Con pandemia también hay futuro
Aunque no podemos precisar cómo ni cuándo terminará la pandemia que azota al mundo, el tiempo transcurrido permite hacer algunas consideraciones para el análisis estratégico de la situación y adoptar previsiones para el futuro.
Comenzando por el escenario mundial, podemos arriesgarnos a decir que el mundo globalizado no emergerá igual al que conocemos. Será menos rico o más pobre, según de dónde se lo mire. Las señales auguran un futuro con más nacionalismos y proteccionismos. La globalización que funcionó para diseminar el virus no lo hace igual para dominarlo. Ninguna potencia está asumiendo condición de líder global: Estados Unidos se concentra fronteras adentro y el papel de China es ambiguo, intentando despegarse de su responsabilidad inicial por la propagación del virus. Analistas hablan de una nueva globalización, del fin del capitalismo y otras afirmaciones que como con la caída del Muro de Berlín se confunden con expresiones de deseo.
El concepto de Estado se ha fortalecido. Simultáneamente, bloques y organismos internacionales se muestran ineficaces o sin acuerdos en la coordinación de acciones. El papel de la Organización Mundial de la Salud no escapará al análisis más profundo de la post pandemia, algo que ya está ocurriendo al trascender su comportamiento inicial, lo que explicaría su excesiva condescendencia con China.
No hay uniformidad sobre cómo actuar. El abordaje es diferente en cada país y el punto de inflexión pasa por la mayor o menor voluntad de asumir la detención de la economía. De momento hay un alto grado de tolerancia ciudadana hacia las restricciones de derechos individuales en bien de las medidas de aislamiento implementadas por los gobiernos. Las muestras de solidaridad conviven con la exacerbación del individualismo, un sálvese quien pueda tanto a nivel internacional como social. La puja para adquirir material sanitario es prueba de ello.
La difusión por medios y redes sociales de opiniones y datos, según los casos esperanzadores o apocalípticos, pueden provocar confusión o pánico al público en general. Debería lograrse un equilibrio en la satisfacción de la demanda informativa, a fin de evitar alterar el ánimo de la población con la puesta en escena de un macabro contador de muertos y contagiados. Se procura sacar provecho político e ideológico. Trump, Johnson y Bolsonaro son blanco de críticas más virulentas que la dirigencia china, de férrea censura informativa. López Obrador, que va más allá incluso de lo que inicialmente hicieron los tres nombrados minimizando los efectos de la pandemia, no es tratado con la misma vara por la prensa considerada progresista.
Habrá además que acostumbrarse a nuevas limitaciones a la vida cotidiana. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 dieron lugar a estrictas medidas de seguridad permanentes en terminales y medios de transporte. Prácticas introducidas como consecuencia de la pandemia serán muy probablemente incorporadas a los protocolos habituales de control de las personas.
La gobernanza de la cosa pública ha fallado, como un indicador que no excluye al mundo desarrollado. Será necesario recomponer los sistemas de toma de decisión y la gestión de riesgos de todo tipo de organizaciones, públicas y privadas. No estará exenta la planificación de los asuntos personales de los individuos.
A pesar de los desembolsos sin precedentes anunciados por las naciones afectadas para mitigar los efectos de la parálisis resultante por las cuarentenas, los especialistas en materia económica coinciden en que sucederá un daño económico que en el mejor de los casos tardará años en revertirse
En cuanto al escenario local, desde un principio se planteó un dilema: salud o economía. El presidente Alberto Fernández afirmó que eligió la salud. Con el correr de los días gana terreno la necesidad de una respuesta integral: salud y economía. Sin descuidar al resto de las áreas. No parece probable que la ciudadanía otorgue un cheque en blanco al gobierno en lo económico, aun cuando los resultados se mantuvieren en los niveles que se vienen presentando. El margen de supervivencia del país y las personas en este campo es escasísimo. La preocupación del Presidente y de otros dos funcionarios y personalidades por la vida de los argentinos es una buena oportunidad para que se traduzca en su protección irrestricta, desde la concepción hasta la muerte natural.
La nula actividad de muchos integrantes de la clase política provoca objeciones a cargos, gastos y salarios. Un riesgo al que también están expuestos dirigentes sindicales y otras personalidades públicas. El Congreso Nacional, salvo algunas comisiones de diputados, se sumó a la cuarentena como si se tratase de una actividad no esencial. De mantenerse esa situación, se agudizará su desprestigio, así como el de otros cargos no percibidos a la altura de las circunstancias. Hasta el muy criticado Trump designó a su vicepresidente Mike Pence al frente de la Task force para el coronavirus de la Casa Blanca. Eso no se ve como una quita de poder al Presidente, sino como alivio y refuerzo. En Europa los Congresos interpelan a los gobiernos. Es el juego natural de la democracia. Si una crisis sanitaria es motivo para aflojar las clavijas del sistema republicano, representativo y federal, no debería sorprender cuando la misma fórmula se aplique en otras áreas. Peligrosamente, muchos confunden eficiencia con legitimidad a la hora de juzgar a los regímenes autoritarios.
Debería discutirse alguna figura legal intermedia entre la normalidad y el estado de sitio. Un "estado de emergencia", como existe en otros países. Ello agilizaría la adopción de medidas y facultaría acciones sin recurrir a la suspensión de todas las garantías constitucionales. Cuidar la legalidad de los actos debería ser una preocupación fundamental en un país propenso a juzgar hechos excepcionales del pasado con la visión y legalidad de tiempos normales.
A la luz de las primeras intervenciones del ministro González García, es entendible que el Presidente haya conformado un grupo de especialistas para asesorarlo en la tan específica temática sanitaria. ¿No se necesita algo similar para la economía? ¿Se revisará el mapa de la administración pública? ¿Cuál es el papel del jefe de Gabinete en una crisis? La revalorización del Estado se manifiesta en particular en áreas habitualmente víctimas de los recortes presupuestarios. salud, ciencia, defensa y seguridad son ejemplos de ello.
Funcionarios de distinto nivel parecen sorprendidos por el accionar de las Fuerzas Armadas. Lo que en realidad debería preocuparlos son sus limitaciones producto del ahogo financiero al que han sido sometidas desde hace décadas. Basta con ver muchos de los equipos desplegados, al límite de su operabilidad. Es de esperar que ese reconocimiento se traduzca en mayores recursos para el futuro. Las FF.AA. aportan personal calificado, medios materiales únicos, presencia en todo el territorio nacional y una capacidad de comando y control que las configuran como el recurso más valioso en ese campo disponible por el Estado nacional. Deben ser aprovechadas en el marco de la ley sin sesgos de ningún tipo, mucho menos desde el propio Estado, como a veces ocurre.
Documentos oficiales mencionaron a las reservas de las FF.AA., pero hay allí un importante vacío legal. La demorada ley de reservas otorgaría atribuciones al Presidente para adoptar medidas de manera rápida y efectiva, circunscriptas geográfica y temporalmente según necesidades. Este recurso no tiene nada de anacrónico, argumento de sus detractores. Veamos lo que sucede en los países más desarrollados. Su aplicación excede a un conflicto bélico y agiliza el empleo de los medios disponibles en situaciones excepcionales.
El aislamiento obligatorio evidenció la situación de millones de argentinos en la informalidad y las paupérrimas condiciones de habitabilidad de miles de viviendas, particularmente en el conurbano bonaerense. Manifestación de décadas de desigualdad, abandono, clientelismo y fracaso de las políticas económicas. Otro tanto ocurre con el déficit de inversión en la salud. Ello genera demandas que deben ser asistidas urgentemente para asegurar la paz social. Los recursos son limitados y las medidas impactan en la frágil situación económica general, previa a la pandemia.
En una crisis que convive con la necesidad de llevar adelante sensibles negociaciones a nivel internacional por la deuda deberían analizarse gestos como la conferencia virtual del Grupo de Puebla de principios de este mes. Mensajes pensados para la tribuna interna pueden ser perjudiciales traducidos al lenguaje estratégico.
Más allá de la incertidumbre propia del escenario, resulta peligrosa la ausencia de una idea de salida de la situación actual, que pueda transmitir cierto grado de previsibilidad a la ciudadanía. La intranquilidad puede dispararse si se percibiera que no se transmite porque no se tiene.
Debería quedar como aprendizaje, en quienes ocupan posiciones de liderazgo, que resulta imperioso pensar en todo momento en el futuro, del cortísimo al largo plazo. Se debe explorarlo sin condicionantes (escenarios favorables y desfavorables), definir hacia dónde se quiere ir y determinar qué señales alertan de hacia dónde realmente se lo está haciendo. Objetivos claros no sólo facilitan la acción, sino que mantienen viva la esperanza. Una función primordial inherente a los líderes de las organizaciones de todo nivel es prepararse para gestionar los riesgos y aprovechar las oportunidades que se presenten. *
Coronel (R) EA, exsubsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar del Ministerio de Defensa, consultor