"Cuando perdés a tu mamá así de repente a los diez años quedás en un abismo, pero eso me hizo ser emprendedora y valiente. Los primeros diez años de mi vida deben haber sido excelente, porque yo tuve la droga a los doce años en una mesa con chicos tomando cocaína y supe decir que no, son decisiones que tienen que ver con la formación de uno, con la personalidad y con saber lo que está bien y lo que está mal", confiesa Ligia Janeiro, la escultora de 44 años y creadora de dos grandes ferias de artistas que se hacen anualmente en Buenos Aires.
Nació y vivió en El Palomar, con la muerte de su madre ella se quedó con sus hermanos porque su padre se fue de la casa, después volvió y formó pareja, mientras Ligia se crió en la calle del barrio, compartió mucho de la familia de sus amigos y siente que esa independencia le dio mucho mundo. "No desbarranqué, lo podría haber hecho pero estudié" relata con orgullo.
A los 18 años se fue a vivir con su pareja y a los 19 años tuvo su primer hijo, "mi amor de la vida, es mi fuente, es esa llamita de amor prendida constantemente. Después de mucho tiempo volví a hacer pareja, me volví a casar y tuve otra hija. Hace tres años me separé", cuenta de sus dos historias de amor que le dieron los frutos más lindos y que más ama: sus hijos.
Fue su padre quien le enseñó lo que es la vocación. Ligia le dijo que quería ser azafata y su padre le explicó que eso era un trabajo, que ella tenía que encontrar su vocación. En plena búsqueda, a los 18 años vio la película de Camille Claudel, amante de Rodin, "y cuando vi esa película supe que quería ser escultora, me cayó la ficha y cuando empecé la carrera me enamoré. Yo no sabía en ese momento que podía hacer talleres y punto, no necesitaba hacer toda la carrera de Bella Artes, de todas maneras hacer la carrera me dio una buena base", cuenta Ligia.
En principio estudió Bellas Artes como algo íntimo para ella, no hizo vida de artista ni salió a ofrecer al mundo su arte, por el contrario trabajaba en el área de ventas. Pero después de los treinta se enfocó en querer armar su propia colección, "me preparé como artista, porque una cosa es hacer arte y otra es ser arte. Entonces me formé para comercializar mi obra, no sabía lo que era un cv, preparar un dossier, me decían esas palabras y yo no sabía de qué me estaban hablando. Hice talleres con grandes maestros que me dieron una buena formación", recuerda la escultora de sus primeros pasos como artista.
"Entraba al taller a suicidarme lentamente"
Ligia trabaja desde el modelado, explica que esculpir el mármol y la madera es sacar material, mientras que modelar es poner material. Todos los días se metía en su taller a trabajar con resina, un material muy tóxico, y también fumaba, "entraba al taller a suicidarme lentamente", analiza Ligia acerca de su pasado. Hizo un clic y sintió que así no podía seguir, y decidió hacer un cambio en su vida en todo sentido: empezó a comer más sano, lleva catorce años sin fumar y empezó a trabajar con materiales sustentables como el telgopor, papel reciclado, cables, de esta manera busca crear una consciencia ecológica y aportar su granito de arena. "Tomé conciencia de que vivimos contaminados no solo con lo que comemos, tomamos, sino con las cosas que hacemos. Tenemos que tener una conducta ecológica, por ejemplo no dejar la canilla abierta mientras nos lavamos los dientes. En el último tiempo hubo un gran despertar ecológico y no podemos evadir que tenemos un compromiso y una responsabilidad ecológica en nuestra vida diaria, todos somos conscientes, si te querés hacer cargo o no es otro tema", reflexiona Ligia que en ese cambio de mentalidad empezó su búsqueda de materiales y logró tener algo para contar: mostrar que desde la reutilización y del reciclado se pueden hacer obras de arte que las mirás y no te das cuenta de que es reciclado, "no porque esté hecho con basura se tiene que notar que es una botella por ejemplo", explica.
Los rostros, las redes, y el trabajo de ser artista
Trabaja con los rostros porque es su manera de meterse en un personaje individual y buscar identificar a los seres humanos, llegar a las almas, dice que es un recurso que le sale de manera natural. Su colección actual trata su preocupación con las redes sociales: estamos muy comunicados pero no conectados, falta más mirarse a los ojos, ver el gesto, dejar el celular en la cartera y estar con el otro.
Cada proyecto le lleva mucho tiempo, "ser artista es un trabajo", sentencia Ligia. Son horas informándose sobre nuevos materiales -por ejemplo ahora trabaja con cables y luces led- pensar el proyecto y luego ver qué hace, si lo vende, lo muestra o lo presenta en un concurso. Cada escultura le lleva mucho tiempo y días de lluvia o humedad le pueden atrasar el trabajo porque no se secan los materiales, y en su ansiedad y apuro corre el riesgo de romper el trabajo, por ejemplo mete sal en el horno para que se cocine más rápido o mete hielo en las piezas para que fragüen más rápido, pequeñas técnicas que le fue dando la experiencia.
Sin embargo hoy hace las cosas con más tranquilidad y paciencia para disfrutar cada paso del proceso, "porque si no estoy en contra de lo que fomento, esos momentos de amor y de encuentro que también tienen que estar en la obra porque en definitiva yo dialogo con ella todos los días", dice Ligia que además confiesa que antes era muy autoexigente pero ahora aprendió que si un detalle está torcido no pasa nada, se puede presentar igual, porque asegura que hoy la vida no es tan perfecta como para ponernos tan exigentes con eso.
Los wine and Art y su veta emprendedora
En la búsqueda de comercializar su arte se dio cuenta de que nada de lo que fomentaba el mercado la conformaba. Empezó a viajar al interior del país para ver qué pasaba con el mundo del arte. Así fue que se dio cuenta de que no había un lugar de encuentro donde los artistas, desde la camarería, pudieran hablar de arte. "Porque vos ibas a una muestra, tomabas una copa de champagne, mirabas y te ibas. Yo empecé a cruzar grupos, así nació el Wine and Art que es un concepto viejísimo donde el público del vino va a ver el arte y el del arte a catar vinos", explica Ligia de su primer emprendimiento en el año 2014 y que se viene haciendo de manera anual con gran éxito. Al principio lo hacía todo ella sola, desde la organización hasta colgar los cuadros, ni siquiera lograba ganar plata. Hoy ya cuenta con 70 artistas y un pequeño equipo que la ayuda.
El año pasado sumó a su veta de emprendedora la Feria de Emprendedores Creativos (que se realiza esta hoy en Buenos Aires), donde mezcla arte y diseño. Ligia cuenta que la idea nació del propio rechazo que sufrió su obra: "a mí me han rechazado en ferias por decir que mis obras eran de diseño, y esa línea se cruza todo el tiempo en el ambiente, artistas que hacen diseño, diseñadores que hacen arte, esto de poner catálogo a todo hace que uno se quede afuera. Entonces hice el primer formato el año pasado. El concepto es emprender creativamente hagas lo que hagas, que me presentes algo con una vuelta de rosca, el arte contemporáneo pide a gritos bajar de la pared, salir del cuadro". El 10% de las ventas va para la fundación Eco Mujeres.
De esta manera Ligia encontró una doble vocación desde un lugar comercial pero relacionado a lo que ella hace. Hace tres años que se separó y dejó de crear, se dedicó solo al área de producción de los eventos. Pero hoy siente que reina la paz en su vida y recupero su obra, se apoyó en su amigo y artista Gustavo Reynoso y volvió a replantearse qué quiere hacer, bajar todas las ideas que rondan por su cabeza, "mi gran desafío ahora no es tanto la feria en sí, sino mi muestra independiente después de tres años sin mostrarme", dice Ligia emocionada y con la firmeza de quien se encuentra bien parada.
Fue un camino que tuvo su costo: cansancio, horas de sueño perdidas, llantos nocturnos, una feria en pleno divorcio que no funcionó la organización y entonces imaginó que no le daría plata, pero así y todo decidió hacerla igual: "fue como estar en el fondo y decir lo pierdo todo o desde acá es un apoyo para salir con la próxima edición. Y salió todo excelente, a veces las cosas negativas dependen de cómo uno las capitaliza y las aprovecha para crecer, para mantener una continuidad. Yo soy una sobreviviente desde los diez años que se murió mamá y papá se fue de casa", asegura Ligia quien está convencida de que hay que aprender cómo reciclarse y salir adelante, porque la vida es un reciclado constante.
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