Venía de un barrio humilde, empezó como ascensorista y su actitud lo convirtió en gerente: “Si te preparás, estudiás y te dedicás, llegás”
Consiguió trabajo como ascensorista mientras terminaba la escuela nocturna y su vida dio un giro cuando conoció una ciudad argentina en la que vio posibilidades de progreso; hoy lidera uno de los grupos hoteleros más importantes del país.
Luis Di Giorgio nació en 1968 en el seno de una familia con recursos limitados, pero un gran corazón. Se crio en Villa Lugano, en épocas donde las calles eran de tierra y el barrio, seguro. Apenas terminaba el horario escolar, Luis corría a la esquina con los chicos para jugar a la pelota o simplemente sentarse en la vereda a hablar por horas: “Así perduraban nuestras tardes hasta que a la hora de la cena las madres comenzaban a llamarnos con el ceremonioso grito de `a comeeeerrr´”, rememora.
Fue mientras cursaba su último año de secundaria que trazó su primera meta, hallar la manera de generar recursos para los gastos personales: “A través de un amigo ingresé a un importante hotel con un permiso de mi madre, ya que apenas tenía diecisiete años”, continúa Luis. “Ubicado a media cuadra de Plaza de Mayo, un hermoso y antiguo edificio cuatro estrellas me dio la oportunidad de incursionar en el maravilloso mundo de la hotelería”.
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Ingresó como ascensorista, donde debía operar uno de los antiguos ascensores a manivela durante ocho horas. Apenas salía del empleo corría para no perder el colectivo que lo llevaba a la escuela nocturna. A pesar del esfuerzo, le gustaba lo que hacía y durante un tiempo aspiró a ser el mejor ascensorista del hotel, hasta que un día emergió en él un fuerte deseo que lo acompañó toda su vida: superarse.
Su análisis para lograr sus objetivos fue minucioso. Primero debía conquistar el próximo eslabón: ascender al puesto cuya función era hacer girar la gran puerta giratoria de bronce. Luego sería cadete, que consistía en trasladar los equipajes de los pasajeros. Más tarde, podría aspirar al puesto de conserje y, por último, conquistar el anhelado cargo de recepcionista: “Era el puesto estelar”, relata.
¿Cuánto tardaría en llegar? ¿A qué edad? ¿Era suerte o debía capacitarse? No tenía las respuestas, aunque sí una certeza: trabajaría incansablemente para lograrlo. Lo que Luis no imaginaba era que aquella actitud de esfuerzo le obsequiaría recompensas aún mayores.
La primera piedra en el camino, el servicio militar: “Me propuse que algún beneficio le sacaría”
El primer obstáculo hacia su meta transformó su mentalidad para siempre. Luis fue reclutado para el servicio militar, lo que significaba abandonar su trabajo y, por el momento, sus planes. Fue entonces que decidió convertir su “piedra en el camino” en una oportunidad: “Me propuse que algún beneficio le sacaría”.
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Y así sucedió aquella primera mañana, cuando formado en el patio, levantó su mano al momento que un suboficial a cargo del batallón preguntó a viva voz: “¿Quién sabe cocinar?”. No era cierto, apenas había preparado un par de hamburguesas alguna vez, pero confió en su intuición, en poder disimular y, en el camino, realmente aprender a cocinar: “Me resguardé y disimulé días enteros pelando papas, limpiando y sacando la basura, no podía evidenciar que no sabía y mientras tanto observaba todo”, confiesa Luis.
“¿Vos no sabés un carajo de cocina, ¿no?”, lanzó cierto día uno de los cocineros. “No”, le contestó el joven y, a partir de entonces, aquel buen hombre le enseñó desinteresadamente todo lo que sabía del mundo de la cocina y del servicio de la mesa: “Aprendí las nociones básicas de la gastronomía, un mundo fascinante y cautivador”.
Desde Buenos Aires a Ushuaia, a dedo: “Si consigo trabajo en esta ciudad me quedo a vivir”
Del servicio militar, Luis fue liberado dos meses antes, aunque debía esperar aquel tiempo hasta firmar la baja. El hotel le había guardado su puesto, pero no tenía permitido trabajar ya que se encontraba aún “bajo bandera”.
Fue entonces que el joven descubrió otra gran inversión para la vida: decidió viajar, otro evento que lo transformó para siempre. Un señor le habló acerca de las bondades de Ushuaia y él imaginó los paisajes de la ciudad más austral del mundo, tan lejana y mística.
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“¿Te animas a viajar a Ushuaia a dedo?”, le propuso a un amigo. El sí fue rotundo, se equiparon y salieron a la aventura: “Experiencias increíbles y personas generosas que nos fueron acercando cada vez más a la ciudad del fin del mundo”.
Arribaron el 15 de mayo de 1990 y a Luis lo apoderó una felicidad extrema, “incluso a pesar de la escarcha, el frío y el cielo nublado”, dice. Mientras caminaban por el centro a él todo le parecía una maravilla, una comunidad de cuento rodeada de montañas que se unen con el mar.
Fue al segundo día, mientras recorría la costa del Canal Beagle, que Luis fijó su mirada al horizonte y, de manera espontánea, le dijo a su amigo: “Si consigo trabajo en esta ciudad me quedo a vivir”.
“Mi amigo me miró y me dijo ¡Vos estás loco! Mirá el frío que hace acá y eso que aún no está nevando”, rememora Luis con una sonrisa. “Le contesté: es un lugar hermoso, y está todo por hacer, está naciendo turísticamente y pienso que si trabajás duro aquí las posibilidades de progreso deben ser mucho mejores que en otro lado”.
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Actitud, trabajo y progreso: “Me pregunté cientos de veces si valdría la pena tanto esfuerzo, pero seguí confiado”
Tal como lo había anunciado, Luis salió de inmediato a buscar trabajo. Recordó un lujoso hotel por el que habían pasado, se dirigió hasta la recepción, respiró hondo y entró decidido a preguntar si necesitaban gente. “No”, le dijeron con amabilidad. “Pero dejá tus datos y cualquier cosa te llamamos”.
Luis regresó a su alojamiento esperanzado, sin buscar más, tenía un buen presentimiento. No se equivocaba, al día siguiente lo llamaron y le dijeron que había un puesto para él: “Prácticamente salí corriendo a presentarme, era para recepcionista nocturno, de inmediato acepté”, cuenta. “Comencé con el trabajo muy entusiasmado y ya al poco tiempo me permitieron viajar a Capital Federal para gestionar mi baja en el servicio militar”.
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“Cuando me sentí seguro comencé a pensar cómo podría prepararme para progresar”, continúa. “Fue así que empecé a asistir a la recepción dos o tres horas antes de mi horario de ingreso para ver cómo eran las tareas del recepcionista de la tarde, obviamente esto era ad honorem”.
Un día, Luis supo que la recepcionista de turno tarde estaba embarazada y se ofreció a reemplazarla. Le dieron el puesto y, a partir de entonces, comenzó a capacitarse hasta que se presentó la oportunidad de obtener el codiciado puesto de la mañana.
Tiempo después, quedó abierta la vacante de jefe de recepción. Luis sabía que no era un puesto fácil de conseguir, pero se enfocó en conquistarlo, realizando ambas tareas por el mismo sueldo durante cinco años: “Los siete días de la semana trabajaba por más de diez horas. Me pregunté cientos de veces si valdría la pena tanto esfuerzo, pero seguí confiado. Una de las felicidades más grandes fue escuchar ese nombramiento”.
Para entonces, Luis ya había logrado más de lo que se había propuesto en sus tiempos de ascensorista.
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Una clave para ir hacia el éxito: expresar los deseos en voz alta
Tras el pequeño gran triunfo llegaron sus dos primeras conquistas transformativas. Luis se casó y le dio la bienvenida al mundo a su hija al tiempo que participaba por primera vez en la puesta en marcha de un nuevo importante hotel de la empresa a la que pertenecía. Asimismo, con el tiempo, comenzó a realizar tareas de asistencia de gerencia con quien fue su maestro, Juan Kratzmaier.
Cierto día, cuando cumplía los cinco años como jefe de recepción, la empresa incorporó un nuevo gerente, un evento que volvió a marcar su futuro: “Se presentó fríamente y pidió que todos hablen de sus responsabilidades y proyectos laborales. Cuando me tocó a mí, me presenté y le dije que tenía a cargo a veinte personas entre los dos hoteles y le detallé las tareas principales. Me preguntó ¿y sus proyectos laborales cuáles son? Lo miré a los ojos y, hablándole con todo el respeto, le dije que yo me quería sentar donde estaba él, que quería ser gerente del hotel y crecer profesionalmente. Todos me miraron como diciendo: acá te rajan”, revela Luis.
Él hombre, sin embargo, esbozó la primera sonrisa de la jornada y contestó: “Lo felicito, seguramente con esa convicción y haciendo bien las cosas un día va a llegar”.
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Un deporte para calmar la mente y un nuevo sueño cumplido: “Construí mi casa con mis propias manos”
En el camino, entre las presiones y los nuevos desafíos, Luis se propuso dos cosas más: tener una casa propia y calmar su mente a través de un deporte. Para esto último eligió el Karate Do, un arte marcial que combina la mente y el corazón, brindando equilibrio emocional: “Abre caminos para ser moderado y cortés en la vida, para ser modesto en las palabras y en las acciones, para respetar al prójimo”, explica.
“En cuanto a la vivienda, en Ushuaia ha sido siempre un gran problema incluso hasta hoy mismo lo es. Conseguí un lote alejado del centro de la ciudad y con el dinero que me llevaba pagar el terreno no me quedaba resto para pagar mano de obra para construcción, por lo que me asesoré en construcciones de madera e hice, junto con la ayuda de la madre de mis hijos, la casa con mis propias manos”.
“Era un solo ambiente de tres metros por seis metros. Bromeábamos que dentro de la casa, girando sobre tu propio eje, podías cocinar, ir al baño y acostarte. Felicidad absoluta cuando recuerdo el placer que nos dio el tener la deseada casa propia”.
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Una meta soñada: ocupar la silla del gerente general
Cierto empresario reconocido solía visitar el hotel y decirle a Luis que llegaría el momento en el que trabajaría para él. Así fue como un día le pidió que lo acompañe a una explanada con una vista impresionante a la ciudad y al Canal Beagle: “Te puede parecer una locura, pero en este lugar inhóspito levantaré un hotel y a partir de ahí, inevitablemente, todo un barrio y comercios surgirán alrededor. Deseo que vos administres el hotel”, le anunció. El 1 de enero de 2000, Luis dio comienzo a su primera gerencia de hotel. El 19 de julio del mismo año, le dio la bienvenida a su segundo hijo.
Fue dos años después de aquel acontecimiento, que a Luis se le presentó la oportunidad de volver al primer hotel en el que había trabajado: “Me convocaron planteando que yo sería la persona indicada para intervenir en el conflicto con el personal, por haber trabajado con ellos por mucho tiempo”.
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Su gestión fue exitosa y fue así que, tal como lo había soñado, le ofrecieron finalmente el puesto de gerente que había manifestado siete años atrás querer obtener en aquel lugar.
Cinco gestiones, reconocimientos y dos opciones para la pandemia: quedarse viendo Netflix o aprovechar el tiempo y estudiar
Tras su nombramiento en el 2002 y durante los siguientes veinte años llegaron innumerables esfuerzos, que incluyeron cinco inauguraciones de hoteles entre Ushuaia y el Calafate, todas gestiones complejas, pero exitosas.
“En el año 2006 me decido por estudiar abogacía. Siempre fue mi intención incorporar conocimiento general, rendí y aprobé algunas materias, pero lamentablemente se me dificultó darle continuidad”, continúa Luis, quien en el 2014 fue nombrado, por unanimidad de los afiliados, vicepresidente de la Cámara de Turismo de Tierra del Fuego por el periodo 2015 a 2017, en el 2015 presidente de la Asociación de Hoteles de Turismo de la provincia de Tierra del Fuego – actividad que incluye numerosas gestiones de responsabilidad social donde se colabora en hogares de niños y sectores necesitados de la ciudad. Asimismo, en el año 2018, se convirtió en representante de la Asociación de Hoteles de Turismo en la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau.
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Cuando la pandemia arribó todo fue incertidumbre y parálisis. Luis debió cerrar sus hoteles por tiempo indeterminado, pero decidió no desesperar. Supo que tenía dos opciones: quedarse viendo Netflix o aprovechar el tiempo. Decidió que era momento de retomar sus estudios de abogacía, aprobó 18 materias (más que en los primeros años), en el camino se recibió de martillero público y actualmente le restan cuatro materias de abogacía por rendir.
Aprendizajes de una vida ascendente: “Si te preparás, estudiás, y le dedicás horas extras como lo hice yo durante toda mi carrera, llegás”
Luis jamás olvidará aquella reunión en la que le manifestó a uno de los antiguos gerentes generales del hotel que aspiraba alcanzar su puesto. Hoy, hace veinte años que ocupa el cargo y con aquel gran hombre se cruza seguido. Él siempre lo felicita por haberse animado a expresar en voz alta su deseo y por haberlo logrado.
También recuerda a ese adolescente que alguna vez fue, decidido y dedicado, con orgullo. Para él, ser ascensorista nunca tuvo sabor a poco y, tal vez, ese haya sido su secreto. Sabía que, sin importar la tarea, debía dar lo mejor de sí, respetando al prójimo. Esa es y fue siempre su manera de ascender en la vida.
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Aquel niño que jugaba en las calles de tierra de Villa Lugano, hoy está a punto de dejar su cargo habiéndose convertido en gerente general de cinco importantes hoteles, algo que parecía impensado en sus tiempos adolescentes.
“Llegar a la gerencia general exitosa ha significado el techo en mi carrera bajo relación de dependencia”, reflexiona, quien hoy tiene 54 años. “La relación de dependencia siempre tendrá un límite, es natural que suceda y yo lo alcancé, logré pararme sobre él y disfrutarlo enormemente durante años”.
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“Hoy les suelo decir a los gerentes operativos y jefes que deseo fervientemente que se quieran sentar en mi sillón de gerente general, porque cuando estén preparados para sentarse en él, van a estar preparados para enfrentar cualquier desafío”.
“Si te preparás, estudiás, y le dedicás horas extras como lo hice yo durante toda mi carrera, llegás. Lo que te proponés con la mente y el corazón se cumple, la recompensa puede tardar más o menos, pero llega, porque el universo se alinea para que los que se han preparado puedan cumplir sus sueños”.
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“Hoy he tomado la decisión de seguir mi vida con proyectos personales, me he propuesto nuevas metas, pero esta vez desde otro lugar que será formar parte, ser socio o pertenecer a la estructura. Será desde un lugar donde pueda poner en valor mis años de trayectoria, mis estudios y mi experiencia, con la que me siento absolutamente seguro y confiado. Sé que el universo volverá una vez más a poner mis sueños y proyectos por delante, me dirá ve por ellos y seguirá llevándome por el camino de los grandes desafíos”, concluye.
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