A dos años del gobierno de Milei, el peronismo no logra afianzar un liderazgo que lo unifique y apuesta a una “confrontación de modelos”
Los espacios internos son como islas que prácticamente no se interconectan; Cristina y La Cámpora, Kicillof y los gobernadores, Massa y la CGT forman parte de esa geografía; el papel que le otorgan al Congreso en la próxima etapa
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El peronismo llegó a los dos años del gobierno de Javier Milei en estado de perplejidad. Sus principales dirigentes aún no digieren la derrota en las elecciones legislativas ni se explican cómo hizo el jefe libertario para consolidar su poder aplicando recetas diametralmente opuestas a las que siempre defendieron. Tampoco consiguen afianzar un liderazgo que los unifique. Prácticamente, tienen un único acuerdo: el Congreso será el escenario de la “confrontación de modelos” en el próximo bienio.
De ahí que los distintos espacios en los que se divide el principal partido de oposición discutieron puertas adentro qué hacer con la conducción de sus bloques legislativos. Hubo una avanzada de los gobernadores para quitarle las riendas a Cristina Kirchner y La Cámpora, pero al final primó el statu quo partidario. A tal punto, que la orden de la expresidenta recluida en San José 1111 fue no hacer nada que afecte las sensibilidades internas. La meta es pasar el verano y llegar a marzo sin más desprendimientos.
En la recalibrada hoja de ruta del kirchnerismo aparece la idea de que el triunfalismo libertario ya no será tal cuando la ciudadanía se enfrente a la realidad en el comienzo efectivo de 2026, tras el período de vacaciones. Pero los gobernadores del PJ, sobre todo los del norte del país, no parecen estar de acuerdo con la simple espera: varios de ellos empezaron a negociar con la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda condiciones para sancionar el presupuesto nacional, a cambio de beneficios para sus provincias.
Hasta el bonaerense Axel Kicillof, el más enfrentado a Milei, entiende que sus colegas mantengan contactos con el gobierno libertario “sin que les midan la lealtad en sangre”, definieron ante LA NACION fuentes del entorno del gobernador. A su vez, Sergio Massa ensaya una diagonal y recomienda a todos los grupos internos que “no se queden solo en el enfrentamiento”, sino que presenten “contrapropuestas” para la fase de reformas. En guardia por la reforma laboral, los jefes de la CGT ya escucharon su razonamiento.
Mientras que Máximo Kirchner, blanco de cuestionamientos, sobre todo de intendentes, pone el dedo en la llaga de la falta de estrategia del peronismo a nivel nacional. Lo hace con un estilo que se emparenta con la chicana, al señalar que “federalismo no es provincialismo”, en una velada crítica a los gobernadores. Cerca del jefe camporista explican: “El gobierno tiene un proyecto nacional. En cada pueblo hay un monje que puede ser rey. El peronismo no lo tiene: a su principal figura la sacaron de la cancha”.
Ahí radica la debilidad actual del kirchnerismo. No puede jugar la carta electoral de su líder natural, ya sea para amenazar a los rivales internos o para enfrentar al oficialismo, porque Cristina está condenada e inhabilitada por la Justicia para ejercer cargos públicos o postularse como candidata. “Estamos todos en boxes, no hay hegemonía interna. Ahora prevalece una lógica insular, que no se interconecta”, admiten cerca de la expresidenta, cuya conducción en el PJ nacional está desdibujada.
Cristina Kirchner lo comprobó en los últimos días, cuando envió un emisario para tratar de convencer al gobernador catamarqueño, Raúl Jalil, de que no retire a sus diputados del bloque de Fuerza Patria. Pero Eduardo Valdés, según contó LA NACION, se fue con las manos vacías. A duras penas, la expresidenta había conseguido sofocar previamente un conato de rebelión interna para desplazar de la jefatura de la bancada al santafesino Germán Martínez, a favor del tucumano Pablo Yedlin.
En el Senado, en tanto, el formoseño José Mayans es considerado un alfil de Cristina Kirchner, pero otros sectores del peronismo le atribuyen la propuesta de que la conducción del bloque de diputados debería adecuarse a la nueva realidad de la fuerza, mediante el reconocimiento de la influencia de los gobernadores. Claro que el propio Mayans se presenta como un representante de su coterráneo Gildo Insfrán en Buenos Aires, pero en la Cámara alta no faltan quienes le reprochan una desmedida kirchnerización.
Tras las derrotas electorales consecutivas de 2021, 2023 y 2025, al peronismo le quedan 93 diputados y 28 senadores, lo que refleja un estado de retracción notorio desde la recuperación de la democracia, en la década del ´80. Sin embargo, cuenta con un elemento a favor: la fragmentación de la oposición no peronista, que sufrió duros traspiés en las urnas y que afectaron dramáticamente su representación legislativa en los casos de Pro, la UCR y la Coalición Cívica, antes aliados en Juntos por el Cambio.

En ese punto les facilita las cosas el propio Milei, que elige al kirchnerismo como su contendiente en la pelea por el poder. La estrategia libertaria se demostró efectiva este año, cuando a la victoria del PJ en la provincia de Buenos Aires le siguió una reacción en sentido contrario a nivel nacional. Hubo otro factor que dejó al peronismo descolocado: la intervención directa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tanto en la economía como en la narrativa política. Aún no tiene respuestas para semejante adversario.
El discurso anti-imperialista del peronismo parece haber quedado en desuso desde el momento en que sus dirigentes empezaron a identificar a China -que expande sus tentáculos a escala global- como una alternativa cierta ante su falta de sintonía con los estadounidenses, en especial con los republicanos. Esa es la línea que manifiestamente sigue Kicillof, a quien risueñamente consideran como el referente del PJ chino. También la siguió Massa como ministro de Economía, cuando negoció el swap que ahora desactivó Milei.
Kicillof y Massa son los dos nombres que sobresalen en el principal espacio de la oposición con proyección hacia 2027, pese a que ambos vienen heridos porque perdieron en la provincia de Buenos Aires. Especialmente el gobernador bonaerense viene emitiendo señales de su interés por enfrentar a Milei dentro de dos años. De hecho, algunos de sus funcionarios, como Andrés “Cuervo” Larroque y Cristina Álvarez Rodríguez, ya empezaron a tomar contacto con intendentes y legisladores del interior del país.

Mientras que el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, no abandona su sueño nacional y llegó a comentarle a Cristina Kirchner su disposición para recorrer el país -algo que había empezado a hacer cuando la enfrentó en la frustrada interna del PJ-, también hay otros nombres en danza, como el del senador sanjuanino Sergio Uñac y el de su colega santiagueño Gerardo Zamora, que en rigor no proviene del peronismo, pero hace años que es un aliado indispensable para mantener el predominio en el norte argentino.
“Lo que pasó en octubre fue un borrón y cuenta nueva para todos”, reconoció a este medio un dirigente kirchnerista, que con espíritu realista ya no ubica a Cristina como una referente indiscutida. En las filas de Kicillof van un paso más allá: “Hay un hartazgo con las prácticas de La Cámpora que provoca que muchos busquen otros rumbos”, aseguran. El massismo, por su parte, entiende en modo zen que “hay que ordenar y articular el peronismo, para luego ir a un proceso de ampliación” por medio de alianzas.
Incluso hay quienes empiezan a pensar que el peronismo necesita promover su propio outsider -como lo fue Milei en 2023- para refrescarse. En rigor, son trascendidos que reflejan el momento de desorientación que atraviesa una fuerza política que desde su nacimiento representó a los sectores populares y que, en los últimos años, perdió sintonía con su base electoral a raíz de cambios en la sociedad y el mundo del trabajo. Pero también de la frustración y el rechazo que generaron sus últimas experiencias de gobierno.







