“Seguimos en pie”. El diseño, una forma de resistencia en la guerra de Ucrania
En El arte de la resiliencia, muestra presentada en la feria Maison & Objet de París, los ucranianos mostraron que siguen creando y construyendo identidad en medio del horror
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PARIS.- A cara lavada, con los signos del cansancio en la profundidad de las miradas. Los ojos vidriosos, las ojeras a la vista. Así se presentaron los diseñadores ucranianos en la feria de diseño Maison & Objet, durante el crudo invierno europeo. Cruzaron fronteras durante varios días para llegar a esta plataforma de tendencias que se celebra dos veces por año en París. Lo hicieron en autos, micros de larga distancia, hasta camiones. “No fue fácil, pero teníamos la profunda convicción de mostrarle al mundo que estamos vivos, con una necesidad enorme de contar cómo seguimos en pie, cómo nos reconfiguró este contexto tremendo”, señala Danuta Kril, una de las diseñadoras ucranianas que asumió el desafío de mostrar, a pesar de todo, el coraje, la sensación de libertad que anhelan hace ya más de un año, cuando se desató la ocupación rusa en territorio ucraniano. Y el coraje, expresado en la materialidad aplicada a objetos, muebles, luminarias y equipamiento que rescatan técnicas de producciones artesanales y ancestrales.
“Es muy importante para nosotros representar el diseño ucraniano. La creatividad es parte de la libertad para nosotros”, comentó Sana Moreau, cocuradora junto a Anastasia Biletska de la muestra El arte de la resiliencia. La expo reunió a diseñadores y artesanos que plasmaron en sus trabajos el ADN ucraniano, una identidad que resignifica los códigos culturales que hoy se encuentran en constante transformación.
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¿Qué es la vida entonces? La pregunta que se formulan en voz alta el diseñador Valery Kuznetsov y el arquitecto Otto Winken se clava entre los visitantes como un puñal. Al frente del laboratorio de diseño Smith & Winken presentaron una serie de objetos escultóricos, criaturas kinéticas que cobran vida, una paradoja en estos tiempos. “Con materiales cotidianos interpretamos el sentido del ser humano como engranaje, como un mecanismo del universo que nos recuerda nuestro lugar en la tierra”, señalan y agregan: “Explorar escenarios futuros nos permite sumergirnos en evoluciones hipotéticas”, explican. Sus objetos están materializados en papel, metal, madera y textiles que cobran movimiento a partir de engranajes y mecanismos que, por momentos, le dan vida a animales, organismos imaginarios y seres distópicos. ¿Vienen de un pasado distante? ¿Van hacia un futuro impredecible? “Cada uno de nuestros objetos materiales está pensado para generar nuevas experiencias emotivas y sensoriales. Muchos ven insectos, otros en cambio, figuras animadas que invitan a formular más preguntas que respuestas”, apunta Otto.
A su lado, Victoria Yakusha explica el significado de la palabra movchun, que en ucraniano refiere a la frase “guardar silencio”. A Victoria se le pone la piel de gallina y la voz se le quiebra al evocar el punto de partida de su colección irregular, moldeada a mano, entre nostálgica, orgánica y escultural. La arquitecta, mamá de cuatro chicos, buscó la conexión con la naturaleza para definir las líneas de Soniah, una familia de luminarias que, como el girasol, buscan el calor de los rayos solares.
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“Hay algo primitivo y natural en seguir al sol. Nuestros antepasados construyeron sus vidas en torno a los ciclos solares y vivían en armonía con la naturaleza. Hoy este concepto resuena más fuerte que nunca. Seguimos buscando al sol para encontrar nuestra esencia. Nos pasa cuando sentimos el olor de la tierra mojada, que nos conecta con el espíritu salvaje de la naturaleza”, destaca Victoria, directora del estudio Faina, fundado en 2014. Sus objetos evocan simbologías ancestrales desde materiales autóctonos, posicionando su firma como uno de los estudios ucranianos que trabaja procesos sostenibles. “Al igual que nuestros antepasados, creo en la esencia espiritual de las cosas, las almas de nuestros objetos. Es uno de los elementos centrales de lo que llamamos diseño en vivo: crear algo con espíritu propio”, explica Victoria Yakusha.
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Frente al horror de los bombardeos ensordecedores, Kateryna Sokolova apuntó a las formas orgánicas, de líneas puras y paleta de colores suaves para contrarrestar las imágenes que, según afirma, no cree poder borrar jamás. A los 38 años y graduada en la Academia Estatal de Diseño y Artes de Kharkiv, la diseñadora industrial confiesa que su nivel de resiliencia la llevó a “buscar y encontrar una salida ante cualquier circunstancia, a agradecer a la gente cercana por acompañarme en el camino y a seguir creando en formato colaborativo. Lo mejor está por venir”, susurra. Sokolova, que estudió en Alemania, dedicó su colección Noom a los 100 años de la Bauhaus. Así, las formas geométricas simples de sofás y sillones remiten a la emblemática escuela alemana de arquitectura, arte y diseño fundada por Walter Gropius en 1919.
Pulsión de vida
“Durante estos años de resistencia al agresor aprendimos a valorar cada minuto de nuestra vida. A pesar de las sirenas, las explosiones y el torbellino emocional estamos construyendo entre todos un futuro brillante y democrático. Nos vimos obligados a trasladar nuestra producción desde Kharkiv, que se convirtió en el objetivo de bombardeos de artillería masivos y despiadados desde las primeras horas de la guerra a gran escala. Se rompieron nuestras cadenas logísticas y las pudimos reconstruir. Aun sin luz por los ataques aéreos que nos dejaron sin energía podemos decir que perseveramos”, dice Kateryna.
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El semillero de diseñadores que resisten a pura resiliencia también incluye a Natalya Bulanova, autora y directora de Staritska Maysternya, una firma inspirada en la casa de campo que encontró en un pueblo ya abandonado, de nombre Staritske. Y la compró por poca plata. En un radio de 2 km, hay campos y bosques, vistas impresionantes, una atmósfera especial: mucho silencio, cielo, aire... “Una auténtica sábana blanca, un espacio cero, un punto de partida para la creatividad”, comenta Natalya, e invita a sentir con las manos: la textura de las fibras naturales, la calidez de las vasijas de barro, la suavidad de los muebles realizados en madera de roble y fresno. “La artesanía tradicional ucraniana hoy representa una luz de esperanza, como volver a un hogar seguro”, sostiene la diseñadora, que define su colección como “lacónica”. Uno de los aspectos más interesantes de su emprendimiento es el trabajo en formato colaborativo y multidisciplinario.
Diseñadores independientes, desarrolladores y artesanos y artesanas que se involucran en cada proyecto para realizar piezas únicas. Escultura y carpintería, telar y cerámica. “Nos une la pasión por la recuperación de técnicas ancestrales. Y la divulgación de nuestra propia historia”
Diseñadores independientes, desarrolladores y artesanos y artesanas que se involucran en cada proyecto para realizar piezas únicas. Escultura y carpintería, telar y cerámica. “Nos une la pasión por la recuperación de técnicas ancestrales. Y la divulgación de nuestra propia historia”, señala. Entra las colecciones, Zatyshna (traducida del ucraniano como “acogedor”) es una línea de objetos rústicos cuya paleta cromática responde a los colores del paisaje. Maderas macizas, linos crudos, ramas secas. En tanto, la colección Ryokan es un claro homenaje al poeta y calígrafo japonés. “La poesía de la vida cotidiana y sus morfologías lacónicas, inspiradas en objetos domésticos y juegos de construcción para niños me ayudaron a seguir diseñando aun en contextos adversos”, comenta Bulanova.
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“Me quedo con la acción algo primitiva y natural de seguir al sol, como nuestros antepasados, que construyeron sus vidas en torno a los ciclos solares. Sigamos al sol, sigamos nuestra propia esencia”, convoca Victorya Yakusha e invita a tomarse de las manos. El silencio se apodera del espacio, los objetos cobran una dimensión que traspasa la materialidad. Y las miradas se cruzan, más allá de la pátina brillosa que atraviesa a este colectivo de diseñadores ucranianos que elige creer.