Sorpresiva renuncia de Iglesias a la presidencia de la UCR
Los desacuerdos con el ex ministro Lavagna fueron decisivos para su alejamiento
Con un gesto demasiado parecido a un portazo, Roberto Iglesias renunció ayer a la presidencia del comité nacional de la UCR. Fue el desenlace de los desacuerdos entre el diputado mendocino y sus aliados más cercanos sobre la conveniencia de apoyar o no la candidatura de Roberto Lavagna en 2007.
"Está claro que ellos quieren continuar la negociación con Lavagna y yo no. Una cosa es incompatible con la otra y la única manera que encuentro para resolverlo es irme, porque yo era un estorbo para ellos", dijo Iglesias a LA NACION, minutos después de presentar su renuncia ante los atónitos integrantes de la mesa chica del comité nacional.
La reunión que su mano derecha y jefe del bloque de senadores, Ernesto Sanz, y el titular de la bancada de Diputados, Fernando Chironi, mantuvieron la última semana con Lavagna fue para Iglesias el tiro de gracia que faltaba en su historia de desencuentros con el economista.
"Tendrán el camino allanado para un nuevo negociador, lo que no puedo permitir es que haya negociadores paralelos", le dijo a LA NACION para explicar por qué tomó su decisión ahora.
Hace un mes, en una reunión donde se juntaron los 50 dirigentes más importantes del sector de Iglesias, quedó claro que la postura mayoritaria era seguir intentando una negociación con Lavagna, aunque con la condición de que su diálogo no fuera con el alfonsinismo sino con ellos.
Sin embargo, Iglesias planteó ahí que para él la negociación con el economista ya estaba terminada, y dos semanas después lo admitió públicamente en una entrevista con LA NACION. No había vuelta atrás. Desde entonces, sus aliados buscaron la manera de correrlo de la escena mediática y retomar las negociaciones con Lavagna sin que el poder de Iglesias quedara debilitado.
Las conversaciones con el economista no sólo se retomaron sino que derivaron en un acuerdo parlamentario entre radicales, macristas y lavagnistas. Pero el mendocino, apodado "la mula" por su carácter poco dócil, no aceptó quedarse callado (como le pidieron sus correligionarios hasta el cansancio) y mirar desde lejos cómo otros llevaban adelante las conversaciones que le habían sido encomendadas a Iglesias por la convención partidaria reunida en Rosario hace casi tres meses.
"A mi entender resulta inaceptable", escribió Iglesias sobre las negociaciones paralelas con Lavagna en su carta de renuncia. También denunció que el partido iba camino a quedar dividido en tres: los radicales K, los lavagnistas y los que "plantean una alternativa netamente radical, a mi entender la correcta", señaló en un guiño al sector de Margarita Stolbizer.
La renuncia fue un trámite rápido que Iglesias ya había meditado la semana pasada, mientras estuvo confinado en Mendoza por una faringitis. Pero no se lo había anticipado ni a su mujer.
En la reunión estaban el vicepresidente del partido, Mario Jaraz (ahora a cargo de la presidencia), el otro vicepresidente, Miguel Insfrán, Stolbizer (la secretaria general), el tesorero Miguel Giubergia y el secretario de prensa José Luis Bellia. Todos trataron de retenerlo, pero no hubo caso.
Apenas se fue el mendocino, llamaron de urgencia a Sanz, Chironi y un grupo de senadores y diputados para analizar la situación. "Acordamos tratar su renuncia la semana que viene, pero mientras tanto vamos a intentar convencerlo de que cambie su decisión", dijo anoche a LA NACION Jaraz (un chaqueño cercano a Angel Rozas). También aclaró que van a seguir todas las conversaciones en marcha para 2007, y en 15 días reunirán a los presidentes de los comités de todo el país para explicarles la situación.
"Fue producto del bajón anímico por el papelón del fracaso de intervención a la UCR mendocina", analizaba una alta fuente alfonsinista, que insistió en asociarlo con la pelea interna que enfrenta a Iglesias con el gobernador actual, Julio Cobos, en Mendoza.
"No sé si ayuda o no su renuncia, pero su gestión no ha sido feliz", dijo el diputado cobista Alfredo Cornejo.
Más prudentes, en el lavagnismo insistieron en que no se iban a meter en los asuntos partidarios, aunque aceptaron que el alejamiento de Iglesias podía acelerar los tiempos del acuerdo.
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