Vivir sin fronteras virtuales: diario de Estonia, la cuna de la ciudadanía digital
Carlos Miceli, un emprendedor argentino que obtuvo el estatuto de e-ciudadano estonio, comparte su experiencia
¿Qué tienen en común el Brexit y el cepo cambiario de Guillermo Moreno en la Argentina? Que ambos eventos dispararon las consultas de emprendedores de los dos países para radicarse como "ciudadanos digitales" en Estonia. Sucedió aquí hace dos años, cuando los obstáculos locales para hacer operaciones con el exterior aumentaron el atractivo de la propuesta de la ex república soviética, que por un trámite que cuesta 100 euros se ofrece como base para hacer negocios en la Unión Europea. Lo mismo pasó con el Brexit: las aplicaciones de ciudadanos británicos se duplicaron después del referéndum en el que ganó la alternativa de la separación económica del resto del continente.
"Es un país increíble, donde la filosofía es que todo lo que se puede hacer online, se hace de manera digital", cuenta el emprendedor argentino Carlos Miceli, quien hace años se enamoró de este lugar, se puso de novio con una chica de Tallin -la capital- y viaja seguido para sostener su vínculo con varias start ups con las que colabora. "Cada mes aparecen nuevas herramientas gubernamentales para hacer más rápido y cómodo el proceso de la e-ciudadanía", agrega Miceli.
Estonia se independizó de la Unión Soviética en 1991, y para ese entonces más de la mitad de su población no tenía teléfono fijo. La sociedad notó que sus vecinos se desarrollaban en base a verticales concretos: Noruega con su petróleo, Finlandia con los celulares, Suecia con el diseño. Las autoridades decidieron entonces apostar todo a la digitalización, con una velocidad que hace que Silicon Valley parezca una tortuga a su lado: para 1997, seis años después de la independencia, el 97% de las escuelas del país estaban conectadas a Internet. En el 2000 las reuniones de gabinete se empezaron a hacer sin papeles (fueron pioneros en esta práctica), en 2007 se introdujo la posibilidad de votar online en las elecciones nacionales y en 2015 se decidió impulsar la ciudadanía digital para extranjeros, que no permite votar ni tener derechos constitucionales, pero sí realizar negocios desde allí pagando un impuesto promedio del 20%. Como comentaba Miceli, todo lo factible de hacer online se lleva a este terreno: desde las declaraciones de impuestos (que no llevan más de cinco minutos) hasta inscribir a un bebe en el registro civil, con lo cual las parejas se ahorran una salida incómoda cuando el invierno es cruel.
Estonia posee 1,3 millones de habitantes, es un país pequeño, pero la expectativa es sumar varios millones de e-residentes en los próximos cinco años. La movida, más allá de las novedades administrativas y económicas, implica un giro copernicano en el rol de los Estados en este siglo: en algún momento los países dejarán de tener el monopolio de cobro de impuestos sobre las personas por el hecho azaroso de que hayan nacido dentro de sus fronteras. Singapur y otras naciones ya se anotaron en la carrera por ofrecer beneficios similares.
Estonia es el país más ateo del mundo, y es también cuna de varios "unicornios" -empresas que valen más de 1000 millones de dólares, con base digital y creadas en promedio en siete años-, como Skype, entre otras. Durante 800 años, el país fue parte de algún otro imperio, y es una de las tierras con historias más trágicas: al estar de paso entre Europa y Asia, a menudo fue invadida por potencias de uno u otro lado. El 27 de abril de 2009 sufrieron un ciberataque masivo, y la sospecha se dirigió a hackers rusos con apoyo oficial de ese país. Desde entonces, la política de innovación también fue una estrategia de defensa: convirtiéndose en un foco de simpatía para los emprendedores globales, Estonia le sube el precio a una eventual tentación de ataque por parte de su vecino.
Un día productivo
Con 30 años, Miceli es un emprendedor inquieto con proyectos en la Argentina, Chile, Estonia, México y otros países. El año pasado desarrolló desde Buenos Aires la Escuela de Nuevos Aliados, "la primera aceleradora de relaciones profesionales del mundo, que ofrece entrenamientos online, en vivo y en equipo para profesionales y emprendedores que quieren conseguir nuevos clientes, empleos, socios, mentores y otros aliados."
Desde Tallin, le contó a LA NACION cómo sería un día típico de un ciudadano digital extranjero. A saber:
- Por la mañana, recibe en su correo la tarjeta de e-ciudadano, para la cual aplicó por segunda vez hace dos semanas. "En febrero de 2015, cuando lo hice por primera vez, tuve que ir a la estación de policía, donde no hablaban mucho inglés, con una amiga de Estonia para llenar los papeles y que me traduzca. Semanas después había que buscar la tarjeta en la estación -recuerda Miceli-, ahora la aplicación es online, en apply.gov.ee, y se retira en 38 embajadas del país en todo el mundo o en varios puntos de Tallin".
- Ya con la tarjeta de ciudadano digital, Miceli saca a media mañana una cuenta bancaria en LHV, un banco sin sucursales que opera 100% online y al que accede con un generador de pin electrónico.
- Antes de almorzar, a través de la empresa LeapIN abre una empresa virtual en Estonia, algo a lo que tiene acceso por ser ciudadano digital. La firma se encarga del trámite y de proveer una dirección física para sus clientes y empresas. La misma compañía se puede encargar de la contabilidad a cambio de un fee razonable mensual.
- Desde un bar, con su computadora (Estonia es el país con más cobertura proporcional de Wi-Fi del mundo) lee y firma contratos digitales: lo hace a través de archivos bdoc que se firman a través de un programa llamado DigiDoc que provee el Gobierno.
- Tarde de networking: luego del almuerzo, Miceli se dirige a las oficinas de Jobbatical, uno de los start ups más famosos de Estonia. "Se dedican a conectar talento internacional con start ups por el mundo. Habiendo trabajado con ellos durante unos meses, mantuve una muy buena relación y siempre que vengo a Estonia paso a visitar al equipo", cuenta el emprendedor argentino.
Cuando Miceli recibió por primera vez su tarjeta de ciudadano digital estonio, en los primeros meses de 2015, la posteó en sus redes sociales (fue uno de los primeros latinoamericanos en aplicar). A los pocos minutos tenía un retuit del propio presidente de ese país, Toomas Hendrik Ilves, lo que muestra la seriedad con la que se toman este proceso las autoridades. Lo cierto es que Estonia se convirtió en un caso muy interesante de desarrollo acelerado apalancado en innovación. Kaspar Korjus, el director del programa de e-residencia, publicó dos meses atrás en Medim una nota en la que contaba cómo en sus viajes se encontraba con emprendedores supertalentosos en Ucrania que no podían avanzar porque Pay Pal no quería abrir cuentas en ese país, o con empresarios en Europa con una buena idea de negocios pero que se desalentaban ante las trabas burocráticas. "Es un regalo de Estonia la creación de un estado sin fronteras digitales para un ciudadano global", decía Korjus. Un mundo sin límites políticos donde las fronteras físicas ya no importan y son reemplazadas por la mejor interfaz de usuario.
sebacampanario@gmail.com
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