XXI, EL SIGLO DE LA GENETICA
PESE A LA POLEMICA, LOS EXPERIMENTOS SEGUIRAN; SUPONEN AVANCES ENORMES PARA LA SALUD
Missy, una perra collie esquimal de 12 años, hará que cierta ciencia ficción se transforme, muy rápido, en mero naturalismo. Una pareja de millonarios norteamericanos pagó, el año pasado, 2.300.000 dólares para que clonaran a su mascota, que está cerca de morir.
La genética, que se desarrolló principalmente en la segunda mitad de este siglo, ya permite que este tipo de servicios esté al alcance del millonario promedio. Dentro de diez años, según coinciden los genetistas, el clonado de mascotas será accesible y común.
Hoy es posible clonar seres humanos. Hace dos meses, el científico escocés Ian Wilmut, responsable de clonar a la famosa oveja Dolly, anunció que empezará a trabajar en ese camino.
Cauto, Wilmut explicó que su idea era copiar algunas células embrionarias, que servirán para estudios científicos. Y lo justificó: "De esta manera, será posible combatir terribles enfermedades", sostuvo.
La mesura científica de Wilmut se contrapone con la avidez explícita de otros expertos. Un físico norteamericano, Richard Seed, tiene la intención de hacer 200.000 clones anuales. Seed dijo que esto beneficiará a las parejas que no pueden tener hijos por medios naturales o artificiales.
Seed habló del costo de hacer el primer clonado (un millón de dólares), suma que se irá reduciendo hasta permitir que el negocio dé ganancias. "La palabra ganancia es buena -dijo-. Es algo esencial".
En los Estados Unidos, tierra de desmesuras, existe una secta que ofrece servicios de clonación humana (cuesta 200.000 dólares), aunque el emprendimiento no parece del todo serio.
Ocurre que el manejo de la información genética se está transformando no sólo en un saber revolucionario, que implicará redefinir términos como vida o muerte, sino también en un negocio inigualable.
Desde que en 1976 se creó la primera empresa de biotecnología, la norteamericana Genentech, el negocio no ha dejado de crecer. Según la Organización para la Industria Biotecnológica, en los Estados Unidos hay más de 1400 compañías dedicadas a la investigación y la producción en este campo.
El negocio es enorme porque llega el siglo de la biotecnología. En los próximos años, el conocimiento profundo de la información genética permitirá, entre otras cosas, curar enfermedades hereditarias; producir más alimentos sin avanzar sobre selvas y bosques; elaborar fármacos potentes y efectivos; lograr bebés resistentes a los virus y crear órganos para transplantes.
Cuando se llegue a un manejo avanzado de la información genética, se podrá elegir el sexo del bebé o diseñarlo para que nazca con ojos azules. "Pero yo veo como poco probable que se utilice esta técnica con fines triviales", dice el biólogo Alberto Kornblihtt, investigador del Conicet. "No veo que vaya para ese lado". El ser humano, al igual que los demás seres vivos, está compuesto de células que, en sus núcleos, portan el ADN, o ácido desoxirribonucleico, que contiene toda la información física de quien lo lleva. Dentro de cada núcleo hay entre 80 y 100 mil genes, que son los que le dicen a la célula qué proteína debe producir.
Los genes están formados por cuatro moléculas químicas que son representadas por cuatro letras: T, C, A y G. Lo maravilloso de esta información es que está escrita de la misma manera en todos los seres vivos. Las cuatro moléculas que forman el ADN se combinan de diferentes maneras en las diversas especies, siempre de a pares. En el genoma humano (todo el material genético del núcleo) hay tres billones de pares de bases.
"En vez de ceros y unos, como en el lenguaje de la computadora, acá hay cuatro moléculas distintas que se relacionan unas con otras -ilustra Lino Barañao, especialista del Conicet-. Toda la biósfera se maneja con el mismo sistema operativo.".
Helecho o ameba, humano o iguana, las diferencias entre todos los seres vivos están en el orden en el que se suceden las cuatro letras.
Los científicos, dice Barañao, están aprendiendo a mover esos archivos de un lado hacia otro, a manipular esa información. Pueden, por caso, cortar una secuencia de ADN e insertarla en otro lugar. Pero, por ahora, sólo se conoce la función de entre 5 y 10 mil genes humanos, es decir, no más de un diez por ciento del total. Y son los de función más evidente.
Cuando se conozca la función de todos ellos, o al menos de una buena parte, faltará resolver un punto clave. "¿Están los genes distribuidos al azar?", se pregunta Barañao, y arremete con otra metáfora informática. "Sabremos cómo funciona el software, los programas, pero todavía no sabemos cómo funciona el hardware, cómo interactúan los genes entre sí".
El Proyecto Genoma Humano es un plan oficial, desarrollado en los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón, con el cual se está haciendo la cartografía precisa de todo el genoma humano. El proyecto comenzó en 1990 y se espera tenerlo listo en dos años. Cuando la secuencia total de genes esté terminada, será un mapa preciso de la información biológica. Héctor Targovnik, profesor a cargo de la cátedra de genética y biología molecular en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, sostiene que esto permitirá, en pocos años, conocer con precisión qué genes causan determinadas patologías, con lo cual se podrá actuar sobre ellas.
En diez años será normal la terapia génica en adultos. Por ejemplo: si un hombre sufre hipertensión, que es una enfermedad escrita en los genes, hereditaria, se corregirá esa anomalía sustituyendo esos genes por otros sanos; o bien se agregarán genes sanos sin retirar los enfermos.
Otro modo de terapia génica habrá de practicarse directamente en las células embrionarias, con lo cual las personas nacerán libres de determinadas patologías.
Dos mil especialistas alemanes de diversas áreas elaboraron un informe, llamado Delphi, en el que imaginan cómo serán las próximas dos décadas. Allí concluyen, respecto de la ingeniería genética, que no se detendrá por más oposición que pueda generar.
Ya hay bastante oposición. La oveja Dolly dejo entrever nuevas posibilidades, algunas de caracter escabroso. Los casos de clonación animal que le siguieron -la oveja Polly, dos monos, dos terneros, entre otros- alentaron las discusiones.
El científico Harry Griffin, integrante del equipo responsable de Dolly, dijo que aceptaría -con reparos- la clonación en el caso de parejas estériles.
"De todos modos, hablar de clonación humana es pura ciencia ficción, porque no podemos decir que obtendríamos una copia igual del original, ya que los seres humanos somos fruto de la interacción de los genes y del ambiente que nos rodea. Y ese ambiente es, en cada caso, distinto", agregó.
Esto quiere decir que se podrá crear un individuo que, físicamente, será un 99 por ciento parecido al que aportó su genoma. Pero podrá no tener su personalidad, ni sus gustos, ni su voz, pues todo eso tiene que ver con el entorno, los estímulos, la formación.
Griffin cree que aún es imposible la clonación de humanos. Entre otras cosas, porque él conoció de cerca los centenares de experimentos fallidos que implicó Dolly; nacieron varias ovejas con deformaciones graves antes de llegar a ella. Esto es admisible en el caso de un animal de probeta, pero resultaría intolerable en el caso de los humanos.
La legislación prohíbe esta práctica en la mayor parte del mundo. Sólo Estados Unidos, Corea y Japón la admiten, pues aún no hay legislación al respecto. En la Argentina, Carlos Menem firmó en 1997 un decreto que prohibe la clonación en humanos, mientras que varios proyectos de ley, que también se oponen, esperan ser tratados en el Parlamento.
Targovnik y Barañao piensan que la clonación humana es técnicamente posible. "No hay mayores diferencias entre el desarrollo embrionario de una vaca y de un humano -afirma Barañao-. Los límites son éticos. Pero yo creo que no hay que hacer reglas taxativas; hay que analizar cada caso en particular. Es conveniente tener comités de bioética, como tienen casi todos los países, para analizar los casos."
En tanto saber revolucionario y aún oscuro, la ingeniería genética provoca fantasías e incomodidades. ¿No es posible que se estén haciendo, en secreto, experimentos de clonación humana, o que se estén produciendo animales monstruosos o virus terribles? Los científicos dicen que no hay constancia de que eso ocurra, pero ninguno se atreve a afirmar con certeza que no hay nadie en el mundo que esté trabajando -oculto, silencioso- en ese sentido.
Las trabas, nuevamente, son éticas, pues con 300.000 dólares se puede disponer de todos los elementos necesarios para clonar un ser humano. Alejandro Mentaberry, investigador del Conicet, dice que todas las disquisiciones éticas sobre ingeniería genética llevan siempre a lo mismo: el conocimiento científico, en sí, es neutro, pero depende de cómo se lo utilice.
Los escépticos de la biotecnología ven una sociedad futura de ricos mejorados genéticamente y de pobres defectuosos. Las entidades ecologistas, sobre todo las europeas, son productoras de abundante material semiapocalíptico al respecto.
"La ingeniería genética -escribió la especialista en bioética María Stella Martínez- puede estar dedicada al mejoramiento de la raza humana, creando, como consecuencia, una nueva raza, la de los mejorados genéticamente, probablemente superiores. Los no mejorados serían los hijos de las personas más humildes".
También cuestionan el manejo que se puede hacer de esa información, y citan el caso de Islandia, cuyo gobierno vendió a una empresa privada los derechos para armar y explotar el banco de datos genéticos de los 270.000 habitantes del país. Los ecologistas cuestionan el manejo discriminatorio que se puede hacer de esta información clave. Por ejemplo: una persona aspira a ocupar un puesto de trabajo en una empresa, pero el análisis de su información genética indica que sufrirá una enfermedad. La persona es rechazada.
En Europa, los verdes cuestionan, también, los alimentos manipulados genéticamente; en diciembre, grupos italianos envenenaron una partida de panettone que había sido realizado con aceite de soja transgénica.
Aducen que no está probado que los alimentos transgénicos -a una especie animal o vegetal se le introducen genes de otra especie- sean seguros. Las empresas productoras alegan que sí, pues se han dado todos los pasos de prueba antes de lanzarlos al mercado.
Los científicos suelen preferir una posición intermedia. Muchos se enervan cuando les mencionan las consignas que lanzan los grupos ecologistas. "Son totalmente alarmistas. Hablan y hablan pero, si les proponés debatir argumentos, no tienen con qué", dice Kornblihtt.
Obligados a navegar entre el deseo de conocer, los beneficios humanos, el gran negocio y los reparos éticos, los científicos también saben qué nada puede frenar el avance firme de la genética. Watson, el que descubrió la estructura del ADN, escribió en la revista Time: "No se deben posponer experimentos con futuros beneficios claramente definidos por una serie de peligros que no pueden ser cuantificados".
Es evidente que no será fácil frenar este desarrollo. "Así como en el siglo XX la ciencia predominante fue la física y la tecnología predominante fue la nuclear -dice Barañao-, en el siglo que viene la ciencia va a ser la biología y la tecnología va a ser la ingeniería genética. Ambas van a modificar la realidad, y eso está muy claro en todo el mundo".
Genes sanos por genes enfermos
Una de cada 25 personas tiene fibrosis quística, aunque no todas son portadoras sintomáticas. Se ha descubierto cuáles son los genes que provocan esta enfermedad y ya se ha experimentado la terapia correspondiente en humanos: un simple spray, como los que se usan para el asma, que infecta el sistema respiratorio del paciente con un virus al cual se le introdujeron genes sanos. Esos genes suplen a los defectuosos, responsables de la fibrosis quística.
Este es un ejemplo de una terapia que, en diez o quince años, se hará comúnmente. Así también podrá ocurrir con enfermedades hereditarias como lípidos, hipertensión o diabetes. "En el caso de la diabetes, por ejemplo, también será posible hacer un diagnóstico de la enfermedad a partir del embrión y, de acuerdo con eso, determinar la dieta adecuada de la persona que habrá de nacer", dice Héctor Targovnik. La terapia génica parece la panacea del futuro. Si una persona tiene una enfermedad hereditaria, significa que determinados genes son anómalos, que hay una falla en la información. Lo que se hace con esta terapia es, básicamente, introducirle al paciente genes sanos que suplirán a los enfermos en su trabajo de indicar cómo producir determinada proteína.
Si bien esta técnica está en etapa experimental, ya han sido tratados unos 3000 pacientes en todo el mundo, pero todavía no hay resultados definitivos.
Hoy se pueden hacer diagnósticos genéticos de enfermedades presintomáticas. "El paciente puede ser perfectamente normal, pero es posible anticiparle que en 20 o 30 años le aparecerá tal enfermedad. Pero esto se da, sobre todo, con problemas neurológicos, como la enfermedad de Humtington o la enfermedad de Steiner".
Otro tipo de terapia génica, que aún no ha sido ni siquiera experimentada y que es motivo de discusiones en el mundo, consistirá en operar directamente sobre las células del embrión, reemplazando los genes defectuosos por otros sanos. Este tipo de terapia hará que el bebé nazca genéticamente mejorado. Nacerá con la información hereditaria anómala ya corregida; además, se lo podrá hacer resistente a los virus, con lo cual no será permeable a las otras enfermedades, las infecciosas.
Por supuesto, la panacea de la terapia génica alcanzará, en principio, a las enfermedades hereditarias, o con componentes hereditarios. Algunas de las más aptas para ser tratadas de este modo son: diabetes, mal de Parkinson, fibrosis quística, mal de Alzheimer, cierto tipo de cáncer y de epilepsia y unas diez más.
La ingeniería genética también permite producir sustancias o fármacos y utilizar, para ello, animales y plantas. Ya está desarrollado el ordeñe de medicamentos, que implica modificar genéticamente cabras para que produzcan leche con determinada concentración de ciertas proteínas, que después son aisladas.
En los Estados Unidos, la empresa Monsanto ya está produciendo, en plantas de maiz, anticuerpos antitumorales que se utilizan para combatir el cáncer. Esos anticuerpos luego son usados para terapias en humanos.
Las bacterias también se usan como fábricas de productos généticos, pero es mucho más caro que hacerlo con plantas. "Con sólo 60 hectáreas de maíz que producen anticuerpos se cubre toda la demanda actual de los Estados Unidos", grafica Alejandro Mentaberry.
La ingeniería genética provoca optimismo también en el área de transplantes de órganos, aunque todavía no hay resultados visibles en este campo. En poco más, la genética permitirá conocer con precisión, a partir de las primeras células formadas, qué características físicas tendrá el bebé que nacerá; y, más adelante aún, será posible hacer las correcciones que se deseen. Preguntas como "¿De quién es esa naricita?" implicarán respuestas poco ortodoxas.
Los servicios de Clonaid
Si alguien quiere su propio clon, ya debe empezar a juntar 200.000 dólares. Ese es el precio que la compañía Valiant Venture Ltd. cobra por ese servicio, denominado Clonaid. La idea de los empresarios es que lo utilicen matrimonios que no puedan tener hijos y, también, parejas homosexuales.
La francesa Brigitte Boisselier, directora científica de Clonaid, afirmó que no veía trabas éticas para desarrollar esta actividad. "Los padres tienen derecho a tener un hijo que posea el código genético de uno o de otro", opinó. Para cumplir con este servicio, la compañía planea construir un laboratorio en algún país en el que la clonación humana no esté prohibida.
Valiant Venture, empresa norteamericana con sede en Bahamas, es la primera compañía en ofrecer este tipo de servicios. Ha sido creada por el Movimiento Raeliano, una secta dirigida por Raël, personaje misterioso que postula que la vida en la tierra fue creada por extraterrestres en un laboratorio. Entre otras excentricidades, los raelianos afirman que la resurrección de Jesús fue un acto de clonación.
La firma ofrece otros servicios. Por 50.000 dólares, almacenan células de una persona para clonarla en el futuro, en caso de que muera, y también clonan mascotas. Raël dijo: "La clonación dará posibilidades a la humanidad de obtener vida eterna.
¿Un freno al cáncer?
Existen muchas expectativas por lo que la genética pueda aportar en contra del cáncer. En este sentido hay varias líneas de trabajo que se valen de la terapia génica : uno de los caminos, por ejemplo, consiste en suplir con genes sanos a aquellos implicados en la división celular exagerada; otro, agregar un gen que torna a las células tumorales más vulnerables ante el sistema inmunológico.
Osvaldo Podhajcre, investigador de la Fundación Campomar, piensa que en diez años algunas clases de cáncer -como los melanomas o los tumores cerebrales- serán un mal recuerdo. "Hay que tener en cuenta que existen unos 200 tipos de cáncer, y algunos de ellos, como el de pulmón o el de hígado, los de vísceras, hasta son difíciles de diagnosticar", explica.
"En 1971, Richard Nixon decretó la guerra al cáncer, y se volcaron enormes cantidades de dinero en esa tarea -dice Podhajcre-. Han pasado casi 30 años y se avanzó mucho, pero aún falta otro tanto. Todos somos optimistas con estas nuevas técnicas. La quimioterapia, además de generar efectos no deseados, ya ha llegado a su techo; la alternativa es profundizar en las terapias génicas".
Algodón cromático
La ingeniería genética aplicada a plantas hasta ahora ha permitido la creación de vegetales resistentes a herbicidas, insectos y hongos. Pero ya hay experimentos que expanden estas posibilidades; por ejemplo, los genes de lenguado que se le han introducido al tomate, buscando darle resistencia a las heladas. Otro experimento consistió en introducirle a la planta de tabaco genes de luciérnaga, con lo cual la planta, una vez madura, brilla día y noche.
Esta técnica también permitirá, por ejemplo, que el algodón, tan blanco él, nazca de colores predefinidos para evitar el paso intermedio de teñirlo. Quién sabe si, en el futuro, la planta de algodón no dará directamente una chomba.
Fábrica de órganos
Un científico británico logró producir, mediante ingeniería genética, embriones de ranas sin cabeza. A partir de esa experiencia, se especuló con la escalofriante posibilidad de clonar humanos acéfalos para utilizar sus órganos.
"Yo creo -dijo al respecto Patrick Dixon, uno de los expertos en bioética más destacados del mundo- que habrá una gran presión para combinar la tecnología de la clonación con la creación de fetos parciales, sin cabezas, brazos o piernas, como fábrica de órganos para las personas del mañana."
Dixon agregó que, debido a la enorme demanda de órganos, la producción de fetos parciales ocurrirá "de manera experimental, dentro de cinco o diez años, en países en los que hay poca o ninguna legislación en el área del clonado".
Mientras, la creación de órganos en laboratorio, in vitro, no parece viable.
Alberto Kornblihtt, del Conicet, explica que no es lo mismo cultivar células en una placa plana que formar una estructura tridimensional.
Además, los órganos están integrados por células de diferentes características. "En el corto plazo -sostiene-, no será posible producirlos en un laboratorio.
El Sida, acorralado
El virus de la inmunodeficiencia humana, causante del SIDA, quizá sea acorralado y vencido en los próximos años gracias a la terapia génica. Actualmente se experimenta con ratones a los que, tras inocularles el virus del SIDA, se les introducen genes cuyo fin es lograr que las células infectadas sean más permeables a los medicamentos antivirales.
Plantas de última generación
Las opciones no son muchas. Con el crecimiento de la población mundial será necesario producir más alimentos, sin avanzar sobre selvas y bosques. Para los científicos, la solución será la biotecnología, pero los ecologistas creen que la genética en plantas y animales es un peligro potencial.
Hasta ahora, los conocimientos y la tecnología disponibles han permitido producir plantas resistentes a herbicidas, hongos y plagas. En poco tiempo estos productos parecerán vetustos ante los que llegarán: plantas que se adapten a suelos semiáridos, plantas que crecerán el doble de lo normal, plantas que poducirán mayor concentración de determinadas sustancias, etcétera.
Casi es cuestión de sentarse a imaginar lo que pasará cuando se conozcan con precisión los códigos genéticos de las plantas. El mapeo del genoma del arroz es el más avanzado, y le sigue el del maíz. "Cada planta tiene unos 40 mil genes, y en estos casos conocemos la función de unos 1500 o 2000 genes -afirma Alejandro Mentaberry, investigador del Conicet-. En diez años se podrá diseñar con precisión el arroz que se desee".
Al igual que con el ser humano, el conocimiento riguroso de la información de las plantas otorga posibilidades infinitas. Un ejemplo simpático: se ha logrado que la planta de tabaco brille las 24 horas del día, gracias a que le introdujeron genes de luciérnaga. De estos experimentos hay muchos.
El año pasado, más de 2000 expertos alemanes elaboraron el Reporte Delphi, que traza una visión del mundo futuro. En ese informe sostienen que, en quince años, el 30 por cientos de los alimentos que venderán las grandes cadenas de supermercados será de productos transgénicos.
Mientras la industria biotecnológica avanza, los ecologistas se ponen cada vez más duros. Según dicen, nada se sabe sobre lo que podrá ocurrir con los organismos modificados genéticamente. En los consumidores, según sostienen, pueden generar alergia o resistencia a los antibióticos.
El otro daño posible es al ecosistema. Afirman que existen peligros serios de contaminación genética al pasar naturalmente, por polinización, los genes de resistencia de la soja -por ejemplo- a otras especies. Si esa especie es una maleza, podría surgir una súper maleza. El miedo existe, y los científicos aceptan que siempre hay riesgos. "Toda tecnología implica peligros -opina Mentaberry-. Al igual que los aparatos eléctricos o el avión. Pero, en este caso, los riesgos pueden ser establecidos en procesos de prueba".
Según la visión de los científicos, el consumidor no debería tener miedo. El desarrollo de estas plantas ha llevado, al menos, diez años de experimentación, con el fin de que sean seguras. La primera discusión mundial sobre los riesgos posibles de estos productos ocurrió en los años 80. "La propia comunidad científica norteamericana internacional se autolimitó y decidió establecer una moratoria de diez años sobre ciertos tipos de experimentos, hasta que los riesgos se conociesen -dice Alejandro Mentaberry-. Y eso se cumplió".
Para los científicos, la ingeniería genética es un atajo. Permite lograr en poco tiempo, lo mismo que con las cruzas entre especies. "Inclusive, la transgénesis de hoy, a diferencia de la transgénesis por cruzamiento, es más controlada; se sabe qué es lo que se introduce", afirma Kornblihtt.
Este argumento también es atacado por los ecologistas, pues alegan que naturalmente es imposible, por ejemplo, insertar genes de lenguado en el tomate, algo que sí se ha hecho con biotecnología.
El argentino que ve la biotecnología como algo lejano debe saber que, si ha consumido soja, probablemente haya consumido alimentos transgénicos. Desde hace dos años, en la Argentina se cultiva soja transgénica, es decir, una planta a la que se le agregaron genes de otras especies que tienen resistencia a los herbicidas o a los insectos.
En la Argentina sólo se cultiva soja transgénica, pero este año comenzarán a sembrarse dos tipos de maíz manipulado genéticamente: uno que resiste a los herbicidas y otro que resiste a los insectos.
La Argentina ha sido muy permeable a estos productos. Rápidamente, el porcentaje de soja transgénica cultivada alcanzó el 70% de la superficie total sembrada con esta oleaginosa. Según la Organización para la Industria Biotecnológica, que nuclea a las compañías biotecnológicas de los Estados Unidos, en ese país se produce, desde hace cinco años, tomate, ají, maíz, algodón, papas, soja y maní transgénicos, distribuidos en 37 marcas diferentes. En los próximos 6 años, calculan que 30 nuevas marcas y productos serán lanzados al mercado.
Actualmente hay, de acuerdo con diversas estimaciones, unos 30 millones de hectáreas en todo el mundo cultivadas con plantas transgénicas.
"Estamos haciendo de la biología, que era una ciencia descriptiva, una ciencia dura", afirma Mentaberry. El futuro de la agricultura, dice, será industrial. "Va a ser una producción basada en la tecnología -opina Mentaberry-. Esta es una tendencia creciente que se afirmará en los próximos años".
El mapa del cerebro
Cuando el mapeo del genoma humano haya sido terminado, y cuando se conozca como interactúan los genes entre sí, llegará la hora de hacer el mapa de las más de 10 billones de células cerebrales. Pero este paso será dado, según los especialistas, dentro de algunas décadas.
El Reporte Delphi, elaborado por 2000 especialistas alemanes, calcula que allá por el 2020 se descubrirán los fundamentos neurobiológicos de la memoria, los sueños, el aprendizaje y demás.
Campeones de laboratorio
A diferencia de lo que ocurre con las plantas, la utilización comercial de animales transgénicos no está muy avanzada, quizá porque es un campo socialmente más sensible de generar oposición.
Los animales hoy son usados, básicamente, como productores de sustancias específicas que se concentran en la leche y luego son aisladas para uso humano.
"En el corto plazo -dice Lino Barañao, del Conicet- se va a poder modificar la leche para que tenga sustancias bactericidas, por ejemplo". El especialista afirma que también se podrán modificar las proteínas para fabricar determinado tipo de quesos, operar genéticamente para que los animales tengan más o menos grasa o mejorar la lana de las ovejas.
"En algunos años, en la Rural ya no veremos, probablemente, la vaca campeona criada por una cabaña. Veremos a una compañía biotecnológica que presentará una vaca con determinadas características", augura Barañao.
El investigador del Conicet cree que este tipo de tecnología va a generar productos con ventajas competitivas importantes. "Los países que la dominen -asegura- van a tener ventajas difíciles de superar".
Terminator
La avidez empresarial hace que la ingeniería genética sirva también para fines cuestionables.
Monsanto, una multinacional poderosísima, ha logrado que las autoridades norteamericanas le permitan producir y vender semillas elaboradas con una tecnología denominada Terminator.
Las plantas generadas por estas semillas darán, a su vez, semillas, pero serán estériles. Por lo tanto, los productores deberán, todos los años, volver a comprarlas, en vez de proveerse de su propia cosecha.
Mutantes
Repollo, maíz ,repollitos de Bruselas, perro salchicha. En todos los casos se trata de mutantes, de monstruos genéticos naturales o producto de cruzas deliberadas que han demandado décadas o siglos.
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