El Guasón tuvo su remake en La Pampa
Nada hay más revelador que el humor involuntario. Verdaderas traiciones del subconsciente. Eso explica su eficacia. Y expone con crudeza las dos caras de la escena dramática: la comedia y la tragedia. Los políticos son actores que representan un papel, un libreto y una trama, a veces para sus pares, otras en público. Los más destacados hacen reír tanto como llorar. En la Argentina se impone el melodrama.
El acto por el Día de la Lealtad peronista en La Pampa tuvo grandes protagonistas de la escena, pero ninguno como el anfitrión, el gobernador Carlos Verna, autor de parlamentos antológicos del humor involuntario y caricaturización de peronismo explícito. Su convocatoria a tragar sapos como receta para volver al poder y su sincericidio sobre los ingresos asegurados de los dirigentes no deberían quedar sin reconocimiento. El antikirchnerismo extremo ya lo hizo. Dicen haber visto la mejor versión vernácula del éxito del momento: el Guasón, aquel cómico fallido que en lugar de formar una compañía teatral terminó embaucando ciudadanos. Un exceso de la grieta. Tragicómico.