CORDOBA. En tiempos de relaciones a través de las redes sociales, locales con luces LED y música a todo volumen que conviven con los restaurados, los vintage y los under, hay algunos lugares que se quedaron en el tiempo y hace de eso su sello. En las sierras cordobesas sobreviven pulperías que, al igual que a inicios del siglo pasado, son un punto de encuentro para los locales (hace cien años era la única posibilidad para los gauchos en la inmensidad de la pampa). Los visitantes son siempre bien recibidos y, por un rato, pueden disfrutar de una suerte de viaje en el tiempo.
El primer consejo que dan los lugareños es que las pulperías y almacenes de ramos generales que resisten al paso del tiempo no son para "apurados". Los lugares y sus habitúes tienen sus costumbres y su ritmo, en especial al caer la tarde, cuando es la hora del "vinito", la cerveza, los naipes, el billar o, simplemente, la charla.
Si este verano anda por las sierras de Córdoba , hay algunas opciones que puede aprovechar.
Don Segundo Sombra (Los Reartes, Valle de Calamuchita)
La pulpería está en el casco histórico de uno de los pueblos más antiguos de Calamuchita, entre construcciones de adobe de mediados de 1700. Don Luján levantó el edificio de ladrillos en 1930 e instaló un bar; años después el negocio pasó a manos de otros dueños y en 1962 comenzó a funcionar la pulpería y almacén de ramos generales Don Segundo Sombra a cargo de los hermanos Abel Moisés y Aníbal Segundo Freytes. Les gustaba leer las travesías de Gato y Mancha narradas por su guía Aime Felix Tschiffely y los escritos de Ricardo Güiraldes en una casa-comercio camino a La Cumbrecita y su novela, Don Segundo Sombra (de la que adoptaron el nombre del lugar).
En la pulpería y el almacén se podían comprar alimentos, aperos y combustibles, además de tomar "algo". Entre los clásicos estaba "la mulita", una mezcla de vino con gaseosa. Ariel Freytes, hijo de Segundo, cuenta que no necesitaron rejas en los mostradores porque "los paisanos eran respetuosos y pacíficos".
En los ’80 la pulpería se convirtió en "sponsor" del equipo de fútbol del pueblo que jugaba con una camiseta con ese nombre. Una docena de trofeos se exhibe en los estantes. Rubén Freytes, hijo de Abel (murió el año pasado), sigue atendiendo el lugar.
Lo de Jiménez (San Javier, Traslasierra)
En el pueblo transerrano todavía hay gente que se mueve a caballo por las calles de tierra, artesanos que encuentran tranquilidad para desarrollar su creatividad y practicantes de diferentes disciplinas energéticas. Todo se mezcla entre casonas de estilo inglés y construcciones de adobe. Frente a la plaza –núcleo de la vida del pueblo- está la pulpería de Mario Jiménez.
No tiene nombre, es sólo "Lo de Jiménez". Alcanza y sobra para identificarla. Los jóvenes de rastas se mezclan con algunos gauchos en alpargatas. Viejo mostrador, una rockola y bolsas de mercadería, todo es parte de la escenografía.
Hay hasta una suerte de leyenda del pueblo: cuando Jiménez quiere cerrar sale con un látigo para desarmar la reunión.
La Pulpería (El Durazno, Calamuchita)
En la época de los jesuita lo que hoy es la pulpería era el último puesto de la estancia San Ignacio y después fue la primera escuela del paraje. Todo el edificio es de adobe, y llegó a ser de una familia de apellido Bustos, donde se guardaban mercaderías y monturas. El edificio data de 1790.
La Pulpería es un comedor y almacén de campo que se encuentra en el predio del hotel Patios del Durazno, con reserva sí pueden acceder quienes no se alojan pero siempre está abierta a quienes quieran visitarla y hacer fotos.
Silvina Boglione, la dueña, cuenta que se recicló el techo y que las paredes son las originales; la decoración es la de las antiguas pulperías, con reja incluida; hay carteles de hace décadas, un mostrador de farmacia, recortes de revistas viejas.
Los Ferreyra (Santa Rosa de Calamuchita, Valle de Calamuchita)
La pulpería está frente al museo histórico "Capilla Vieja", en la esquina más tradicional de Santa Rosa de Calamuchita. Para los lugares en un "templo de tradición". Una escultura en madera de José Hernández, autor del Martín Fierro, recibe a quienes llegan. La realizó en madera de Raulí el ebanista chileno Marco Ortiz; quien talló la silla en la que Mercedes Sosa daba sus recitales.
Liliana Ferreyra, hija mayor de los dueños y junto a su hermano a cargo del lugar, cuenta que la calle Juana Fernández –sobre la que está el lugar- fue la primera maestra del pueblo y su casa original está detrás del restaurante. La pulpería era la entrada a su vivienda. El padre de Liliana, Carlos Ferreyra, es el fundador de la primera agrupación gaucha.
"Es la esquina más tradicional de Santa Rosa; están la capilla, una de las casonas más antiguas del pueblo y la pulpería", dice Liliana y señala que como parte de la tradición se dedican a la cocina criolla. Toda la familia trabajó desde los inicios.
Los mozos atienden vestidos de gauchos y las mozas de paisana; siempre hay música temática. Durante nueve años, "esperando el bicentenario de la patria", realizaron nueve noches temáticas del folklore de distintas regiones argentinas. Este año, a pedido de la gente, reiniciaron y entre comidas y bailes, se desgranan historias.
*Posta del Indio (Amboy; Valle de Calamuchita)
En el lugar donde nació Dalmacio Vélez Sársfield, está el infaltable almacén de ramos generales. Es una esquina rosa (ahora con toques anaranjados) que lleva un siglo en el pueblo. Todavía hay clientes que van a caballo y lo dejan atado en la entrada.
En la Posta del Indio sigue el gran mostrador de madera, que permite tanto tomarse una cerveza (o ginebra, en el invierno) como comprar verduras o azúcar. Aunque ya no se despacha a granel, el concepto de ramos generales se mantiene intacto. Además de pasar a comprar, para una buena parte de los 200 vecinos de Amboy "lo de Haydee" es punto de encuentro y de largas charlas.
La galería de la pulpería es un buen refugio para los días de calor y un almacén que permite salir del apuro a la hora de las compras.
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