan joven, virginal.
-Yo no diría tanto. Era muy joven, eso sí. Y fueron años felices, estruendosos, difíciles. El no era celoso, yo mucho. Más de cincuenta años. Buena parte de cama compartida, luego de cuartos separados. Por decisión de los dos. Lo que no significa que no nos visitáramos muy seguido. Que lo hacíamos. Muy seguido y muy saludable. Eramos jóvenes, vitales.
Mirtha -se ha vuelto más vacilante la luz de la vela frente a la foto de Daniel, el hijo- lee toda la prensa, ve mucha tele y escucha, desde siempre, radio todo el día.
-Me gustan Magdalena, Lanata en lo suyo, Lejtman, Grondona, Neustadt. Quiero decir lo de Neustadt porque nadie lo dice y sigue siendo un gran periodista. Así lo veo yo.
Nunca vivió angustiada por el rating, pero semblantea la cara de los productores para tomar la temperatura del programa.
-Los números nunca me han favorecido, qué curioso. Los teleteatros me han ganado, generalmente. No produzco números demoledores, pero es algo continuo, clásico, constante. En un momento las pantallas tuvieron varios almuerzos a la misma hora: Nélida Lobato, la Chona Padilla -actriz fantástica, Almorfando con la Chona-, y Mirtha Legrand. Unico en el mundo. Pasan entre nosotros cosas únicas. No sé la razón. El cadáver de un presidente con las manos cortadas. Tantas y tan tremendas. Esa amistad con la muerte. El féretro de Aramburu, el de Evita viajando por el mundo. Fue extraordinaria, Evita. Con un poder inmenso. Sin embargo, en el contexto de la época, no resultaba sencillo aplaudirla -podías caer en desgracia y dejabas de trabajar-, aunque fue posible admirarla con el paso del tiempo. Sólo fui prohibida durante el gobierno de Isabel. Citada a Casa de Gobierno, me preguntó por qué no estaba en televisión. Me quedé de una pieza: Creo, señora que esa pregunta tendría que hacerla yo. Estaba López Rega, sin hablar. Tenía una mirada que asustaba. Intenté sostenerla, pero no puede. Nos mirábamos, y yo bajaba los ojos. La Argentina. Con todo, con nuestras cuestiones impresionantes, amo a mi país por encima de todo. Como se decía antes, soy nacionalista con c.
Lágrimas
-Tenés, Chiquita, un pequeño altar. Daniel, la llama de la vela. El hijo, Chiquita.
Sombra en la cara de invencible belleza.
-El se alejó de nosotros durante un buen tiempo. Fijate: está mirando desde la foto. Estuvo dos años sin vernos. Detestaba lo que solemos llamar el ambiente artístico, aunque estaba al tanto de todo lo nuestro. Era de una bondad ilimitada: con su camioneta y de manera rigurosamente anónima compraba y llevaba alimentos y juguetes para chicos que no tenían nada. Un día estaba en la cama -ya había muerto Daniel, el padre-, escuché toc-toc, dos golpes en la puerta, y supe que era él. Creí que había muerto, que había muerto yo y estaba en el cielo. No se alejó por su vida personal, privada. Se fue. Nunca supimos el motivo.
Rezo sola, en mi casa. Sin sonido, sin hablar, con el pensamiento. Ruego por mis seres queridos. Por mi familia, que es lo que más quiero. Dany era sensible, culto, noble.
Nos mira desde la foto. ¿Ves?
-No llores. Apago este aparato y paramos aquí.
-Dame dos besos, uno de cada lado. Me acostumbré. Así. ¿Me escribirás bien?
-A fondo. Con todo.
Ropa de Iara y Susana Ortiz.
Peinó Lía Sánchez, para Roberto Giordano. Maquilló Gladys Andrade.
Asesor de vestuario: Héctor Vidal Rivas. Producción: Florence Argüello
Un plato fuerte
Por Pablo Sirven
Se come con cuidado: como esos manjares exóticos y tentadores cuyos sabores tardan en definirse en la boca, que deleitan e incomodan al mismo tiempo. Y que, ojo, vienen entremezclados con espinas.
Es un plato único, inclasificable, colosal, no apto para estómagos flojos. El primer bocado sabe suave y, por lo tanto, quien lo prueba está tentado de apurar el trámite. Error: es ahí donde la tersura toma el impensado atajo del atragantamiento. Martínez/Legrand es una originalísima fusión de la contundente cocina criolla y la delicada cuisine francesa, esmerilada por un gourmet sin par como Daniel Tinayre, que sólo podrá ser apreciada en toda su intensidad por paladares desprejuiciados.
Se sirve frío o caliente, jamás tibio. Si no se toman precauciones, lo liviano que aparenta puede caer pesado; lo que parece dulce, es agrio y lo que amaga ser áspero muta en el acto a tierno. Siempre sorprende.
Se recomienda el uso de la servilleta porque salpica, resbala del tenedor y cae en el plato con consecuencias funestas para el comensal desprevenido. Consumido con moderación, es un menú exquisito que no admite términos medios: se lo ama o se lo odia. Indecisos, favor de dirigirse a la hamburguesería más cercana.
Las frases bomba
Por Miriam Molero
Mirtha está imparable. Pero avisa: "Yo ya soy una mujer grande" y "No soy rencorosa, soy memoriosa". Son sus certificados de impunidad. Después... viene la bomba. "¿Un anillo así se gana con honra?", sorprendió a Flavia Palmiero. "Cada vez que usted viene, está en un partido distinto", le señaló a Patricia Bullrich. "Ese lenguaje no es digno de un ex presidente", le reprochó a Carlos Menem que le había dicho: "Minga me voy a bajar (de la candidatura)".
La Chiqui es inteligente, divertida, trabajadora y algo maliciosa. Hace cerca de una década, un episodio marcó el cambio del rosa al picante. Silvana Suárez, en pleno escándalo de su separación del empresario Julio Ramos, abandonó la mesa cuando Mirtha le criticó que contara en televisión detalles de su vida privada. Mirtha la desafió: "No te necesito para hacer más rating..."
Es justiciera mediática: "¿Usted torturó?", le preguntó a Patti.
Puede ser certera en sus comentarios, pero también puede ser la desafortunada vocera de un sector de nuestra sociedad. "Algunos dicen que con usted se viene el zurdaje", le dijo a Néstor Kirchner antes de las elecciones y la frase se le encandenó como un collar de plomo.
Pero la Legrand sobrevive a todo. Días más tarde dobló la apuesta:
"A veces pienso que a nuestro país un poco de zurdaje no le vendría mal. Nos han gobernado los militares y la derecha, y miren dónde estamos".
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