Lola tiene casi 13 años. Como todo adolescente, pasa gran parte del día en su habitación. Ahí estudia, habla con sus amigas, ve videos de BTS (su banda favorita de pop coreano) y hace "Houseparty", la app de entretenimiento que es furor esta cuarentena y que adoptan desde chicos hasta adultos para encontrarse y pasarla bien. "En su habitación tiene su compu, su iPad, el celular… es decir, todo lo necesario para sobrevivir sin salir de ahí", dice Natalia Pazos, su mamá, que calcula que Lola pasa unas 10 horas o más del día entre esas cuatro paredes. "Se levanta a las siete, se viste, desayuna y empieza con sus clases virtuales. Al mediodía come en su habitación. Es la manera que encontró de preservar su espacio, su intimidad. Justo cuando estaba empezando a experimentar y a disfrutar de cierta autonomía (empezó primer año en un colegio alemán) de la noche a la mañana tuvo que quedarse en casa con nosotros, a los que por supuesto odia. Si fuera por ella preferiría hacer la cuarentena sola", exagera Natalia, aunque sabe que algo de lo que dice es verdad.
Muchos adolescentes transitan el aislamiento… aislándose. De sus padres, principalmente, con los que se ven obligados a compartir la casa las 24 horas. Una respuesta lógica que muchos especialistas atribuyen a la rebeldía propia de la etapa madurativa que están transitando y al deseo de conservar su independencia, que es vista como un valor adquirido. "Para un adolescente, no salir es una privación de libertad gravísima", advierte Javier Urra, miembro de la Academia de Psicología de España, en un diario madrileño.
A pesar de la prohibición de salir (y por lo tanto la imposibilidad de ver a sus amigas) Lola Saravia Pazos intenta que todos los días transcurran lo más parecido posible a cuando iba al colegio. Cuando termina la tarea, dibuja, escucha música y lee algún libro digital. Pero sobre todo habla con sus amigas. "Me gusta estar sola en mi cuarto así puedo hablar tranquila con ellas. Aunque mi mamá respeta mi espacio, me pide que este más en familia. Veo alguna peli, ceno con ellos, pero prefiero estar en mi habitación", reconoce Lola.
En todas partes del mundo, son muchas las familias que tienen que repensar la manera de vincularse y establecer nuevas normas de convivencia, sobre todo cuando se comparte la vida con adolescentes. "Al principio de la cuarentena, al estar todo el día juntos de repente chocábamos un poco con Lola. Por suerte ella es aplicada y obediente, pero obviamente preferiría que no estemos en casa y hacer la suya –reconoce Natalia, que tiene, además, una nena de casi tres años–. Con mi pareja pusimos algunas reglas que cada tanto tenemos que refrescar. Una es hacer actividad física y bañarse todos los días. Y cenar juntos, en familia. Mientras se cumplan esas mínimas normas, la casa funciona", asegura Natalia.
Si bien los adolescentes padecen la cuarentena como todos (el no poder reunirse con sus amigos es asumido como un drama para la mayoría) los especialistas sostienen que se han adaptado bastante bien a la situación. Muchos padres lograron que colaboren con las cuestiones de la casa como limpiar, ordenar, cocinar o hacer las compras, aunque las quejas pasan por la cantidad de horas que pasan encerrados en su habitación y la alteración del sueño. Para muchos, la sensación en relación a sus hijos es que reclaman más privacidad que antes.
Esto es precisamente lo que percibe Karina Riesgo, mamá de Lina, de 15 años, y Martín, de 18. "De Lina, noto que quiere más privacidad de la que quería antes, la noto más reacia a compartir algunos momentos en familia –cuenta-–. Como todo adolescente quiere estar sola, pero ahora un poco más. De todas maneras la noto bien: se levanta temprano para las clases del colegio, cocina, retomó dibujo (hace historietas), toca la guitarra y habla mucho con sus amigas por videollamada, pero también está más encerrada en sí misma", describe Karina, que es docente y tiene una consultora que asesora a emprendedores llamada Administración Creativa.
De Martín, en cambio, le preocupa su falta de ocupaciones y los horarios: "Terminó el colegio el año pasado y había empezado a trabajar en febrero en un comercio familiar e iba a empezar el CBC en la UBA. Estaba muy contento, muy ilusionado con la facultad pero se le cortó. De estar ocupado todo el día, ahora no tiene ninguna ocupación. Fue un golpe grande, lo único que hace es tomar clases de inglés dos veces por semana –cuenta–. Y al no tener ningún tipo de ocupación, empezó a invertir el sueño: está despierto toda la noche, que es el momento en el que socializa con sus amigos y se levanta a las 5 de la tarde. Eso hace que tampoco coma bien, por eso pensamos en ponernos más duros en el tema horarios. Pero lo vemos bien, por eso dejamos que maneje sus horarios", plantea Karina.
Cuestión de normas
El tema de las normas divide a padres y especialistas. Están quienes piensan que no solo son necesarias sino imprescindibles en este contexto y un buen momento para fijarlas y mantenerlas luego del aislamiento, y los que sostienen que lo mejor es flexibilizar ciertas cuestiones relacionadas con la vida familiar y vincular de los hijos adolescentes para no sumar presión. En este sentid, dicen, respetar sus espacios y facilitarles que mantengan el contacto a través de las redes sociales con sus amigos es una de las cuestiones centrales.
En el caso de Claudina Kutnowski, psicóloga especializada en cambio laboral, directora de Glimar y madre de un adolescente de 17 y otro de 19, la tendencia es hacia esto último. "Lo más difícil para ellos en esta situación es no ver a sus amigos y la pérdida de la autonomía. El adolescente busca la exogamia, desarmar el lazo primario con sus padres. Están construyendo sus propios espacios de intimidad y la convivencia forzada 7x24 es un empujón hacia atrás en ese sentido –plantea–. Muchos viven de noche, sus encuentros transcurren en la madrugada en sus habitaciones porque es el espacio alejado de los padres. No sé si está bien o mal, es una respuesta adaptativa a lo que están viviendo. Yo creo que se tienen que habilitar tiempos y espacios para que los chicos conserven su intimidad durante la cuarentena. Lo punitivo, lo prohibitivo, debería pasar más que nada por la salud. El único riesgo serio es que salgan para encontrarse con sus amigos", sostiene Claudina, a la que le parece fundamental que en este período los jóvenes se involucren en cuestiones de la casa, en asumir ciertas responsabilidades.
En cambio, para el psicólogo especializado en adolescencia y familia Alejandro Schjuman, habilitar estos espacios necesarios no significa avalar "pantallas 24 horas". Y aspira a que esta excepcionalidad de compartir el techo con un adolescente todos los días sirva para fijar algunas pautas que trasciendan más allá del confinamiento. "Sorprendentemente, muchos adolescentes se han adaptado muy bien al nuevo escenario. Más allá de algunos desórdenes del sueño observo que están colaborando con las tareas de la casa, algo que no hacían antes. En alguna oportunidad hablé de la generación 'medapaja': chicos que tienen todo servido, que no mueven un dedo, no colaboran… Me parece que esta es una experiencia de vida interesante y un momento propicio para ‘despajizar’ a los adolescentes y armar pautas de convivencia perdurables", plantea el especialista, autor de Generación Ni-Ni.
La gran pregunta que muchos padres se hacen es cómo lograrlo. "Cuando tienen cierta cintura en la puesta de límites, la tarea es más fácil. Hay que saber que los choques son inevitables. Por ejemplo, hay chicos que están las 24 horas del día en su habitación, salen a buscar la comida, y vuelven a ‘guardarse’. Y hay padres que habilitan el room service para evitar el conflicto. Pero tratar de esquivar ciertas situaciones incómodas no puede avalar este tipo de comportamientos porque además no sabemos qué le pasa, qué siente", plantea Schujman y pone el ejemplo un padre de tres adolescentes varones, muy buen cocinero, que solo cocinaba para los hijos que se sentaban con él en la mesa. "El que se encerraba en la habitación soportó un día la situación y después bajó a comer con todos. A veces no hay que ir al choque, basta con no avalar ciertas cosas".
Para Hilda Catz, coordinadora del departamento de niños y adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), estos tiempos "casi apocalípticos", para un adolescente son críticos. "Estar confinado, sin poder salir, es realmente angustiante para ellos. Su mundo es el afuera, el contacto con sus amigos, por eso hay que aflojar la exigencia respecto de las comunicaciones virtuales porque es lo único que ellos tienen –afirma–. Van a estar más encerrados en sí mismos, es normal que pase. En cambio, hay que ponerse firmes en cuanto a loshorarios, porque sino se sienten detenidos en una eternidad infinita. Me parece fundamental sacarlos de la burbuja en la que los mismos adultos los ponen. Empoderarlos para determinadas tareas de la casa y proveerles de un tipo de organización, aunque se enojen y traten de transgredirla", plantea la especialista, que está escribiendo el libro Psicoanálisis de niños y adolescentes trabajando en cuarentena en tiempos de pandemia, basado en sus experiencias psicoanáliticas en medio del coronavirus.
Sin duda, el miedo a la confrontación hace que muchos padres eviten hacer estos pedidos. "El adolescente necesita confrontar, va a protestar, pero es la manera que tienen de manifestarse. Pero activarlos es darles una participación apreciada y necesaria en el rol familiar. Hacerlos trabajar es lo mejor que podemos hacer por ellos. Es la manera de sacarlos de esos encierros que es su respuesta natural ante una situación anormal –explica–. Estimularlos para sentirse útiles, hacerles saber que ocupan un lugar importante en el grupo familiar, los hace sentirse parte de algo. Y eso alivia un poco su ansiedad, les baja el nivel de incertidumbre que sienten", asegura Catz.
Porque así como los adultos sufren por no saber qué pasará con sus trabajos, o cómo seguirá su vida después de la pandemia, los adolescentes también tienen esos sentimientos respecto de cómo será todo en el futuro cercano. "Mi hijo menor está en quinto año. Para él es muy fuerte que su último año de escolaridad sea este. Félix va aun colegio con orientación artística y desde hace dos años venía ensayando con unos amigos porque el proyecto de quinto año era grabar su disco. Ahora no va a poder ser. Estaba trabajando y juntando plata para hacer un viaje con sus amigos en enero, que tampoco sabe si podrá concretar. Y para el 19 era su primer año de facultad, que no llegó a arrancarla y ahora está en el limbo sin nada concreto para hacer –describe Claudina– . A todos se nos rompieron las ilusiones, los sueños. No poder proyectar, no tener certeza de ciertas cosas que dábamos por ciertas es muy fuerte", agrega.
Ante tanta incertidumbre, los especialistas destacan que la única certeza que los adolescentes tienen es el amor de sus padres. Por eso, más allá de las confrontaciones y los desacuerdos pasados o presentes, mostrarles que eso no lo cambia ni la pandemia más grande de este siglo puede traerles algo de calma en medio de estos tiempos turbulentos.
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