Dos aliados claves con licencia para mantener la autonomía
No hay mayor contratiempo para un líder político que el "fuego amigo" que disparan dirigentes de su propio palo. En estas circunstancias, el manual aconseja neutralizar o contener al díscolo, y Mauricio Macri , junto a Horacio Rodríguez Larreta , actuaron en consecuencia: así Martín Lousteau no solo se garantizó una banca en el Senado, sino también la posibilidad de acceder a las llaves de la ciudad en 2023.
Pruebas a la vista, el exministro de Economía de Cristina Kirchner hizo de la ambivalencia y de la ambigüedad su juego político más redituable. No pudo tener mejor maestro, el omnipresente Enrique "Coti" Nosiglia, monje negro de la UCR porteña. El contrato que selló en la Capital le exige, empero, una contraprestación: la de aportar su esfuerzo (y sus votos) no a la reelección de Rodríguez Larreta como jefe de gobierno -que se descuenta-, sino a su triunfo en primera vuelta, pasaje directo a la candidatura presidencial en 2023. Pero Lousteau, fiel a su ethos personalista, se reservó una cláusula no escrita: podrá guardar violín en bolsa y acallar durante la campaña su "fuego amigo", pero no resignará su autonomía.
"Martín no va a perder su libertad de decir lo que piensa ni de criticar aquello que le parezca equivocado. A nadie debería sorprender si el día de mañana, si Macri resulta reelegido, se resiste a votar una ley con la que disiente; primero, el Gobierno deberá explicar y disuadir, no imponer", asevera, en tono de temprana advertencia, uno de los dirigentes que mejor lo conocen.
¿Es el prenuncio de la creación en el Congreso de un grupo disidente dentro del propio oficialismo, si Macri accede a un segundo mandato? Hay señales, algunas sutiles, otras no tanto, que lo anticipan. Alfredo Cornejo, el díscolo gobernador de Mendoza y presidente de la UCR, aterrizará en la Cámara de Diputados en diciembre y ya advirtió que le dará pelea a Cristian Ritondo, el delfín de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, por la presidencia del cuerpo.
Lousteau, que estará representado en la Cámara baja por Emiliano Yacobitti y un puñado de radicales leales, apoyará al mendocino. Es hora de que el radicalismo deje de ser furgón de cola y asuma el papel que debe tener, es la arenga de los rebeldes.
Rodríguez Larreta puede dar fe de los constantes zigzagueos de su otrora adversario. Por eso le desconfía. Hace diez días el bloque de Evolución en la Legislatura, en un gesto de buena voluntad con el macrismo, apoyó dos leyes claves, el traspaso del servicio público de distribución y comercialización de energía eléctrica y la venta de doce terrenos de la ciudad para financiar el pago del millonario costo del Paseo del Bajo. Esta última ley había sido rechazada por los mismos legisladores de Evolución hace un año atrás.
Pero Lousteau no pudo con su genio: en la misma sesión ordenó a su tropa abstenerse en una tercera ley, la que permitía al gobierno porteño tomar deuda por 72 millones de dólares para reurbanizar el predio de la excárcel de Caseros. "Si bien el bloque está de acuerdo con el traslado y la puesta en valor del sur de la ciudad, no aprueba el esquema de financiamiento a través de un nuevo endeudamiento", hicieron saber los legisladores de Evolución.
Ser oficialista, pero no tanto: esa es la estrategia. Una de cal y otra de arena; la identidad está en los matices, en la ambigüedad. "Vamos a construir sobre lo construido", fue el eslogan de 2015 con que Lousteau buscó desalojar al macrismo de la ciudad, pero sin romper con el naciente Cambiemos y su entonces candidato presidencial, Macri. Mientras tanto el kirchnerismo festejaba las estocadas de Lousteau contra la gestión de Pro, sus diatribas contra los millones que el gobierno gastaba en publicidad oficial en detrimento de la educación y la salud de los porteños.
Lousteau finalmente perdió por un puñado de votos en el ballottage, y Rodríguez Larreta respiró de alivio, aunque supo que debía articular un pacto de convivencia con su nuevo adversario. Le otorgó a su tropa una decena de cargos claves en organismos de la ciudad y con ello apaciguó las aguas, pero el premio mayor llegaría con la asunción de Macri y la designación de Lousteau como embajador en los Estados Unidos. Poco duró la tregua: dos años después el economista sorprendería con su renuncia y su candidatura a diputado nacional.
"Macri sabía de antemano que yo iba a competir", se atajó ante la bronca que el Gobierno mascullaba sin disimulo.
"Él ha sido opositor todo este tiempo", acusó Rodríguez Larreta. "Ahora que compita como cualquier otro", lo desafió, sin darles posibilidad a él y a sus amigos porteños del radicalismo de competir en elecciones internas. Indignado, Lousteau le declaró la guerra con las mismas municiones de 2015. "El macrismo gasta millones de pesos por año para hacer encuestas y focus groups; Durán Barba trabaja mucho en la ciudad y manipula; discrepo con esa política de la apariencia", repetía.
En aquellas elecciones Lousteau salió tercero con el 12,3 por ciento de los votos; obtuvo dos bancas en la Cámara baja y media decena en la Legislatura. Una cosecha magra comparada con sus expectativas. Conformó sus respectivos bloques y evitó entremezclar a su tropa con los legisladores de Cambiemos pese a presentarse como un aliado oficialista. Como diputado votó algunas leyes a favor y otras en contra, casi siempre con discursos equidistantes de la gestión económica del Gobierno.
Pero la política argentina suele sorprender con la increíble versatilidad de sus dirigentes. La incorporación del peronista Miguel Pichetto al oficialismo fue, para Lousteau, prueba suficiente de la amplitud electoral que le reclamaba al Gobierno y aceptó la candidatura a senador luego de coquetear con Roberto Lavagna. Selló un inmejorable acuerdo para sus amigos de la UCR porteña y engrosará su legión en la Legislatura. Pero su mira está puesta en 2023 y en la Jefatura de Gobierno de la ciudad. Una promesa que Rodríguez Larreta, conocedor de los vaivenes de su nuevo socio, se comprometió a pagar, pero en diferido.