Los secretarios de los Kirchner: las rencillas que fomentó Néstor hoy se transformaron en deslealtades
EL CALAFATE.- Néstor Kirchner siempre eligió ejercer el poder en forma radial. No le gustaban los grupos. Renegaba de la horizontalidad. Prefería dividir y mantener el control. Su círculo cercano, que en las últimas horas quedó tras las rejas, no era un equipo férreo: cada uno hacía su juego. Entre ellos había rencillas, enojos, desconfianzas y resquemores. Sentimientos que pueden profundizarse ante esa delgada línea que separa la libertad de la prisión.
Así trasuntó el viernes a la tarde en el despacho del fiscal Carlos Stornelli, mientras Fabián Gutiérrez, el secretario más cercano a Néstor y Cristina Kirchner, apuntó al resto de sus excompañeros y detalló quiénes eran los encargados de transportar los bolsos de los Kirchner en los vuelos oficiales hacia el sur.
Está a la vista que no hay pactos de silencio, ni siquiera amistad entre ellos. Solo un pasado en común en el cual formaron parte del círculo del poder de Néstor y Cristina Kirchner, el mismo que les permitió a tres de ellos convertirse en exitosos empresarios. La cercanía de todos era tal que no solo conocían los gustos más nimios de sus jefes, sino que también eran mandaderos todoterreno.
Aquí llegaron tras el derrotero de casi dos meses de la causa conocida como los cuadernos de las coimas, donde se revela un armado de pagos de empresarios hacia funcionarios públicos con dinero en efectivo. El chofer Oscar Centeno no los nombra, pero sí lo hicieron testigos e imputados en la causa.
Gutiérrez, Daniel Álvarez y Roberto Sosa se conocieron en los 90. Los tres ingresaron a trabajar en el área de protocolo de la provincia cuando apenas pasaban los 20 años. "A Lupín [el apodo de Kirchner en la provincia] le gustaba tener varios empleados pululando alrededor. Ellos se peleaban a los codazos por estar más cerca", confía a LA NACION un hombre que fue parte de la mesa chica de Kirchner.
Ya entonces empezaron a tejerse los enojos entre Gutiérrez y Álvarez. Entre ellos no se hablan y se tratan en forma despectiva. Ambos fueron investigados por enriquecimiento y sobreseídos por el juez Claudio Bonadio, en 2010. Esa causa los dejó fuera del cargo en la Secretaría General de la Presidencia, pero no lejos del poder.
Los dos secretarios también se diferenciaron en sus inquietudes. Mientras Gutiérrez se convirtió en un exitoso empresario, Álvarez quiso ser "el mejor alumno de Kirchner", tal el eslogan de la campaña con la que intentó ganar la intendencia de Río Gallegos. El sueño empezó en diciembre de 2006, cuando aún era secretario presidencial e invitó a Juan Sebastián Verón a un viaje fugaz a Río Gallegos, para mostrarse junto a él en campaña política.
"Álvarez medía mal y Kirchner ordenó bajarlo de la candidatura", recordó uno de los armadores de la campaña de 2007 del FPV. En 2011, ya con el apoyo de Lázaro Báez y Rudy Ulloa, no ganó pero accedió a la Secretaría de Desarrollo del municipio, con ayuda de fondos nacionales. Hasta contrató un "coach" personal para hablar en público: en algún discurso afirmó que sus mentores eran Kirchner y Manuel Belgrano.
Álvarez era de los pocos que tras la muerte de Kirchner tenía el ingreso habilitado al chalet de Cristina Kirchner en la calle Mascarello, de Río Gallegos. También era quien conducía el vehículo que trasladaba a la entonces presidenta hacia o desde el aeropuerto.
Luego de renunciar a su cargo de secretario en 2010, fue designado en el Correo Argentino hasta 2016, de acuerdo a los registros oficiales. No tiene participación accionaria en ninguna empresa.
Empresarios exitosos
No es el caso de Fabián Gutiérrez, quien hoy mantiene vínculos con al menos cuatro sociedades comerciales dedicadas al turismo, la gastronomía y la construcción, tanto en Santa Cruz como en Tierra del Fuego. Ya se había convertido en un exitoso empresario polirrubro mientras se desempeñaba como secretario.
Fue la enorme mansión de más de 800 metros cuadrados en El Calafate la que lo puso en la tapa de los diarios. Gutiérrez sostuvo que costaba 300 mil dólares, aunque el mercado local la valuaba en un millón de dólares. Aún tiene abierta una causa por presunto lavado de activos.
En El Calafate fue donde Raúl Copetti se sumó al boom de la construcción hotelera que se vivió a partir del 2003: levantó el imponente hotel Imago.
Según el testimonio de quienes lo construyeron, ya entonces les pagaban con euros, una moneda que aún aquí no circulaba. Allí empezó el derrotero empresario de Copetti, al mismo tiempo que iniciaba su segunda misión: armar el Partido de la Victoria en Santa Cruz: se sacaron afiliados del padrón del PJ para darle sustento, según cuentan desde el justicialismo. Mientras, sus propiedades se multiplican en Neuquén y Córdoba.
¿Cómo fue que un empleado público ahorró para construir un hotel cuatro estrellas? La pregunta permanece sin respuesta en estas tierras. Mientras Gutiérrez, Álvarez y Sosa trabajaban en el protocolo provincial, Copetti era subsecretario de Interior de Kirchner, aunque su verdadero rol era ser guardián de los aportes partidarios que se recaudaba a partir del aporte por planilla de la mayoría de los empleados públicos.
Ricardo Barreiro ya vivía en El Calafate cuando lo tocó la varita de Kirchner. Ante la Justicia declaró que realizaba las compras para los Kirchner, pero aquí cuentan que hacía mucho más: regenteaba la casa, contrataba personal, administraba una cuota de cercanía. Durante años hizo gala de sus vínculos presidenciales y con su agenda de negocios llegó a todo el país.
Hoy está a un paso del juicio oral tras quedar procesado por "negociaciones incompatibles con el ejercicio de la función pública": era al mismo tiempo concesionario de Jet-Paq y funcionario del Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos. Su hijo Pablo fue uno de los últimos secretarios de Cristina.
Roberto Sosa, el menos conocido del equipo de secretarios privados de los Kirchner, tejió su vínculo cuando ingresó al área de protocolo de la gobernación santacruceña. Era cercano al ya fallecido Daniel Muñoz. Sosa tuvo a su cargo el cuidado de la casona de Maipú y 25 de Mayo, que luego sería vendida a Báez.
En mayo de 2016 estuvo secuestrado durante varias horas. Le exigían que entregue el dinero que supuestamente guardaba.
Las detenciones causaron escozor en Santa Cruz. No solo entre los cercanos a los detenidos, sino también entre sus socios en los negocios: temen que ahora les exijan explicar el origen de sus repentinas fortunas.