“¿Qué haces maestro?”: anécdotas de Osky, uno de los mozos emblemáticos que convierten el comer, en el bodegón Miramar, en una experiencia singular
Algunos lo llaman cariñosamente el “Mozo de las celebrities” por todos los famosos que han pasado por sus mesas, ËL asegura: “Nunca me imaginé que iba a encariñarme tanto con este oficio”
7 minutos de lectura'

“Cuando era chico soñaba con ser jugador de fútbol. Me apasionaba la pelota y la magia del juego en equipo, pero la sangre gastronómica me tiró fuerte”, rememora Oscar Aníbal González, mejor conocido en el barrio como “Osky”. En sus manos sostiene una bandeja con varios platos: uno con jamón crudo español, otro de tortilla (bien babé) y también una porción de rabo de toro. “Marche un café y otro cortado”, canta como si fuera parte de las estrofas de su canción preferida. “Cierra mesa ocho”, agrega, mientras recorre el salón y pispea las mesas de la vereda: un cliente habitual le solicitó una cerveza acompañada de unas gambas al ajillo; y otro la cuenta. “¿Qué haces maestro?”, lo saluda un señor con camisa rayada (de mangas cortas) tras sentarse en una mesa frente a la ventana. Osky, de 42 años, es uno de los mozos emblemáticos de Rotisería Miramar, el histórico bodegón de San Cristóbal fundado en 1950. En aquel amplio salón, que pisó por primera vez cuando tenía apenas 26 años, se mueve con la misma confianza con la que salía a la cancha para practicar su deporte predilecto.

Chaqueta color beige (con su nombre bordado), varias lapiceras en los bolsillos, pantalón y zapatos (cómodos) de color negro. Oscar luce impecable. “Mamá me inculcó que para trabajar es muy importante la presencia”, afirma. A lo largo de los años ha cambiado su look: barba candado; con bigotes finitos, pelo largo engominado y hasta algunas excentricidades como teñírselo de blanco. “Este verano me peleé y me saqué la barba”, detalla, entre risas. Tiene carisma y gran personalidad, dos cualidades que se destacan cada vez que atiende a los clientes. Nacido en Paraná, Entre Ríos, y criado en el barrio de La Boca, desde pequeño tuvo debilidad por el fútbol. Dice que “es bostero desde la cuna” y siempre le gustó ponerse la camiseta con el número diez en la espalda. “De jovencito probé en algunos clubes de barrio y años más tarde en las inferiores de Boca Juniors y Excursionistas, pero no tuve la suerte que esperaba”, cuenta. De su infancia recuerda también las grandes comilonas de los domingos en familia. Es que en hogar siempre hubo lazos muy fuertes con la gastronomía: su abuelo paterno Faustino, era chef y la abuela Ramona, una destacada cocinera. “Tenían un restaurante en Quilmes y también trabajaron en el Hipódromo de Palermo, en Clo- Clo y Los Años Locos. Mi padre Juan Oscar continuó sus pasos: fue Maitre del restaurante Tomo 1″, recuerda. A los 13 años le surgió la posibilidad de arrancar como lavacopas en el restaurante familiar. “Había faltado el bachero y fui a ayudar. Desde ahí no me alejé más del rubro”, agrega, quien es tercera generación en el oficio. Al tiempo, lo emplearon como mozo en un negocio con cena show, luego en diferentes caterings de eventos.
Lo disfruto, siempre quiero que el cliente se vaya contento
En diciembre de 2005 se postuló para trabajar en el mítico bodegón ubicado en la esquina de San Juan y Sarandí: Miramar. “Acá arranqué como lavacopas y también ayudaba en la barra. Luego en la parte de la rotisería. Me acuerdo que tuve que agarrarle la mano enseguida a ese sector ya que como era plena época de fiestas salía muchísimo el lechón y el matambre casero”, afirma. Un año más tarde desplegó su talento en el salón. Él reconoce que ese es “su lugar en el mundo”. Actualmente trabaja en los dos turnos fuertes del mediodía y la noche: de 12 hasta las 16hs y de 20hs al cierre. “En cada servicio uno se prepara con la mejor onda. Es importante estar con una sonrisa y dejar los problemas que uno tiene afuera. Lo disfruto, siempre quiero que el cliente se vaya contento”, asegura, mientras le acerca unas sardinas de Vigo asadas y unos mejillones a la provenzal a una pareja. Para este oficio González considera que es fundamental sentir pasión y vocación. “Hay que ser educado, tener temple y buena memoria para recordar cada uno de los platos y bebidas que solicita el cliente.”, remarca.
“¿Osky cómo andas?”, le dice un habitué con una palmadita en la espalda. “Me gusta muchísimo el trato con la gente. Con muchos he entablado una relación de amistad: me llaman a las doce para saludarme por mi cumpleaños y hasta me invitan a sus casas o festejos familiares. Se arman vínculos fuera del ambiente de trabajo: me cuentan sus problemas, sus penas y también celebramos juntos las buenas noticias. Siempre le digo a mis hijas que estos gestos lindos no hay con qué pagarlos. Esto me llena mucho”, asegura. De hecho, varios lo contactan directamente a su teléfono personal para hacer la reserva de su mesa. Otra curiosidad: en su celular tiene agendados a algunos de los clientes por sus platos preferidos: “Juan, Ostras” o “Pablo, Ranas”. “Papacito”, quien fue un habitué durante 35 años del bodegón, tiene en su honor una ensalada de pollo, lechuga, huevo, palmito y zanahoria. Entre las mesas charlan de fútbol, motos, recomendaciones de vinos, entre otras temáticas. A su lado, se encuentra Jorge Cárdenas, otro de los mozos históricos del restaurante, con quién forman una dupla imbatible. “Somos muy compañeros, lo considero parte de mi familia”, confiesa González. Ambos recuerdan algunas anécdotas. “Una vez un cliente se olvidó un anillo de diamantes y otro un sobre con plata para comprar un auto. Vinieron corriendo a buscarlos. Han pasado cosas insólitas”, dicen, entre risas.
“El mozo de las celebrities”
A lo largo de todos estos años, Oscar ha atendido a personalidades destacadas del espectáculo, el deporte, arte y política. El director de cine Alejandro Agresti, es un habitué y hasta filmó varias películas en Miramar: “Valentín”, “No somos animales” y “Una noche con Sabrina Love”. “A él le gusta pedir la tortilla y rabo”, cuenta. Hace algunos años allí grabaron una película con John Cusack y Osky, junto a otros empleados, aparecieron en escena. “Vino la actriz estadounidense Marisa Tomei, fue muy buena onda”, rememora.

Nelly Omar, Narda Lepes, Marcelo Tinelli, Guillerma Valdés, Juanita Viale, Darío Lopilato, Julieta Cardinali, Alejandro Müller, Diego Capusotto, Jairo, entre muchos más, también se han acercado a la icónica esquina de San Cristóbal. La artista Marta Minujín pasa seguido ya que tiene su taller cerca. La lista continúa con los futbolistas: Ricardo Bochini, Mauro Camoranesi y Ricardo Centurión. Algunos políticos: José Manuel de la Sota, Mauricio Macri, Fernando de la Rúa, entre otros.

Osky atesora varias fotos de aquellos encuentros en su celular. Hasta lo han apodado cariñosamente “el mozo de las celebrities”. Asimismo, tiene gran empatía con los niños. Muchos le dejan dibujos que guarda como recuerdo en su hogar.
¿Su mayor orgullo?
“Mis hijas. Ellas son lo más importante”, responde, sin dudarlo. En su tiempo libre se entretiene con la fotografía. ”Es uno de mis hobbies. Me gusta mucho, sobre todo las imágenes en blanco y negro”, cuenta. En una época hasta fue fotógrafo de fiestas de quince, casamientos y en algunas escuelas.
“Nunca me imaginé que iba a encariñarme tanto con este oficio. La buena atención depende tanto de la cocina, la barra y de los mozos. Todo es importante”
en su conjunto. Hay que trabajar en equipo, como en el fútbol”, remata. Oscar tiene mucha cancha.
1Los cinco ejercicios clave para agilizar el cerebro y cuidar la memoria
2¿Dar un paseo cuenta como ejercicio? La advertencia de un cardiólogo: “Hay que caminar a un ritmo rápido para que el corazón se acelere”
3En el bosque, estaba a horas de morir congelado cuando alguien lo encontró: “Lo abracé para que no se desmayara”
4De 1882. El “castillo” que impulsó la creación de una ciudad y hoy es el corazón de un barrio cerrado





