El rol histórico de las mujeres en las guerras
Enfermeras, combatientes, espías, francotiradoras, trabajadoras fabriles, todas mujeres dispuestas a luchar por su patria y sus familias
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Como ocurre en Ucrania, donde las mujeres se alistan para defender a su país de la ocupación rusa y toman roles activos dentro y fuera del campo de batalla, en la historia del último siglo el coraje y la determinación de las mujeres de participar en las grandes guerras fue de vital importancia.
Enfermeras, combatientes, espías, francotiradoras, trabajadoras fabriles, todas mujeres dispuestas a luchar por su patria y sus familias. Sin embargo, durante décadas la historia patriarcal se ocupó de invisibilizarlas.
Para profundizar acerca del rol de las mujeres en los grandes momentos bélicos de la historia del siglo XX, conversamos con María Alicia Timpanaro, socióloga especialista en temática de género.
“En las guerras, como en cualquier otro episodio, las mujeres siempre estuvieron relegadas al espacio doméstico en contraposición con el espacio público, que históricamente estuvo destinado a ser ocupado por los hombres”, señala Timpanaro, y lo detalla: “El rol que fue fácilmente legitimado, aunque no por eso evitó los obstáculos y la fuerte carga machista en los comentarios y en el accionar, fue el de las enfermeras: una tarea asignada al universo de las tareas de cuidados que históricamente fue de las mujeres”.
A diferencia del siglo XIX, donde se conocieron las primeras grandes referencias en enfermería (con Florence Nightingale a la cabeza) aunque se trató de un grupo reducido, en el siglo XX, con la llegada de la Primera Guerra Mundial, el Servicio de Enfermería Militar de la Reina Alexandra de Reino Unido pasó de 300 miembros en 1914 a unos 10.000 al final de la Gran Guerra.
Otro rol clave: las espías
Entre otras de las tareas que las mujeres desarrollaron en las guerras del siglo XX, -incluso antes, desde la guerra de nuestra independencia-, estuvieron las espías. “En todas las guerras, esta tarea fue clave, aunque descalificada por ser mujeres, a las cuales se las consideró ´indecorosas´ ya que no cumplían con las características de las mujeres madres y esposas, esas mismas que solo podían ser reconocidas por cumplir con los mandatos patriarcales de tradición judeo-cristiana. La mujer solo podía ser responsable de la reproducción y por eso solo podía estar encasillada dentro de ese espacio doméstico”, expresa Timpanaro.
En este sentido, un nombre imposible de evadir es el de Mata Hari, una legendaria bailarina holandesa que cautivó a los hombres de principios de siglo, y que durante la Primera Guerra Mundial cumplió un rol fundamental como espía para Alemania, por lo cual fue acusada de traidora y finalmente fusilada.
Ingreso masivo a las fábricas
“En la época de las guerras mundiales las mujeres también se vieron obligadas a irrumpir masivamente en la industria por dos razones: por un lado, porque los hombres debían dejar el trabajo para ir al frente de combate y sin su presencia las economías se derrumbarían y, por el otro, porque las mujeres se convirtieron en el sostén emocional y económico de la familia”, expresa Timpanaro. Y aclara que “a pesar de ingresar al mercado laboral y sostener la economía y a las familias, la desigualdad salarial siguió instaurado y enmarcado en una supuesta inferioridad de la mujer, brindando un beneficio extra para quienes las empleaban pudiendo reducir así sus costos de producción”.
Las grandes guerreras del siglo XX
¿Qué pasó con el reconocimiento histórico con las mujeres que fueron a pelear al campo de batalla? Tardó en llegar y, en muchos casos, siguen sin el reconocimiento merecido.
Una de las soldados más recordadas mucho tiempo después de su muerte en 1920 fue María Bochkariova, líder de las soldados rusas. Yashka, como era conocida, fue condecorada en tres oportunidades por su valentía en combate. También se le encargó la creación del Batallón de la Muerte de Mujeres, el primero integrado exclusivamente por hembras. En junio de 1917 fue enviada junto a su batallón a la ciudad bielorrusa de Smorgon para participar en la ofensiva con los alemanes. Ellas lograron abrir brecha en territorio enemigo y alentar al resto de sus compañeros varones que se encontraban totalmente desmoralizados.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la rusa Nina Yákovlevna Vishnévskaia se alistó junto a cientos de mujeres en el Ejército Rojo para defender su país del invasor alemán. Ella fue reconocida como heroína de guerra y mucho tiempo después fue reconocida en el mundo. Desde Estados Unidos hasta Polonia, también resuenan otras tantas guerreras, como fue la partisana judía Rachel Rudnitzky que participó activamente de la resistencia judía durante el Holocausto, o como Noor Inayat Khan, la agente británica de la Ejecutivo de Operaciones Especiales (SEO) que se alzó para acabar con el poder del Tercer Reich.
Comunicar y descifrar mensajes
Las mujeres también ocuparon cargos relevantes en las tareas de comunicaciones, y hubo quienes se destacaron por su habilidad para descifrar mensajes de guerra. Así fue el caso de Joan Clarke, la británica que descifró el enigma alemán en la Segunda Guerra Mundial y salvó millones de vidas. Si bien ella trabajó en el centro de operaciones para quebrar el tráfico de los mensajes enemigos (mensajes creados por los llamados “cifradores alemanes” con la máquina que fue conocida como “Enigma”), su reconocimiento fue entregado íntegramente a su colega Alan Turing de la Escuela de Códigos y Cifrado del gobierno de Reino Unido, a 80 kilómetros de Londres.
Timpanaro agrega: “Las tareas en comunicaciones continuaron haciéndolas las mujeres por mucho tiempo, al punto que dentro de nuestro propio ejército esto perduró hasta la década de 1990, cuando fueron incorporadas a los cuerpos comando. En Estados Unidos, por su parte, fueron integradas a mitad del siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial, aunque con restricciones en algunas áreas de combate hasta hace poco menos de una década”.
Al igual que en el mundo civil, en el ejército se reproducen las jerarquías sociales de un mundo que todavía tiene una fuerte impronta (y poder) masculino. De todas maneras, la incorporación de las mujeres en las diversas esferas es un hecho, gradual y en expansión continuo.
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