Reseña: El negro corazón del crimen, de Marcelo Figueras
Esta novela de Marcelo Figueras, El negro corazón del crimen, será seguramente una pieza importante dentro de este “año Walsh”, cuando se cumplen cuarenta años de su muerte y sesenta de Operación Masacre. La apuesta es alta: nada menos que relatar en forma de novela la extensa investigación emprendida por Rodolfo Walsh (1927-1977) a partir de que alguien le avisa que “hay un fusilado que vive” hasta culminar con la escritura de su obra más célebre.
El tono elegido por Figueras (Buenos Aires, 1962) es particular: un realismo jugoso, lleno de diálogos, que no se niega los momentos de dramatismo ni mucho menos los de romanticismo y comedia. Basada en una prolija investigación, la novela decide seguir el hilo de la participación de la periodista y traductora española Enriqueta Muñiz, compañera de trabajo de Walsh, y luego de indagaciones periodísticas, con aportes clave en la opinión que le iban mereciendo las decisiones de Erre (así se llama Walsh hasta las últimas páginas). Al calor de las acciones y riesgos, fue creciendo además una relación sentimental, que terminó con el ya debilitado matrimonio de Walsh con Elina, la madre de sus dos hijas.
En el proceso, Walsh fue elaborando una progresiva conciencia que lo llevó del periodista, excelente antólogo y cuentista policial que era a su precursor trabajo de periodismo-ficción y, finalmente, al compromiso con la lucha armada y la muerte.
Con inteligencia, la carne central de la novela –la relación laboral y afectiva con Muñiz (como decide llamar Walsh a su colega)– está encuadrada como en dos paréntesis de acción. Las primeras páginas narran con el estilo que predomina en la novela (incluyendo varios personajes secundarios) el levantamiento peronista de 1956, donde la voz de un soldado agónico le descubre a Walsh una realidad muy distante del ajedrez que practicaba, y las novelas y cuentos policiales “de enigma” que solía leer. Las últimas, que cambian por completo el tono, narran con tensión de serie negra y política su último día.
En el pulso de El negro corazón del crimen influyen las buenas condiciones de guionista cinematográfico de Figueras (Plata quemada, Kamchatka). Los lugares son descriptos con eficacia (Merlo, Tigre), el humor aparece constantemente y muchas páginas que cuentan la relación entre los dos periodistas tienen algo de vieja comedia americana, gracias a los numerosos chistes que intercambian en inglés Walsh y Muñiz, ambos también traductores.
Otros dos planos importantes, fruto de la investigación de Figueras, son la descripción panorámica del periodismo donde se fue dando a conocer lo que Walsh iba produciendo –hasta que aparece el libro completo– y los datos menores, desde la marca de cigarrillos hasta las múltiples lecturas y referencias del escritor argentino (adicto no sólo a Borges, sino también y acaso sobre todo a la colección El Séptimo Círculo). Curiosamente, los personajes menos literarios resultan los propios sobrevivientes o los familiares de los fusilados. Aunque son los que terminan por provocar el empuje indetenible de la conciencia en Walsh, que al principio imagina todo como una puerta de acceso al premio Pulitzer o al codiciado staff de los grandes diarios.
Se ha hablado de una lectura paralela de El negro corazón del crimen con la propia Operación Masacre. No parece la mejor idea. Son dos libros demasiado distintos, en género, estilo e intensidad.
A veces las idas y venidas, los cambios de frente y de ambiente se hacen un poco enrevesados. Pero el libro de Figueras encuentra aplomo en la concreción de la pareja que amenaza con formarse, en la crisis familiar y, finalmente, en la necesidad de la separación. En esas páginas, en la larga escena de la despedida en el aeropuerto, muy visuales, el autor mantiene el pulso y emociona.
EL NEGRO CORAZÓN DEL CRIMEN Por Marcelo Figueras, Alfaguara, 412 páginas, $ 429