Candida Höfer: “La Casa Rosada reunió todos los requisitos de mi obra”
Recién llegada a Buenos Aires, la invitada especial de BA Photo exhibirá sus obras en La Rural y ofrecerá una entrevista pública en el Malba
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“Quiero aclarar un malentendido muy común: no soy una fotógrafa de arquitectura”, dice Candida Höfer en alemán, en un tono tan sereno como el de su obra. Según la invitada especial de BA Photo, recién llegada a Buenos Aires, arquitectos célebres como el holandés Rem Koolhaas le pidieron que registrara sus edificios. Pero lo suyo es otra cosa. Y eso que la define, aclara con hermetismo, se revela en sus fotografías.
Lo que se ve en casi todas ellas son espacios vacíos. Y, cada vez más, detalles que aspiran a la abstracción. Fiel al legado de la Nueva Objetividad, movimiento artístico que busca despojar al autor de interpretaciones subjetivas o declaraciones morales, Höfer reduce “lo máximo posible lo que ocurre en las imágenes”.

“En mis fotografías tiene que haber calma. La perspectiva central genera esa calma”, agrega inmutable ante un grupo de periodistas en la biblioteca del Palacio Duhau, días antes de presentar en La Rural siete de sus obras de gran formato. Entre ellas, las que registran los interiores del Teatro Cervantes, el Congreso Nacional y la Casa Rosada.
Esta última, confiesa, es su preferida entre las que hizo durante aquella visita que realizó a Buenos Aires en 2006, tres años antes de participar de una muestra en Fundación Proa con otros integrantes de la Escuela de Düsseldorf. “La Casa Rosada reunió todos los requisitos que facilitan el trabajo en mi obra: la luz, los colores y las características del espacio”, explica esta mujer nacida en 1944, discípula de los míticos Bernd e Hilla Becher.

“No opino porque no sé ni cómo funciona”, dice sobre Instagram, la red social que se ubica en las antípodas de su trabajo. Höfer sólo saca del estudio su cámara profesional acompañada por dos asistentes, cuando ya tiene el permiso para fotografiar los espacios que le interesan. La imagen final se compone de múltiples capturas, ensambladas tras un largo proceso de posproducción digital.
Este método le permite aceptar sólo dos o tres invitaciones por año. El viaje más reciente fue a Moscú, donde pasó dos semanas fotografiando el Museo Hermitage y la casa del arquitecto Konstantin Melnikov. “Cumplí un sueño”, confiesa al referirse a la experiencia de haber fotografiado este último edificio. Compuesto por dos torres cilíndricas conectadas, deja pasar la luz natural a través de una trama de ventanas hexagonales.

En Buenos Aires, una ciudad en la que reconoce “algo europeo”, se dedicará en cambio en estos días a caminar con una pequeña cámara en su cartera. “Para mí es un descanso”, reconoce. Y agrega que usará en proyecciones los detalles arquitectónicos que registre, como hacía cuando estudiaba cine con el director dinamarqués Ole John en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf.
“Hay un prejuicio todavía en muchos países, donde la fotografía no se ve como un arte”, señala Höfer, visiblemente decepcionada. Seguramente será uno de los temas que aborde el sábado próximo a las 12 en el Malba, donde Valería González la entrevistará en un encuentro abierto al público, con entrada gratis. “Todavía no sé de qué voy a hablar”, confiesa, con toda la espontaneidad que no se permite en su obra.






