Shumi Gauto: "No le di cabida a la actuación por miedo al rechazo"
Renunció a su papel de coconductora en Su atención por favor, de Radio Metro, para subirse a un escenario y ganar tiempo de ocio
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Llegó de muy joven a ocupar un lugar con el que sueñan muchos. Pero, hija pródiga de la generación millennial, Shumi Gauto decidió escucharse a sí misma cuando su voz interna le dictó que ya había cumplido un ciclo como conductora de radio y que era hora de empezar a hacerles lugar a otras pasiones. Y decidió dar un salto al vacío: citó en un bar a Nicolás Artusi -conductor de Su atención por favor, el programa que hasta mayo ella cocondujo por Metro- y le contó que había tomado la decisión de dejar el proyecto. "Me contestó que lo entendía y que me deseaba lo mejor, pero que también me odiaba un poco", recuerda ahora entre risas. Pasado el shock inicial, todo se acomodó de manera vertiginosa y feliz, como sucede siempre que las decisiones se toman de forma consciente. "Sigo en Metro Live, los domingos a la noche, y en Su atención por favor me ocupo de las lecturas y la artística, dos cosas que disfruto mucho", cuenta Shumi durante una merienda de domingo en su casa de Martínez. "Pero, ante todo, volví a hacerle espacio a la actuación, una actividad que me encanta desde chica y que había dejado por miedo a la sobreexposición". Desde la semana pasada, se la puede ver todos los sábados en Pieza plástica, una obra tragicómica del autor alemán Marius von Mayenburg dirigida por Luciano Cáceres. Allí, sorprende con su interpretación de una empleada doméstica que cambia para siempre la vida de una familia burguesa. Estrenada en el marco del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, esta puesta es su primer gran desafío en teatro, pero ella dice no estar para nada nerviosa: "Actuar es, para mí, entrar en un espacio casi meditativo. Subo al escenario y no pienso en nada más".
-¿Cuándo te diste cuenta de que le tenías tantas ganas al teatro?
-Pasó en los últimos años, y más que un hallazgo fue un redescubrimiento. Estudio actuación desde que tengo 12 años: en ese entonces tomé clases en la escuela de Hugo Midón y más tarde seguí con Augusto Fernandes. Pero no le di cabida a esa faceta por miedo al rechazo o a sobreexponerme, aunque sentía que era realmente buena y que había algo ahí que disfrutaba un montón. Como el mundo de los castings me daba terror, me puse a trabajar en radio y a estudiar cine, con la idea de estar del otro lado de la cámara.
-Pero nunca te enganchaste del todo con la idea de filmar...
-El cine tiene el desencanto del largoplacismo, y no me llevo bien con esa idea de hipotecar tu casa para financiar un proyecto que empezás a producir hoy, filmás el año que viene y estrenás dentro de dos. Siento que, cuando llega el momento de presentarlo al público, ese proyecto ya no te representa más. ¡Eso es cruel! Yo estoy muy acostumbrada por la radio al feedback inmediato, y sentí que esa manera tan lenta de hacer las cosas no era para mí, que no me lo iba a bancar. Pero en algún momento, ya instalada en la radio, volví a estudiar teatro, esta vez en lo de Nora Moseinco. Y volví a flashear.
-Tanto, que terminaste siendo profesora en su escuela.
-Exacto, ¡de repente me encontré siendo profe de teatro! El año pasado di clases a preadolescentes, este año empecé con adolescentes en lo de Nora y doy un taller para adultos en San Isidro, junto a Ale Gigena. Y lo disfruto mucho.
-¿Cómo te llevás con los adolescentes?
-Bien, me sorprendieron mucho y estoy aprendiendo con ellos semana a semana. Por lo general, debo confesar, no me banco demasiado esa edad. Pero en las clases es distinto: logro entender que están en un momento de la vida muy especial y los veo en el marco de un espacio que les gusta mucho y que respetan. Eso los vuelve pura receptividad.
-¿Por qué decidiste dejar de hacer radio todos los días?
-En diciembre me mudé de Capital a zona norte, que era algo que deseaba mucho, sobre todo para estar un poco más en contacto con la naturaleza. Y cuando empecé a habitar el hogar nuevo tuve una revelación: "¡Hace cinco años que no ceno en casa!". Me di cuenta de que lo que tanto placer me había dado se empezaba a convertir en sacrificio y que debía cambiarlo.
-¿Cómo llegó el ofrecimiento de Luciano Cáceres para actuar?
-Conocí a Luciano cuando vino a Su atención por favor para una entrevista. Lo conocía como actor, no sabía que era director de teatro, aunque es un recontra director. Al final de la charla me animé a encararlo: "Si en algún momento hacés audiciones para alguna obra, por favor, avisame". Él empezaba a ensayar El acto gratuito y me llamó. Ésa fue la primera obra que hicimos. Fue un debut muy lindo, pero hacer Pieza plástica es espectacular, un sueño hecho realidad. La obra me encanta, y el clima que se generó con todo el elenco (Brenda Gandini, Joaquín Berthold, Eduardo Cutuli, Santiago Magariños) es maravilloso.
-Uno de los hallazgos de la puesta es tu acento colombiano. ¿Te costó trabajarlo?
-¡Fue una idea mía! Estaba fascinada con el acento porque miraba El patrón del mal. Cuando empezamos a ensayar, le dije a Luciano que quería hacer la obra en colombiano. Él no estaba convencido, decía que cuando te esforzás en sostener una manera de hablar que no es la propia perdés ductilidad, pero la idea se fue instalando. Lo gracioso es que el otro día, terminada la función de estreno, todo el mundo le preguntaba a Luciano quién era la actriz colombiana con la que estaba trabajando.
-¿Qué otros planes tenés para los próximos meses?
-Por ahora le quiero dar tiempo y espacio a esta nueva faceta: quiero que Pieza plástica crezca, seguir dando clases de actuación. También estoy ensayando otra obra, que estreno en septiembre en El Camarín de las Musas, con la dirección de Jimena Aguilar.
-Te llevás bien con la idea de tener tiempo libre...
-Totalmente, ¡soy "la niña curso"! Tejo, bordo, pinto, hago yoga, estudio tarot... Mi trabajo siempre me permitió tener mucho tiempo de ocio, porque trabajé los fines de semana o por la noche, en horarios distintos a los de la mayoría de la gente. Hasta tengo un emprendimiento de muñecos que hago a mano, Los gatos meditadores, que empecé a vender a mamás. Me cuesta pensar en que la vida podría ser distinta, y hacer televisión nunca me interesó, porque despertarse a las seis de la mañana para grabar hasta las siete de la tarde no me parece un gran plan.
Un mate con yerba de menta
- Si tiene que elegir algo para tomar, Shumi se inclina por una infusión de menta, porque hace meses dejó el té negro, el mate y el café. "Empecé a ir a un médico ayurveda y cambié hábitos para sentirme mejor. Como me costaba dejar el mate, armo mi propia yerba con una mezcla de hierbas que compro por separado en cualquier dietética. La mejoría en el cuerpo se siente enseguida".
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