Fotocopias

Nos critican por guardar todo, y admito que en ocasiones puede ser un defecto, pero tiene también su lado luminoso. Por ejemplo, durante mas de 40 años guardé las clases de gramática, intensas y sin desperdicio, de la Dra. Ofelia Kovacci, a las que asistí en mis primeros dos años de universidad. La materia me había fascinado, aunque por momentos sentía que no me daba la cabeza para incorporar todo. Así que me guardé esa fotocopias, porque la forma de explicar de Kovacci era tan demandante como clara. No te daba respiro, pero sus explicaciones eran prístinas. Así que puse esas desgrabaciones en una carpeta y las coloqué en el estante de la bibliografía sobre gramática, semántica, lingüística y lenguas clásicas. Se mudaron conmigo cuatro veces, y cuatro veces me preguntaron “¿Podrías explicarme para qué guardás apuntes viejos de la Facultad?”
Ni me molesté en responder. Estos días, por fin, luego de tantos desvelos y traslados, volví a ponerme a estudiar gramática. De cero, por placer y por amor. Me asombraron dos cosas. Primero, la facilidad con la que ahora comprendía conceptos que a los 20 me daban bastante trabajo. Segundo, el precio, en 1981, de esas cinco o seis hojitas fotocopiadas: 4000 pesos. No hay remate.
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