Dicen que conduce su juzgado con mano de hierro y que los abogados le temen. También, que la relación con su ex marido, Alberto Nisman, era tortuosa. Quién es la mujer que siempre quiso mantenerse al margen de los medios y hoy está en el centro de todos
Miraba a sus interlocutores con la cara seria, como a disgusto con la situación. Del otro lado del escritorio, un grupo de dirigentes sociales y diputados nacionales le pedían que revisara la situación de una decena de obreros que habían cortado la ruta Panamericana en defensa de las fuentes de trabajo. La gendarmería los había arreado sin más trámite y se los había llevado a todos –a los trabajadores, a sus mujeres, a sus hijos– en micros hasta Campo de Mayo. Un arresto colectivo sin orden judicial. Su señoría escuchó, apenas pronunció palabra y luego acompañó hasta la puerta a esos hombres que la habían ido a visitar, que se habían atrevido a llegar sin haber sido invitados. A los pocos días, Sandra Arroyo Salgado procesó a los protagonistas de la protesta.
De 45 años, Arroyo Salgado es esa mujer severa que, muy joven, llegó a ocupar el juzgado federal más importante de la provincia de Buenos Aires, el número uno de San Isidro, gracias a los buenos oficios de su ex pareja, el fallecido fiscal Alberto Nisman, y del ex todopoderoso director de Contrainteligencia de la ex Side, Antonio "Jaime" Stiuso. La escena del comienzo es solo un ejemplo de por qué se ganó fama de dura. Dicen que conduce el juzgado con mano de hierro. Los abogados que trabajan en la Zona Norte se agarran la cabeza cuando saben que deben enfrentarse con ella. Sus secretarias privadas atienden el teléfono con fingida cortesía y después de media docena de llamadas cortan cuando desde el otro lado de la línea se les pide un CV oficial con los antecedentes de la magistrada. La jueza dice cultivar el bajo perfil y no tener contacto con los medios, pero no duda en sentarse ante la mesa de Mirtha Legrand (13,5 puntos de rating) para defender su tesis de que Nisman fue víctima de un sofisticado homicidio.
Los antecedentes
Nisman y Arroyo Salgado se conocieron a fines de los años ochenta, cuando los dos trabajaban en el juzgado federal de Morón, a cargo de Gerardo Larrambebere. Ella, muy joven, era apenas una empleada que estudiaba Derecho en la UBA. Nisman, ya en carrera judicial, era un hombre dispuesto a llegar lejos. "Él siempre fue muy mujeriego", dijo la fiscal Fabiana León, vieja amiga de la pareja, en un reportaje. La relación siempre fue tormentosa. Y así siguió durante años. Pero también tuvo sus momentos de sosiego: hay quien recuerda haberlos visto de paseo por el Delta, en el barco de un juez amigo, o jugando al tenis en las canchas del country Highland, en Pilar, donde ella conservó la casa tras el fin de la convivencia.
Nisman y Arroyo Salgado nunca se casaron. La convivencia bajo el mismo techo se prolongó durante diecisiete años: comenzó en 1994 y terminó en 2011, cinco años después de que ella llegó al juzgado federal de San Isidro. Vivieron juntos en un departamento no muy grande en el centro de Buenos Aires y luego emigraron hacia el Highland. Nunca se aclararon los motivos de la separación, pero en los pasillos de los tribunales federales dicen que ella no aguantaba más las correrías de Nisman, que estaba a cargo de la fiscalía con el presupuesto más alto del país. Como fruto de aquella relación, tuvieron dos hijas, Iara y Kala, hoy de 15 y 9 años. "Necesito darles a ellas una respuesta", dijo Arroyo Salgado en la mesa de Mirtha. Fue la hija mayor quien la habría convencido de presentarse en el programa de la veterana actriz para limpiar la imagen de Nisman después de que se conocieron sus fotos con alegres jovencitas, de que se hizo pública su cuenta en el Banco Merrill Lynch de Nueva York, que nunca había declarado en la Argentina, y de que a Diego Lagomarsino le pedía todos los meses la mitad de su sueldo de $41.000 por sus servicios de experto en informática.
La nueva historia
La noche del 18 de enero, cuando encontraron el cadáver de su ex marido en el piso de Le Parc de Puerto Madero, Arroyo Salgado estaba del otro lado del Atlántico, en España, con Iara. Nisman había interrumpido el viaje con su hija mayor y la había dejado en el aeropuerto de Barcelona para volver de urgencia a la Argentina y presentar una denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner por presunto encubrimiento del ataque contra la AMIA a cambio de petróleo y negocios. La pareja discutió a los gritos por teléfono por el cambio de planes. "Ellos se odiaban. No tenían la relación común de una ex pareja. Allí directamente había odio", dice un allegado al fiscal fallecido.
Pero todo cambió. Desde la muerte de Nisman, Arroyo Salgado utilizaría el peso de su cargo para direccionar la investigación de la fiscal Viviana Fein y dar pasos precisos, públicos y privados, con tal de lograr su objetivo. Al punto de pedir el alejamiento de Fein por no seguir la tesis del homicidio que ella sostiene. Es la misma rigidez con que lleva las riendas del juzgado, donde solo confía en un grupo reducido de colaboradores, no más de dos o tres, que es con quienes evalúa las pesquisas de pesados grupos narcos o cómo llevar adelante expedientes con delicadas derivaciones políticas, como lo fue en su momento la causa de los hijos adoptados –en forma ilegal– por la dueña del diario Clarín, Ernestina Herrera de Noble.
"Cuando estaba tramitando esa causa fue a una entrevista en la televisión con Mariano Grondona. Estuvo impecable: explicó los fundamentos que había en el expediente, por qué era necesario extraer el ADN de los hijos de Ernestina y por qué había que hacerlo por la fuerza si era necesario. Lo dejó a Grondona sin palabras. Al ratito me llamó Alberto (Nisman) para preguntarme si había visto la nota y cómo había estado Sandra. Le contesté que había estado bárbara y después me pasó el teléfono para hablar con ella, que se sentía muy nerviosa porque no estaba acostumbrada a dar notas", recuerda Sergio Burstein, dirigente de la Asociación 18J Sobrevivientes, Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la AMIA, quien tenía una estrecha relación con Nisman, un hombre ducho en hablar ante los micrófonos. Sandra, en cambio, prefería tener a los periodistas lo más lejos posible. Y solo daba alguna nota cuando no le quedaba más remedio.
En ese entonces, Arroyo Salgado venía a suceder a un juez que, por su amor a la alta exposición, estaba en sus antípodas: Roberto Marquevich, destituido de su cargo el 8 de junio de 2004, acusado de mal desempeño, precisamente, en la causa Herrera de Noble. Exactamente dos años después de esa destitución, el 8 de junio de 2006, se publicó en el Boletín Oficial el decreto 713/2006 con la firma del presidente Néstor Kirchner y del ministro de Justicia, Alberto Iribarne, por el cual se nombraba a Arroyo Salgado como titular del juzgado federal de San Isidro.
Con una velocidad inusual, el Consejo de la Magistratura había llevado adelante el concurso para designar la vacante en ese juzgado. "Recuerdo que todos decían que ese concurso ya tenía un candidato y hablaban de Arroyo Salgado, pero yo no la conocía, no había tenido trato con ella. La vi por primera vez el día de las audiencias", dice un abogado que participó del concurso y que obtuvo un mejor resultado en la prueba escrita. En la evaluación de los antecedentes, ella quedó en el puesto catorce entre los 31 postulantes que llegaron a esa instancia. En cambio, en la prueba de oposición, quedó entre los primeros lugares al obtener 94 puntos sobre cien, por lo que algunos concursantes con mayor experiencia terminaron relegados. Con el promedio de los puntajes, Arroyo Salgado quedó tercera. Al primer lugar accedió después de las impugnaciones y las entrevistas personales. En la terna la secundaban Juan Pablo Salas y Raúl María Cavallini.
¿Quién es esa chica?
Entre los viejos lobos del Poder Judicial se preguntaban quién era esa mujer que pocos conocían pero que avanzaba a paso firme para ocupar el puesto del codiciado juzgado federal de San Isidro. La única respuesta que encontraban y hacían circular era que se trataba de la pareja de Alberto Nisman, ya estrella de la fiscalía especial creada a pedido de Néstor Kirchner para investigar el atentado contra la AMIA. "Nisman había negociado con Kirchner el juzgado para ella", asegura un abogado que colabora con las entidades judías. Según esta versión, en las negociaciones también participó Antonio "Jaime" Stiuso, el ex hombre fuerte de la ex Side a quien Kirchner enlazó con Nisman para que trabajaran codo a codo.
Pero Arroyo Salgado, que se había recibido de abogada en la UBA y que desde entonces había hecho carrera en la Justicia, no solo tenía el respaldo de su ascendente pareja. Contaba también con algunos padrinos políticos: fue colaboradora del senador Jorge Yoma y tenía buena relación con el titular de la bancada del Frente para la Victoria en la Cámara Alta, Miguel Ángel Pichetto. Además, entre 2000 y 2006, fue secretaria de Asuntos Jurídicos durante la gestión del riojano y menemista Miguel Ángel Romero al frente de la Defensoría General de la Nación. Allí dicen que Arroyo Salgado fue defensora ad hoc ante muchos Tribunales Orales Federales en los tribunales de Comodoro Py, y que así se fue formando en el seguimiento de diversos tipos de delitos. Sus compañeros de ese momento prefieren no hablar. Guardan silencio y no sueltan palabra ante la promesa del off más estricto. Como si le temieran. "Es una déspota", exagera un colega. En cambio, un dirigente social cercano al oficialismo, pero alejado hoy del Gobierno, la reivindica: reconoce que es una mujer dura pero honesta.
Una nueva mujer
El lunes 19 de enero, Nisman tenía una cita en el Congreso: había sido convocado por diputados de la oposición, entre ellos Laura Alonso y Patricia Bullrich, para que les diera detalles de la denuncia contra la presidenta y el canciller Héctor Timerman. Arroyo Salgado ocupó su lugar un mes después: se presentó el 12 de febrero ante legisladores de todos los partidos para defender al fiscal muerto. Fue la primera aparición pública. "Quiero pedirles un trato prudente, ético y responsable a todos los miembros de las instituciones del Estado, de los distintos poderes, porque, de algún modo, todos somos servidores públicos y debemos fortalecer las instituciones, fortalecer la independencia de poderes, dar el ejemplo a la sociedad, respetar el espacio de otro poder, dejar que la Justicia y el Ministerio Público Fiscal trabajen tranquilos, y debemos creer en las instituciones de la República", leyó. Antes de comenzar dijo que solo había garabateado algunas palabras. Un diputado radical que estaba presente ese día, una semanas después revuelve un café apenas cortado mientras da otra versión: "Arroyo Salgado tenía muy claro lo que iba a decir y no se apartó del libreto ni un segundo. Fue teatro eso de que iba a improvisar: dijo solo lo que quería decir", evalúa el legislador, que en privado abona la teoría del suicidio de Nisman. "No sé por qué habla de homicidio, creo que nadie sabe. Se habla de la póliza de seguro, pero yo no lo sé", se sincera.
Su siguiente aparición pública sería el 5 de marzo, casualmente, en un teatro. En esa casona donde antes funcionaba el Concejo Deliberante de San Isidro, sobre la calle 9 de Julio –y que fue remodelada para espectáculos–, anunció, en una actuación estudiada, las conclusiones del equipo de expertos que había contratado para que la acompañaran en la querella. "Nisman no sufrió un accidente, no se suicidó, sino que lo mataron", dijo con su cadencia pausada, acompañada en el estrado por los médicos forenses Osvaldo Raffo y Julio Ravioli, el ex jefe de la Policía Bonaerense Daniel Salcedo y el defensor oficial Germán Carlevaro. Pese a la enorme convocatoria de medios de prensa, ni la jueza ni sus peritos aceptaron preguntas.
Ese día comenzó a vislumbrarse en forma pública su intención de sacar a Viviana Fein de la causa y de llevarla a la justicia federal, donde podría tener mejor recepción. En privado, las discusiones entre las dos mujeres eran conocidas. Empleados de fiscalías vecinas dicen haber escuchado peleas a los gritos. Dicen que Arroyo Salgado no le perdona a Fein haber ordenado la autopsia sin la presencia de sus peritos. Sin embargo, pese a que tuvo la oportunidad de hacerlo antes de que el cuerpo fuera sepultado, Arroyo Salgado no lo hizo. Nisman fue sepultado en el cementerio judío de La Tablada.
La jueza de Stiuso
Un abogado que ha tenido que defender a acusados de narcotráfico –imputados de medio pelo– en el juzgado de Arroyo Salgado dice que la jueza es muy proclive a aceptar "lo que le trae la policía". Esto se traduce en que confía en las pesquisas de los bonaerenses realizadas con la colaboración de los espías de la ex Side. "No se para a pensar si son procedimientos armados, si hay vueltos, coimas o cosas raras. Parece que no le importara", agrega el letrado. Un colega refuerza: "No escucha. Actúa como fiscal, no como jueza. Es imposible hablar con ella".
De todos modos, ya sea por motivaciones políticas o por genuino convencimiento, Arroyo Salgado no duda en jugar fuerte en causas sensibles. El 30 de diciembre pasado, ordenó el allanamiento de las tres sedes de la fiscalía general de San Isidro, a cargo de Julio Novo, por encubrimiento de narcotráfico. "Esa causa vincula, entre sí, los expedientes más resonantes en la materia: los crímenes de Unicenter, San Fernando y General Rodríguez, el tráfico de efedrina, la detención del narco colombiano Mi Sangre, el lavado de dinero del narcotráfico con fideicomisos en barrios privados de Tigre, y el contrabando de casi una tonelada de cocaína a España por el que fueron detenidos y condenados en Barcelona los hermanos Gustavo Adolfo y Eduardo Juliá, hijos del ex jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea durante el gobierno de Carlos Menem, brigadier José Antonio Juliá", escribió el columnista de Página 12, Horacio Verbitsky, el 11 de enero pasado, antes de la muerte de Nisman. Luego pasó a calificar a la magistrada como integrante de "la escudería Stiuso".
Pero la causa más resonante para los medios después de la de Ernestina Herrera de Noble es la que investiga una supuesta asociación ilícita para espiar mails de funcionarios y comerciar sus contenidos. En ese expediente está procesado Héctor Alderete, titular del portal Seprin, una página web que siempre se vinculó con los servicios de inteligencia. "Ella es Stiuso. Tienen muchas cosas en común, negocios", dice Alderete, que recusó a la jueza. Esa causa se originó cuando Stiuso tenía una buena relación con el Gobierno. Arroyo Salgado reconoció haber hablado con el superagente días después de la muerte de su ex pareja. Dijo que le había dado las condolencias.
Hace un tiempo, Arroyo Salgado comenzó a salir con Guillermo Elazar, un abogado que, supuestamente, nunca ejerció y que se dedicó a emprendimientos comerciales, como el local Follia, que funcionaba como discoteca vip en terrenos del Club Ciudad de Buenos Aires. Elazar fue quien declaró haber retirado del kiosco una revista Noticias con un círculo negro sobre una foto de Nisman. Denunció el hallazgo en el juzgado federal de Luis Rodríguez, también de buenos vínculos con los expulsados de la ex Side, donde se tramitaba una vieja causa de Nisman por amenazas. La pericia mostró que la marca había sido realizada adrede fuera de la imprenta. Lo no dicho es la posibilidad de que la causa por la muerte de Nisman pasara a tramitarse en ese juzgado, el de Rodríguez, quizás el deseo secreto de Arroyo Salgado. Uno más entre tantos secretos.