Rafael Bielsa: "Soy una especie de meterete"
El director de la Sindicatura General de la Nación dice dónde y cómo se manifiestan en el Estado la corrupción y la deficiencia
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El actual director de la Sindicatura General de la Nación (Sigen) también sufre embates como los que suelen golpear a su hermano, Marcelo Bielsa, el director de la selección de fútbol. Por tener entre manos decisiones judiciales y económicas tan gruesas como la posición del Estado en distintos litigios con empresas públicas y privadas, y por tener que encarar severas auditorías en todas las áreas suele recibir cuestionamientos diversos, acaso más graves para el destino nacional que los que generan la decisión de incluir o no a Gabriel Batistuta. Rafael Antonio Bielsa, el otro Bielsa, es también fanático del fútbol, o más bien de Newell´s Old Boys, de Rosario (su ciudad natal), tanto que hace un año publicó, con el periodista político Eduardo Van der Kooy el libro La vida en rojo y negro, una especie de biografía colorida del club de sus amores; considerable poeta, con diez libros publicados, autor de canciones, guitarrista aficionado, cuentista, columnista en varios diarios, Bielsa es abogado desde 1978, especializado en la Constitución Nacional y es también un hombre eminentemente político desde que en la adolescencia comenzó a militar en el peronismo. Personaje pintoresco y culto, recibió a la Revista en el ex edificio de Dodero y Elma, en Corrientes al 300, en donde actualmente funcionan las dependencias de la Sigen, el organismo autárquico que dirige. "En el piso de abajo trabajó (Aristóteles) Onassis. Lo que demuestra que la capacidad de ganar dinero no se transmite por ósmosis", refiere con ironía.
-¿En alguna ocasión lo confundieron con su hermano Marcelo o le echaron en cara algo relacionado con la actividad de él?
-De lo segundo, permanentemente. Cada vez que la selección no juega bien habrá alguien que me mirará con mala cara. En cuanto a confusiones, hace poco salió en un diario una información sobre mí rotulada como el constitucionalista Marcelo Bielsa. Durante un tiempo me consultaban con el fin de que hablara de la selección, y mi hermano me hizo saber que eso lo interfería profesionalmente. Entonces, me dije: periodistas o medios hay muchos, pero hermano hay uno solo. Así que no hablé más de esos temas, decidí preservar la relación con mi hermano.
-¿Es cierto que a usted también lo llaman Loco?
-Sí. Es un apodo familiar, porque a mi abuelo y a mi padre también los llamaron así. Y la verdad es que los cuatro fuimos y somos locos.
-¿Linda locura o fea locura?
-En el caso de mi hermano, te diría que tiene una linda locura. En mi caso personal, no es un buen atributo porque actualmente desarrollo funciones de gobierno.
-¿Por qué cree que recibió ese apodo?
-Tal vez porque desde siempre hice casi todas las cosas exactamente al revés de lo que señalaba el camino familiar. Fui peronista en una familia antiperonista; provenía de una familia pacífica y, sin embargo, en la década del 70 adherí al cambio violento de la sociedad; tuve que marchar al exilio y, más adelante, en lugar de ser abogado exitoso de empresas privatizadas me convertí en antimenemista.
-¿Es real el dato de su biografía que dice que a un lado de su casa en Rosario estaba el parque Independencia (en el que su hermano desde chico pasaba horas y horas jugando al fútbol) y que para el otro lado estaba el edificio de los Tribunales? La pregunta es ¿por qué usted no enfiló para el parque y su hermano para los Tribunales?
-No se equivoque. Yo también enfilé para el fútbol y llegué a jugar en alguna división menor de Newell´s, pero no era un buen jugador. Encima, me lesioné y entonces dejé. Y también pesaron demasiado mis muchos intereses extra futbolísticos: la literatura, la poesía, la música, el aspecto científico del derecho, los libros. Y algo que resultó muy importante en mi vida, la militancia de los años 70.
-¿En qué sector militó?
-En el peronismo de izquierda. Y después me secuestraron. Y enseguida se abre un largo paréntesis de mi vida, diez años de exilio en España.
-Leía que mantuvo durante años la sensación de que volverían a secuestrarlo...
-Todo eso es tan extraño... Una antigua amiga de la familia había tomado el té con la esposa de un general que le avisó que yo andaba en cosas raras y que me buscaban. En lugar de alarmarme como debía, intenté sacarle la impresión a ella y a los tres días, en la calle, camino a mi trabajo en los tribunales federales, dos tipos armados y encapuchados bajaron de un Renault 12 colorado y me ataron y me metieron en el auto. El primer sentimiento que tuve fue de alivio: hacía tanto tiempo que esperaba esto. Y pasé una temporada de dos meses en el infierno. Pienso que salí personalmente fortalecido de esa experiencia. Durante el secuestro me hicieron un simulacro de fusilamiento. Me sacaron a la madrugada, me hicieron arrodillar, me pusieron una pistola al lado de la oreja, me pegaron un tiro y yo me morí. Cuando caí hacia adelante me di cuenta que mi mano tocaba una cosa húmeda y recién ahí me dije, pero los muertos no perciben el rocío: entonces, no estoy muerto. Muchos años después le dije a mi psicólogo que sentía que el psicoanálisis me estaba ablandando y que si, como entonces, volvieran a torturarme, me convertiría en delator. Y él me iluminó con esta frase: ¿Por qué lo van a volver a secuestrar si ya lo secuestraron? Pensé que luego de atravesar esa experiencia siempre iba a ser capaz de soportar la tortura y eso no es cierto. Uno puede soportarla en un momento y al momento siguiente dejar de soportarla.
Durante años, cada vez que abría la puerta de mi casa lo hacía anímicamente preparado para recibir la peor de las noticias. Y antes de entrar daba una vuelta manzana en el sentido inverso del tránsito o paraba el ascensor un piso más arriba o más abajo. La paranoia se transformó en una segunda naturaleza. Una vez mi psicólogo me dijo: "Usted psíquicamente murió. Desde el punto de vista del alma no hay otra forma de morirse que como usted lo hizo".
-¿Qué significado tiene la política en su vida?
-Jamás me interesó la política partidaria, la electoral. De hecho, nunca me afilié a un partido político y jamás me presenté a un cargo electivo. Lo que me gusta es estudiar a fondo los problemas, encontrarles soluciones, aportarlas. En ese sentido, la política es un eje de mi vida y si estoy en la función pública es porque sigo pensando en la posibilidad de modificar la realidad, de generar valores.
-¿Siente que no hubo errores?
-Claro que los hubo, pero fundamentalmente eso lo sabemos porque, como se dice, hoy es lunes y ya lo leímos en el diario. Se pensaba que había que correr la misma suerte de los que sufrían, porque la realización o la felicidad no era individual, sino colectiva. Lo que ahora está ocurriendo en la sociedad argentina es, entre otras cosas, que muy pocos de los que viven bien están dispuestos a correr la misma suerte de los que les va mal. Eso ha provocado una fractura terrible.
-Es habitual que se lo presente como el constitucionalista Rafael Bielsa. ¿Todavía nos ofrece buenas enseñanzas la Constitución?
-Sí, absolutamente. Los males de la Constitución se curan con más Constitución. El tema es que se ha desinterpretado aceleradamente a la Constitución. A mí me parece que la Constitución tiene mucho para dar.
-Si alguien le encargara una campaña publicitaria para exaltar las virtudes de la Constitución, ¿qué frase elegiría?
-No sabría decirlo, no soy bueno para esas cosas. Pero trataría de explicarle al experto el siguiente concepto: la Constitución es un programa de país y el problema que tiene la Argentina es que es un país sin programa. Lo que sugeriría es volver a leer la Constitución y ver si, en función de todas las normas que tiene contenidas, podemos llegar a recrear un programa de país.
-¿Qué es ser un auditor?
-Es, en principio y por definición, una tarea apasionante. Sigen permite tener una visión macroscópica del Estado, sumamente útil para interactuar con otros organismos como Gestión Pública, como la Secretaría de Reforma del Estado, como el Ministerio de Economía. Y sobre todo, lo que permite es detectar hipótesis de conflictos, meses antes que los conflictos estallen. Si hay una fusión de empresas se puede advertir, mucho antes, que puede chocar con la ley antimonopólica. Y eso posibilita una planificación, armarse de una manera más sólida para enfrentar el problema. Ser un auditor es ser una especie de meterete, que permanentemente está revisando cómo funcionan los organismos y señalando sus deficiencias, si las tienen.
-¿Quién controla a la Sigen?
-Tenemos un auditor interno, un control de provisión de fondos, respecto de nuestro gasto, en el Ministerio de Economía, y un control político, porque le rendimos permanentes informes al presidente de la Nación.
-La Sigen ha distribuído información muy relevante sobre el tema de la corrupción...
-Mucha información, es cierto. Colaboramos y a veces trabajamos en conjunto con la Oficina Anticorrupción y lo mismo con la Justicia. El fenómeno de la corrupción en la Argentina no es sólo de la administración pública, sino también de la Argentina, porque aquí nunca podría haber habido funcionarios corruptos sin individuos o empresas dispuestos a corromperlos. En los últimos diez años hubo una convivencia entre el sector público y el sector privado a la que califico de inconveniente. Existió una especie de cultura de privatización de lo público y de publicitación de lo privado y con esto no coincido ni estéticamente ni éticamente. Me da la impresión de que la corrupción se vincula mucho con esta permisividad.
-¿Quién lo nombró?
-El Presidente, por decreto del Poder Ejecutivo y puede removerme del cargo por otro decreto.
-¿Qué instrucciones le dio De la Rúa?
-Ninguna, porque seguramente conoce bien la ley 24.156 que rige el funcionamiento del Sigen.
-Si fuera posible comparar, ¿a quién le gusta menos que lo auditen? ¿A Menem o a De la Rúa?
-Los que más aman la discrecionalidad más detestan el control; como por naturaleza Menem es un individuo muy dado a la discrecionalidad, no era una persona que amara el control. En cambio, a mí me parece que De la Rúa y muchos funcionarios de este gobierno son al revés. En este momento nosotros tenemos 40 auditorías por fuera del plan anual, pedidas específicamente por distintos organismos.
-¿Cuál es el modo operativo corrupto más habitual en lo que queda del Estado argentino?
-Yo diría que la venta de influencia, real o fingida. La fingida es cuando un tipo dice que puede hacer algo, que en realidad no puede hacer y por eso cobra; la real es cuando alguien dice que puede hacer algo, por ejemplo recalcular al alza una deuda que el Estado mantiene con un particular y lo hace y eso le reporta un beneficio. Pero, de todos modos, hay diversos tipos de ineficiencia.
-¿En cuál de los poderes esa ineficiencia se percibe más?
-Por ejemplo, el Poder Judicial es ineficiente en la aplicación del gasto, no recibe poca plata, pero la aplica mal. El Poder Legislativo acusa otro tipo de ineficiencia: el exceso de personal. Y el Poder Ejecutivo también tiene lo suyo porque tiene superposición de funciones. También es cierto que en la Argentina se trabaja mal en el sector público porque no existe una cultura de la cooperación, de la coordinación, de la cordialidad, de respeto de los ámbitos de incumbencia. Otro problema es la politicidad de algunos cargos. En Francia, los puestos se cubren a través de carreras administrativas a las que es muy díficil entrar, en las que se progresa mediante exámenes y en las que se califica en serio.
-¿Cómo le cae que algunas entidades internacionales de control de la transparencia califiquen a la Argentina debajo de Chile y Uruguay?
-Me parece una apreciación correcta. Me acuerdo de una frase definitoria a propósito de esta cuestión: Ofrecerle dinero a un carabinero chileno equivale a terminar en la cárcel y no ofrecérselo a un policía argentino equivale a romper el pacto social.
-¿Acepta que está metido en la carrera política?
-No, en lo más mínimo. Le aseguro que no busco ser diputado o senador.
-¿Y gobernador de Santa Fe?
-No, no.
-¿Cómo ve al periodismo y a los periodistas?
-Tengo una enorme gratitud por la labor del periodismo en los últimos 10 años en la República Argentina. Siento un fuerte respeto intelectual por el coraje, la inteligencia de Horacio Verbitsky, Jorge Lanata, Adrián Paenza, José Pasquini Durán.
-Mucha gente sostiene que el periodismo ocupa el lugar de la justicia...
-Creo que lo ocupa, pero que no lo quiere ocupar. Cuando un poder retrocede hay alguna otra cosa que avanza y ocupa. No en vano siete de cada diez personas prefieren hacer denuncias ante los medios que hacerla ante la justicia. La gente percibe que si los jueces fallaran más rápido, entonces el periodismo no sería un condenador a priori, como con tanta frecuencia se queja Menem.
El hombre común
El abogado Rafael Antonio Bielsa nació en Rosario hace 47 años. Es divorciado, tiene dos hijos ( Laureano, de 8 años, e Hilario, de 5); actualmente " vivo con una compañera que todavía no es mi esposa, pero lo será". Durante la entrevista, cuando se le pregunta por sus hobbies o manías secretas se refiere a la poesía, muchas de las cuales se transformaron en libros y en canciones. Su coterráneo Juan Carlos Baglietto le grabó tres: Señalada por el índice del sol, Qué son estas palabras y Amor en otras palabras, un logro que lo hizo ingresar por derecho propio en el movimiento de la Nueva Trova Rosarina. Aunque dejó de estudiar música, muestra sus uñas de guitarrero y dice que le da a la viola en reuniones familiares o amistosas. Una actividad que practica diariamente es la concurrencia a un gimnasio.
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