A pesar de todo, un paso hacia la normalidad
En agosto volveremos a votar por segunda vez en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), un dispositivo institucional diseñado para permitir que los ciudadanos puedan participar de manera directa de la selección de los candidatos a cargos electivos que se presentarán en las elecciones generales. Sin duda, un avance significativo en la búsqueda de una mejora de la representación política y la transparencia en la selección de candidaturas.
Sin embargo, esa primera experiencia realizada en 2011 no produjo un salto cualitativo importante. Muchos partidos, en el marco de una oferta política altamente fragmentada, no presentaron listas alternativas y esa primera experiencia fue utilizada casi como una gran encuesta nacional para definir posicionamientos y anticipar así resultados previsibles en la elección nacional. ¿Aprendimos algo de aquella frustrada experiencia? Estamos hoy mejor parados como ciudadanos frente a un mecanismo que a todas luces debería mejorar la calidad de esta democracia que, no sin pocos esfuerzos, va haciendo camino al andar, como diría Machado. Un andar que en sus casi tres décadas de existencia ha oscilado entre avances briosos, pero también retrocesos.
Pienso que algo se ha avanzado, aunque seguimos perdiendo oportunidades de anclar esta democracia de manera más sólida. A pesar del juego difícilmente catalogable en el que se confundió la estrategia de presentación de candidaturas partidarias con un partido de truco. A pesar de vincular la necesidad de dirimir diferencias con la preferencia por el rompimiento e "ir por fuera" de la fuerza partidaria de pertenencia, sin dar pelea por el cumplimiento de las internas, un mecanismo idóneo que la democracia pone a disposición para dirimir conflictos y diferencias, las primarias 2013 están dando también señales de una dirigencia relativamente más abierta y permeable a la formación de coaliciones. En algunos casos, mas dispuesta también a deponer posiciones individuales o la mera puja por los cargos, buscando objetivos más nobles, como los de ofrecer a la ciudadanía opciones electorales menos dispersas y hasta más sólidas desde sus objetivos programáticos, de manera de mejorar la competencia política y constituirse, al menos como condición de posibilidad, en una opción de gobierno. Esto es, en posibilidad de alternancia, base fundamental de cualquier sistema político verdaderamente democrático, efectivizando, además, la participación popular en los procesos de selección de sus dirigentes.
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