Sanar con las palabras
Algunas personas poseen el don de sanar a los demás mediante sus actitudes. Por lo general, se trata de gente que, independientemente de las circunstancias que les toque vivir, genera alegría y una sensación de plenitud. Ellos siempre nos nivelan hacia arriba.
Lo cierto es que todos los seres humanos nacemos diseñados para conectarnos con los demás. Por esta razón, y a pesar de tantas circunstancias que nos separan, podemos afirmar que el vínculo lo es todo. Lo hemos comprobado durante el último año en el que, por razones sanitarias, debimos dejar de relacionarnos tal como solíamos hacerlo.
Ya sea que lo creamos o no, todos necesitamos de alguien. Suelo referirme en mis escritos y charlas a las características de las personas tóxicas, que sin duda abundan, pero quiero compartir aquí tres rasgos de una relación interpersonal sana que añade valor a nuestra vida:
a. Lo que se dice adquiere otro peso
Podemos ser expertos en algún tema y tener un gran cúmulo de conocimiento al respecto, pero, aun así, que nuestros dichos o consejos no resulten útiles para los demás cuando establecemos un vínculo negativo o débil con ellos. Asimismo, nosotros no tomamos de igual manera los consejos que pueda brindarnos un familiar o un amigo íntimo, aunque en esencia nos sugieran lo mismo.
La pregunta es: ¿por qué un consejo nos sirve y otro lo descartamos? Porque el vínculo determina el poder de las palabras. Nadie presta atención a lo que dice alguien que no le cae bien.
b. Se produce naturalmente salud interior
Un vínculo sano en el presente tiene la capacidad de restaurar los vínculos tóxicos del pasado. ¿Quién no lleva consigo alguna marca de una relación que le causó daño? Hoy se reconoce ampliamente, entre las diversas corrientes psicológicas, la importancia del vínculo en la relación terapeuta-paciente para lograr eficacia en el tratamiento. Aunque contemos con la mejor técnica, sin un vínculo positivo, esta no funcionará.
Lo más importante siempre es el vínculo. No tengo dudas de que aún recordás a ese abuelo, esa tía, ese amigo, esa maestra, que con sus acciones y palabras trajo bienestar a tu vida. Al pensar en él o en ella, seguramente decís: “¡Me hizo muy bien!”.
c. Se despliega mucho más que simple amabilidad en el trato
Es muy loable ser educado, respetuoso y considerado con los demás. Pero algo muy diferente es ser capaz de construir un “apego seguro” con el otro. Es decir, un vínculo que sana. Todos tenemos la capacidad de descubrir las claves que marcan la diferencia. La calidad del vínculo que construimos con los demás implica mucho más que simplemente tener educación.
Es posible encontrarse a unos metros de distancia física de alguien, pero a años luz de distancia afectiva. El aislamiento emocional, que utilizan los torturadores con sus víctimas, posee la fuerza de desorganizar interiormente a cualquiera. Pero la vida siempre nos acerca a personas emocionalmente nutritivas y nos permiten alcanzar nuestra mejor versión.
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